Aunque el gallo es conocido por ser el emblema galo por excelencia, presenta una fuerza especialmente simbólica en varios aspectos en el cristianismo, cosa que explica que corone con frecuencia y orgullo la punta de las agujas de las iglesias
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Si distinguimos durante una visita al museo arqueológico un gallo posado sobre un altar, ¡cuidado con no precipitarse a concluir su carácter cristiano! Y es que, en la Antigüedad, los griegos ya habían adoptado a la famosa ave de corral: era el emblema del célebre médico Asclepio de Epidauro y tenía la virtud de sanar. Por otro lado, de los galos heredó Francia el símbolo del gallo por su reputación de orgullo y de valentía, sin olvidar su espíritu combatiente… Desde entonces, nunca ha dejado de adornar monedas, joyas y bajorrelieves.
Por su anuncio del despertar del día con su famoso canto, el gallo ha sido asociado también a la idea de luz por numerosas civilizaciones, lo cual explica que encontremos también su efigie en lámparas romanas, pero también egipcias, sin olvidar a Extremo Oriente, sobre todo China, donde se le considera portador de buena suerte.
La negación de san Pedro
Sin embargo, el canto del gallo sigue siendo, para los cristianos, indisociable del episodio de la negación de san Pedro y las lágrimas del apóstol. Como sabemos, Jesús anunció: “Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. El discípulo, claro está, negó firmemente que aquello pudiera llegar a pasar.
No obstante, después de que Jesús fuera arrestado y conducido ante los jueces, Pedro, que lo había seguido discretamente, fue reconocido por varias personas como su amigo, cosa que el negó, como anunció Jesús, hasta en tres ocasiones. Y entonces cantó el gallo, Pedro recordó las palabras de su Maestro y, “saliendo, lloró amargamente”.
En este doloroso episodio de los Evangelios, el gallo revela nuestras debilidades antes de que se haga la luz, una imagen que tendría, en la tradición cristiana, un gran recorrido.
El gallo, símbolo de Cristo
Su valentía a la hora de defender su familia y su combatividad hacen del gallo el defensor de la fe ante la adversidad. Su voz es, además, famosa desde tiempos remotos por alejar a merodeadores, bestias salvajes e incluso espíritus malvados, característica que explica que muchos blasones en heráldica lo hayan adoptado. Sin embargo, al preceder y anunciar la aurora con su canto, el gallo destaca por encontrarse entre los animales que simbolizan a Cristo con esta idea de la luz y de la voz que atraviesa la oscuridad.
Por eso hay muchas representaciones que lo figuran sobre una barca en los primeros tiempos del cristianismo, en un símbolo fuerte y poderoso, ya que la barca se asocia tradicionalmente a la Iglesia. El poeta y dramaturgo francés Jean Racine perpetuará esta tradición del canto del gallo asociado a la vida con estos versos:
L’oiseau vigilant nous réveille ;
Et ses chants redoublés semblent chasser la nuit ;
Jésus se fait entendre à l’âme qui sommeille
Et l’appelle à la vie où son jour nous conduit.
Que en una traducción libre sería:
Nos despierta el ave vigilante;
y su canto de redoble parece espantar la noche;
Jesús se hace oír al alma durmiente
y la llama a la vida donde su día nos conduce.
En la cima de los campanarios
Esta fuerza simbólica que se otorga al gallo hace que, hoy en día, todavía muchos campanarios se decoren con el majestuoso gallo brillante de tonos cobrizos marcando las cuatro direcciones de los vientos. Pero ¡no solo observamos la dirección del viento cuando nuestras miradas de cristianos se elevan hacia la punta de nuestros campanarios!
Lo cierto es que, desde muy pronto, este símbolo de la fe, a la vez vigilante y protector, fue una manera de recordar la presencia de Cristo, a la vista de todos en los alrededores. Recordemos que san Pedro, después de su negación y del canto del gallo, no volvió a temer jamás y terminó dando su vida por la fe.
Según una práctica antigua, se guardaban dentro del cuerpo de la veleta reliquias de santos. Muchos hemos recordado esta costumbre al constatar con emoción que, durante el terrible incendio que azotó el 15 de abril de 2019 la catedral de Notre-Dame de París, el gallo de la aguja de la catedral era recuperado intacto, aunque un poco magullado, de entre los escombros. Todo un signo de su resistencia y de su fuerza simbólica: ¿no anunciaba así, incluso desde los escombros, su canto al renacimiento de la catedral de Notre Dame?