Fray Salvador Rosas Flores, fraile franciscano y mexicano, es uno de los guías de CARF a Tierra Santa. Vive en la fraternidad franciscana que custodia la Basílica del Santísimo Sepulcro en Jerusalén. Explica por qué es una ilusión realizar una peregrinación a la Tierra de Jesús.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén! (Salmo 122)
Jerusalén es el corazón de la Tierra Santa, la síntesis de la acción de Dios por el bien de toda la humanidad. Así lo explica San Juan Pablo II con palabras llenas de emoción: “¡Cuántos recuerdos, cuántas imágenes, cuánta pasión y qué gran misterio encierra la palabra “Jerusalén”! Para nosotros, los cristianos, representa el punto geográfico de la unión de Dios con los hombres, de la eternidad y la historia”.
Esta emoción ha estado siempre presente en los corazones de millones de peregrinos que a lo largo de los siglos de historia de cristianismo han satisfecho su gran deseo: ser testigos de que aquello que existía desde el principio, el Verbo de vida, del cual han oído tanto en su patria, aquí en Tierra Santa lo han podido escuchar, lo han podido ver con sus propios ojos, lo han podido contemplar y palpar con sus manos (cfr 1 Jn 1,1).
Venir a Tierra Santa debería ser para todo cristiano, al menos una vez en la vida, no tanto una obligación, sino un compromiso con la propia fe.
Una peregrinación a los Santos Lugares debería ser como ese homenaje que cada hijo rinde a su madre sólo por el hecho de que ella nos dio la vida, un homenaje de agradecimiento. Venir a Nazaret, a Belén, a Jerusalén es venir a dar gracias a ese Dios que por amor se hizo hombre y que dio su vida para nuestra salvación. Es, en pocas palabras, un acto de fe, que alimenta nuestra caridad y nos mantiene en la esperanza.
Si bien es cierto que en nuestros tiempos las comodidades de los medios de transporte han superado las inclemencias que los peregrinos de siglos pasados sufrían, no por ello un viaje a Tierra Santa debería perder su mística de recogimiento, penitencia, meditación.
Vivir esa experiencia de fe
Es aquí donde podemos hacer la distinción entre un viaje turístico y una peregrinación, es aquí donde CARF pone un énfasis especial. A través de un ambiente de oración, de estudio bíblico, arqueológico e histórico de la Tierra Santa, CARF busca siempre favorecer que sus peregrinos vivan esa experiencia de fe que hablaba líneas atrás.
Peregrinar (y no sólo viajar) con CARF, permite una visión global fundamentada en Dios.
Por último, como un miembro más de la Orden de los Hermanos Menores (los franciscanos) que, viviendo en Tierra Santa, custodiamos, estudiamos y hacemos acogedores los Lugares que son el origen de la fe cristiana y, viviendo en ellos, anunciamos las maravillas del amor que el Altísimo, Omnipotente y Buen Señor AQUÍ quiso hacerse hombre como nosotros para la salvación de todo el género humano, os invito a nuestra casa, la casa de todos: la Tierra Santa.
Tened la seguridad de que será el viaje de vuestras vidas, de que podréis visitar sin complicaciones todos los santuarios, incluso aquellos en los que se lleven a cabo trabajos de mantenimiento, como el Santo Sepulcro: no os arrepentiréis. Y además, podréis ser instrumentos de ayuda para los cristianos locales.¡Os esperamos!
PARA MÁS INFORMACIÓN SOBRE LA PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA CON CARF EN ESTE LINK
Centro Académico Romano Fundación CARF, nació en 1989, y ayuda fundamentalmente a la formación integral de sacerdotes y seminaristas de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (PUSC), de las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra (UNAV) y de los Colegios Eclesiásticos Internacionales Sedes Sapientiae y Bidasoa.