La más sibilina: convencerte de que eres autosuficiente y no necesitas a los demás
Todos hemos experimentado la necesidad de realizar cambios en nuestra vida a base de ponerle fuerza de voluntad. Pero no debemos caer en el error de pensar que nosotros solos podemos con todo. Nos necesitamos unos a otros. Y esto no es malo ni te convierte en una persona dependiente. Al contrario, fomenta tu propia libertad reconociendo tu naturaleza, aceptándola tal y como es.
Nuestra tendencia a la autosuficiencia puede tener varios orígenes. Generalmente, se inicia en un entorno familiar en el que hemos encontrado una falta de atención a la hora de resolver nuestros problemas o que nuestras necesidades eran menos importantes que las de otros: discusiones de los padres que hacen que el niño quede en un segundo plano, el nacimiento de un hermano que pasa a ser el centro de atención, etc.
Estas experiencias familiares se pueden ver reforzadas por otras circunstancia como haber lidiado durante la etapa escolar con compañeros de clase que no hacían bien su parte del trabajo o donde no se valoró suficientemente nuestro esfuerzo. Ahí empezamos a registrar en nuestra memoria emocional que “trabajo en grupo” es igual a “desafío complicado”.
La sociedad moderna, con tendencia al individualismo, tampoco favorece mucho esta idea del trabajo en equipo. Permanentemente se nos anima a competir por alcanzar el mejor puesto a cualquier precio y de forma independiente.
Por estas razones, entre otras, los libros de autoayuda han tenido un gran auge en los últimos años. Aunque pueden llegar a aportarnos una amplia visión sobre el origen de nuestros problemas, para una solución completa de estos se requiere un trabajo profundo, incluso, a veces, psicoterapéutico, pero sobre todo en compañía.
Algunos mensajes trampa que se nos pueden colar a la hora de autoayudarnos
- “Conviértete en el dueño/a de tu vida”: todos tenemos la libertad para tomar nuestras propias decisiones, pero hay muchas circunstancias que no dependen de nosotros. Todas ellas están ahí para que las afrontemos y para ayudarnos a crecer como personas. Pensar que tú decides todo lo que te pasa puede resultar muy frustrante, especialmente cuando llega a nuestra vida una situación inesperada (una enfermedad, un despido, etc.). No eres dueño de las circunstancias, pero sí de la actitud con la que afrontas esas circunstancias.
- “Sonríe, pase lo que pase”: este es uno de los errores más comunes. La expresión de las emociones es uno de los grandes indicadores de salud mental. No podemos sonreír ante situaciones dolorosas. Lo conveniente, es expresar el dolor, y después – con ayuda de otros – aprender a recolocar esa situación, aprender todo lo posible de ella, y encontrar el lado positivo sin negar el lado negativo.
- “No pidas ayuda; sé autosuficiente”: para nacer necesitaste a tu madre y a tu padre, además de a un buen número de familiares, médicos y enfermeras que te atendieron. Necesitar a otros es parte de la naturaleza humana. Somos seres sociales y en las relaciones se produce una gran parte de nuestro crecimiento personal. Sin los otros, jamás llegaríamos a ser la mejor versión de nosotros mismos.
- “Quien quiere algo bien hecho, tiene que hacerlo por sí mismo”: sin duda, la colaboración entre personas para las grandes tareas proporciona mejores resultados. No tienes por qué ser bueno en todo. Posiblemente domines muy bien un área de tu trabajo y para otros aspectos puedes pedir la colaboración de otra persona. Haz bien tu parte y deja que otros te ayuden en aquello que no se te da tan bien.
Sigue remando a favor de tu desarrollo personal, pero no te olvides de que, para ser tu mejor versión, necesitas a los demás y los demás te necesitan a ti.