Lo que no está en duda es la grave crisis política en que está sumergido el país
Habrá opiniones, eso es propio del debate en desarrollo. La encuesta GfK-La República publicada recientemente lo revela: “Pedro Pablo Kuczynski deja la presidencia aprobado por solo el 15%, mientras al congreso de la república solo lo aprueba el 11%, gracias a la profundización de su mediocridad y corrupción”, sentencia el destacado columnista peruano Sr. Augusto Álvarez Rodrich, al tiempo que afirma categóricamente en su artículo publicado en La República de 23/3/18.
“La política como cueva de ladrones” que “La mayor expresión de la extrema debilidad institucional que sufre el Perú no es la defenestración de un presidente, por más traumático que esto sea en la vida del país, sino la imagen calamitosa de la política nacional por ser percibida por el ciudadano como una cueva de ladrones.”
Cuando un país cae en crisis, el asunto no brota repentina como la roncha de una alergia. El proceso viene de atrás, de errores sostenidos y de la erosión del desprestigio político. Cuando ello estalla, no sólo la gobernabilidad está en juego, también la credibilidad, lo cual comporta un serio peligro para la legitimidad. Eso pasó en Venezuela.
Francisco Javier Vargas Galindo, analista chileno, escribió sobre el “importante conjunto de desafíos que atañen a la arquitectura institucional y que debe afrontar en aras de avanzar hacia un desarrollo más inclusivo e igualitario”. Se refiere al complejo gobierno de Martín Vizcarra.
A Perú se le abrió una ventana de renovación democrática tras la caída de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), lo que proyecta escenarios potenciales de cambio, sobre todo, en materia de control de la corrupción; y el buen ritmo de crecimiento económico de los últimos años, propicia una oportunidad para emprender reformas sin soportar un excesivo conflicto social.
Vargas Galindo señala para Analítica.com los retos que el gobierno peruano tiene por delante, el principal, los bajos niveles de institucionalización de sus partidos y su sistema de partidos. Los déficit en los niveles de democracia interna, la falta de regulación de sus mecanismos de financiación y su proceso de renovación de élites, la poca capacidad programática y el comportamiento indisciplinado de sus componentes.
Todo ello ha erosionado los niveles de gobernabilidad de la democracia peruana de manera alarmante. Otro elemento preocupante son los desplazados por la violencia armada que generó en las zonas de conflicto, un proceso de desarraigo y empobrecimiento de cientos de miles de peruanos.
Álvarez Rodrich insiste: “El problema de fondo en el Perú es que no hay partidos políticos y en los últimos 30 años nos hemos acostumbrado” . El periodista y columnista sostuvo en un foro radial que “hay un contexto de desplome de confianza en la institucionalidad política y eso tiene múltiples efectos”.
Vizcarra está empeñado en abatir la corrupción y no le falta tino. No sólo ello le aportó confianza en el balance de su primer año al frente del gobierno, sino que está convencido de que, sin propinar un golpe certero a la corrupción en la política, nada será posible para sacar al Perú del marasmo institucional en que se encuentra.
“Pero si queda mucho trecho por recorrer en el ámbito de la institucionalidad formal, todavía es mayor el camino que debe hacerse en la consolidación de una cultura política acorde con los valores de la democracia – puntualiza Vargas Galindo-. Las transformaciones de los mapas mentales de la ciudadanía son procesos de largo alcance pero fundamentales para poder hablar de un salto cualitativo en el avance de las sociedades hacia modelos más óptimos en la generación de bienestar”.
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Nota de redacción: El presidente Martín Vizcarra presentó recientemente un proyecto de reforma constitucional para adelantar las elecciones nacionales al año 2020, medida que busca dar respuesta a la crisis política que se vive en Perú desde hace años. El debate ya comenzó.