La casa natal de San Ignacio de Loyola, en el País Vasco (España), es centro de turismo religioso
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Loyola (Loiola en vasco) es la población española en la que nació san Ignacio el 23 de octubre de 1491. Ahí se encuentra la casa natal del fundador de la Compañía de Jesús (popularmente conocida como de los jesuitas) y en torno a ella se construyó una basílica cuya primera piedra se colocó en 1689.
Ignacio era el menor de trece hermanos y su familia era de buena posición: su padre era Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, VIII señor de la casa de Loyola de Azpeitia (un pueblo cercano a Loyola), y Marina Sáez de Licona y Balda, natural de la villa de Ondarroa.
Siendo caballero católico, se encontraba sumido en la tibieza y la mundanidad, pero una herida en la batalla de Pamplona contra los franceses le obligó primero al reposo y posteriormente fue el detonante que le llevó a una profunda conversión que le convertiría en uno de los grandes santos de la Historia de la Iglesia.
Su apasionante biografía y su vida ejemplar como modelo de santidad hace que muchas personas acudan a Loyola para conocer de primera mano el paisaje en el que transcurrieron sus primeros años de vida. Y en este sentido, el País Vasco ofrece un viaje precioso entre el verde y el azul: por su naturaleza montañosa llena de bosque y a la vez la roca escarpada junto al mar Cantábrico.
El pueblo costero más cercano es Zumaya, que queda a 18 kilómetros, y San Sebastián -ciudad que cuenta con aeropuerto- está a 40 minutos en coche, la mayor parte de ellos por autopista.
Ejercicios espirituales
En este entorno privilegiado, muchas personas deciden cada año hacer ejercicios espirituales siguiendo el espíritu de san Ignacio de Loyola plasmado en los “Ejercicios Espirituales” que redactó.
La hospedería, que se llama Centro Arrupe, existe desde finales del siglo XVII y son contínuos los grupos de jóvenes, escolares y adultos que acuden a vivir unos días de retiro. Es un modo excelente de hacer examen de la vida y encontrar un nuevo rumbo con la ayuda de Dios.
Basílica
El santuario y basílica es de estilo barroco, que puede observarse especialmente en la ampulosidad de la construcción, la cúpula y la rica decoración de paredes, naves y columnas en el interior. La fachada es de estilo churrigueresco, que implica la proliferación de detalles en la ornamentación, y lo mismo ocurre en el interior, que mueve a admirar los mil detalles.
Con este estilo, el santuario y basílica da más realce a la casa natal del santo, que ha sido desde entonces centro de peregrinaciones y foco de turismo religioso.
San Ignacio falleció en 1556 en Roma cuando tenía 64 años y fue canonizado el 12 de marzo de 1622. La Casa de los Austrias fue la impulsora del levantamiento del santuario en torno a su casa natal, pero sería la dinastía de los Borbones la que llevó a cabo y culminó la obra, que convirtió aquel punto de la geografía en núcleo religioso de primera magnitud en el País Vasco junto con el santuario de Aránzazu. La dedicación de la basílica es de 1889 (aunque el templo se había inaugurado ya en 1738).
En el pórtico de entrada -al que se asciende por una escalinata- nos encontramos ya con unas puertas hechas de madera de cedro de Líbano mientras que el resto de la basílica emplea madera de caoba, también de gran calidad. En esa misma zona de acceso aparecen cinco esculturas, una dedicada a san Ignacio y otras cuatro a san Francisco Javier y san Francisco de Borja (ambos santos jesuitas españoles), san Luis Gonzaga (jesuita italiano) y san Estanislao de Kostka (jesuita polaco fallecido a los 17 años).
En el interior, la basílica tiene planta circular de 33 metros de diámetro y genera una sensación de grandiosidad que invita a la fe en Dios y en la Iglesia fundada por Él.
En cuanto a la cúpula, tiene una hermosa decoración y permite la entrada de abundante luz en el templo. Vale la pena fijarse en la representación alegórica de las virtudes que hay al comienzo de los nervios que configuran la forma de media naranja de la cúpula.
El área del altar
De la zona del altar destacan el templete de exposición del Santísimo Sacramento y la estatua de san Ignacio de Loyola, fundida en plata. Para adecuarse a la normativa litúrgica del Concilio Vaticano II, se dispone de un altar portátil, que se coloca frente al altar mayor (de manera que así el sacerdote celebra la misa de cara al pueblo).
Para los interesados en las campanas, en el santuario de Loyola se dispone de dos: la mayor, llamada San Francisco Javier Apóstol de las Indias, que lleva la inscripción dedicada a la Virgen y a Jesús: Verbum Caro Factum Est, y toca las horas. La segunda, que toca las medias horas, lleva el nombre de San Luis Gonzaga.
Biblioteca y museo sacro
En otra zona del recinto del santuario puede visitarse la biblioteca. Su sección más destacada es la dedicada a la Historia de la Compañía de Jesús.
El santuario está rodeado de jardines y cuenta con un museo sacro, donde pueden verse el altar y las puertas que lo flanqueaban en la casa natal del santo, esto es, la primera capilla donde él rezaría. En estilo plateresco se representó (posteriormente) a san Ignacio escribiendo sus “Ejercicios Espirituales” en la Cueva de Manresa (que está próxima a Barcelona).
Muy cerca de la Santa Casa de Loyola se encuentra un caserío que es la casa natal del beato Francisco de Gárate, quien fue jesuita, sacristán y portero de la Universidad de Deusto (fundada por la Compañía de Jesús).
Para el viajero que se interesa por todos los recorridos del santo, también puede resultar interesante visitar el santuario de Aránzazu, ya que el mismo san Ignacio una vez convertido acudió allí en peregrinación. Queda a una hora en automóvil.
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