El respeto a los demás exige no sobrepasar ciertos límites. ¿Cómo ser sincero sin faltar el respeto ni ser agresivo con los demás?
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Muchas personas que no saben cómo gestionar sus sentimientos confunden sinceridad con agresividad, creyendo que por decir lo que piensan, aunque sea de modo hiriente, están siendo honestos y por eso sería válido hacerlo, sin importar la forma en que lo hagan. Consideran que pensar en cuidar las formas sería hipocresía o falta de transparencia.
Sin embargo, aquí yace una grave confusión que delata el analfabetismo emocional de nuestro tiempo. Porque quienes actúan de esa manera suelen carecer de empatía y se justifican a sí mismos con el argumento de la sinceridad: “es que soy frontal y no ando con vueltas”. Si los demás se ofenden o se sienten heridos consideran que es un problema “de los otros”.
Quien piensa de esta manera no puede ver su falta de respeto hacia los demás ni su falta de sensibilidad, porque tampoco es capaz de ver su incapacidad para controlar sus impulsos o para medir el impacto de sus palabras. Pretenden que los demás tengan que soportar su “sinceridad”, que en realidad es una forma de agresividad autojustificada. No siempre son conscientes de ello y hasta lo viven con naturalidad.
Pero cuando uno ha de decir la verdad, no solo debe pensar las palabras que utiliza sino también la forma y el tono, porque todo comunica y la misma verdad puede ser dicha de muchas maneras. El respeto a los demás exige no sobrepasar ciertos límites. ¿Cómo ser sincero sin faltar el respeto ni ser agresivo con los demás? Es algo que se aprende y se llama asertividad.
¿Qué es la asertividad?
La asertividad es una habilidad social, una forma de comunicarnos más satisfactoriamente con los demás. Es la habilidad personal de comportamiento que nos permite expresar y defender nuestras opiniones, pensamientos y sentimientos de forma adecuada y en el momento oportuno, sin faltar el respeto ni negar los derechos de las otras personas. Implica saber expresar los propios sentimientos y deseos, de una forma clara y eficaz, sin vergüenza y teniendo en cuenta al otro.
Normalmente caemos en dos extremos por falta de asertividad: en la pasividad que se deja avasallar por los otros o en la agresividad que hiere a los demás. Quienes son asertivos no se dejan manipular emocionalmente, tienen una sana autoestima y son capaces de expresar lo que quieren y lo que no quieren con libertad, calma y seguridad. Incluso cuando los demás tienen conductas inapropiadas, las personas que saben ser asertivas son capaces de responder sin violencia, ubicando al otro con las palabras justas y sin perder la calma.
Las personas asertivas conocen sus derechos y los defienden respetando los derechos de los demás. Pueden hablar fluidamente y con seguridad, pudiendo mirar a los ojos a sus interlocutores sin necesidad de mostrarse desafiantes. Saben discrepar cuando es necesario y demuestran honestidad tanto para expresar sus sentimientos e ideas, como para reconocer sus propios errores sin sentirse heridos en su autoestima. No debemos confundir ser asertivo con ser egoísta e insensible, más bien todo lo contrario, porque implica ser considerado con los demás y responsable de lo que se dice y sus consecuencias.
Es algo que se aprende
La asertividad no es un rasgo de personalidad con el que nacemos y que no se puede modificar. Sino que vamos aprendiendo a ser asertivos a lo largo de nuestra vida a partir de las experiencias que hemos tenido. Y si no lo hemos aprendido, siempre estamos a tiempo de hacerlo. Al tratarse de una conducta aprendida podemos modificarla y mejorarla. Siempre estamos a tiempo de ser mejores.
Implica empezar a reconocer, entre muchas cosas, que todos tenemos derecho a ser tratados con respeto y dignidad y a expresar los propios sentimientos e ideas. Que tenemos derecho a decir “no quiero” sin sentir culpa. Que tenemos derecho a cambiar de opinión, a no estar seguros de una decisión, a equivocarnos, a no saberlo todo, a descansar, a disfrutar de la vida, etc. Respetarnos a nosotros mismos y a los demás exige tomar conciencia de que no siempre hay que rendir cuentas de todo a todo el mundo. Exige una gran libertad interior y madurez emocional.
Es muy importante reconocer que quienes son asertivos reducen su ansiedad y estrés, así como también se sienten mejor consigo mismos y crean un mejor clima laboral o familiar donde se encuentran.
Algunos pasos para ser más asertivo
Es muy importante conocernos e identificar la forma en la que nos comunicamos. ¿Cómo actuamos ante un conflicto? ¿Cómo nos expresamos? ¿tenemos en cuenta a los demás? Es preciso ser claro en la comunicación y para ello hay que tener claro uno mismo lo que se quiere comunicar para poderlo decir claramente. Antes de hablar hay que saber qué es lo que se quiere decir. Junto a la claridad es importante ser concreto y conciso, porque si se dan muchas vueltas se confunde al otro.
Por otra parte, es fundamental entender y comprender al otro. Implica ser capaces de interpretar adecuadamente, tratando de no quedarnos en la superficie. ¿Por qué lo hace? ¿Cuáles son sus verdaderas motivaciones? Y también conocer su manera de pensar para elegir bien las palabras que voy a usar y que no me malinterprete. Ser educado con el otro implica tener en cuenta también su sensibilidad.
Un arte que es preciso aprender es escuchar con atención lo que el otro dice y expresarnos pausadamente y sin perder la calma. No olvidemos que quien se siente escuchado estará menos a la defensiva porque se siente comprendido. Por ello, ayuda mucho cuando demostramos que hemos entendido al otro y buscamos puntos en común para el mutuo entendimiento, al mismo tiempo que dejamos claro nuestros argumentos con paz y seguridad. Es importante para esto buscar alternativas y pensar juntos opciones para salir de un conflicto. No nos olvidemos que nos relacionamos con personas, no con problemas. El otro es alguien, no algo.
Y finalmente es muy importante aprender a gestionar las propias emociones durante un conflicto continuo, no dejando de responder con corrección y respeto.