Sucedió en una zona amazónica y fallecieron 58 personas, 16 de los cuales fueron decapitados. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, propuso trabajos forzados para presos
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En los últimos días América Latina se vio sacudida por una nueva masacre de presos. Esta vez fue el turno de Brasil y más específicamente en el Centro de Recuperación Regional de Altamira, en el estado amazónico de Pará.
Según trascendió en medios locales, integrantes del Comando Clase A asesinaron a 57 reclusos, 16 de los cuales resultaron decapitados. La mayor parte de las víctimas, pertenecientes al Comando Rojo (Comando Vermelho), fue calcinada y asfixiada.
En las últimas horas el terror aumentó, pues además de elevarse la cifra a 58 muertos en la cárcel, cuatro presos fueron asesinados mientras eran trasladados desde la cárcel, arriba de un vehículo penitenciario, hacia la localidad de Belém.
¿Por qué ocurren tantas masacres en las cárceles de Brasil? Es una de las grandes interrogantes que volvió a posicionarse en las últimas horas a raíz de este drama que golpea también a América Latina.
Es que lo acontecido en Pará ha sido considerada la peor masacre de la historia brasileña luego de aquel trágico episodio en Carandirú (San Pablo), en octubre de 1992, con 111 presos muertos.
Y ahora el foco está puesto en lo acontecido en Altamira, pero en los últimos tiempos fueron constantes los episodios de masacres carcelarias en otras zonas del norte y nordeste de Brasil.
De fondo aparece el largo conflicto entre las redes criminales más grandes de Brasil que buscan controlar el narcotráfico y que tienen gran influencia en otros países de la región: El Comando Rojo y el Primer Comando Capital (PCC).
El modus operandi de las diversas fracciones de estas redes ha sido verdaderamente terrorífico y sorprende por las violentas acciones para lograr imponer el control buscado en cuanto a la distribución de drogas.
A esta altura ya se puede hablar de una verdadera guerra y lo que hace unos años estaba vinculado a Río de Janeiro (Comando Rojo) y San Pablo (PCC), ha ido emigrando a otras regiones, entre ellas el norte y nordeste de Brasil, zona amazónica y actualmente víctima de una lucha sin cuartel. En el caso de Altamira (una de las ciudades más violentas de Brasil), se ha confirmado que el grupo local Comando Clase A responde al PCC.
Pero el problema de estos grupos a esta altura ya no es cuestión solo de Brasil, pues tienen sus fauces en otros países como Paraguay, Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay, entre otros, sitios donde desde hace tiempo se han producido golpes delictivos cinematográficos y también con víctimas.
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Trabajos forzados para presos
“Son problemas que ocurren”, dijo el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en declaraciones a la prensa luego de confirmarse los cuatro fallecimientos de las últimas horas durante un traslado, al tiempo de mostrarse proclive al desarrollo de penitenciarias agrarias con “trabajo forzado”, tomando como ejemplo a Estados Unidos.
“Sueño con un presidio agrícola, es una cláusula pétrea (de la Constitución) pero me gustaría el trabajo forzado para este tipo de gente en Brasil. Nadie quiere maltratar presos ni que sean asesinados, pero es el hábitat de ellos”, expresó.
Las reacciones sobre las opiniones de Bolsonaro no tardaron en llegar. Y una de las voces ha sido la del obispo emérito de Xingú, Erwin Krautler, de 80 años y residente de Altamira desde 1965, quien hizo referencia a los dichos de Bolsonaro que hacían referencia a que debía preguntar qué sentían sobre las muertes a las supuestas víctimas de los presos asesinados.
“Esto no es una respuesta que un presidente debe dar a las familias, cada preso tiene madre, padre, las madres están llorando”, dijo al diario Folha de Sao Paulo.
Mientras todo esto acontece un nuevo drama sacude a Brasil y a América Latina. Como telón de fondo el narcotráfico y sus efectos, temas pendientes que aún no logran tener respuestas contundentes.
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