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El Puente del Diablo: Hay pactos que matan

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Macky Arenas - publicado el 20/08/19
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Una estructura incompleta que cuenta una leyenda

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Los Andes venezolanos son una región silenciosa, entre altas montañas y pueblos pintorescos. La gente es bastante conservadora y sus familias unidas. La tradición católica andina ha pesado mucho hasta en la dinámica política, en contraste con otras regiones donde la religión es más costumbre y menos vivencia. Una serie de leyendas y mitos han surgido en el tiempo, producto de la mezcla entre creencias sustentadas y la fantasía inducida por temores ancestrales.

El Puente del Diablo: un desafío peligroso

Es una historia espeluznante para todo el que se aventure por ciertos parajes el estado Mérida.  Existen varias versiones para referirse a esta leyenda. Una de ellas indica que un hombre retó al diablo a construir un puente en un lugar imposible para llevar a efecto tal proeza y unir los dos linderos de una zona escarpada sobre el cruce de un violento río. Pactó con el diablo para que éste construyera ese puente antes del amanecer, si lo lograba el diablo podría llevarse su alma. El hombre llevó dos gallos finos y cuando el diablo estaba a punto de terminar el puente, el hombre jaló las colas de los gallos y estos cantaron. Al oírlos el diablo pensó que había perdido la apuesta y se marchó. Otra versión indica que el hombre mandó a bendecir la última piedra que debía ser colocada y cuando el diablo estaba por culminar su obra no pudo ni siquiera tocar aquella piedra que le hacía falta para terminar el puente y se retiró vencido.

La misma leyenda es relatada otras circunstancias: dice que fue el diablo quien retó a un hábil pero muy presumido constructor a que no podría construir el puente antes del amanecer. El orgullo y la vanidad hicieron caer en la trampa al constructor. Antes de anochecer el hombre llevó consigo un gallo hasta un lugar estrecho donde erigiría el puente y comenzó a trabajar.

Hacia el amanecer, cuando apenas le faltaba colocar solo una piedra del puente, cantó el gallo y nunca más nadie volvió a ver a aquél hombre. En todos los casos la leyenda refiere a un puente inconcluso que existe en el sitio de La Cabrera, vía Capaz. En el referido lugar se encuentra un cruce sobre una garganta que se despeña hacia un río caudaloso y hay quien dice que el puente pudo ser un relleno de piedra o una formación rocosa que queda del lado de la carretera apreciable sólo desde el río y que recuerda la forma de un puente caído o incompleto.

Sobre dicha formación, pero del lado de la carretera, hay una cruz sobre una roca y una capilla dedicada a San Benito. Hay quienes aseguran que la cruz sobre la roca puede ser una contra para espantar al diablo de ese sitio. Una de las versiones más difundidas es que el puente es en realidad una piedra enorme, rectangular y casi horizontal que sobresale en lo alto de una estructura rocosa vertical.

En Trujillo, un mejor final

En otro estado andino, Trujillo, hay una historia similiar, aunque con mejor final.

Este puente natural es utilizado por los lugareños y tiene un agujero que nunca se cerró, lo que dio origen a la leyenda del puente del diablo. Cuenta la comunidad que hace muchos años un hombre de Estiguates, pactó con el diablo por dinero y éste a cambio de concederle su deseo, le exigió construir un puente de piedra, de no concluirlo antes del primer canto del gallo a media noche, se lo llevaría en cuerpo y alma. El ambicioso hombre empezó su tarea afanado, pues de no terminar a tiempo perdería el dinero proporcionado por el diablo, su cuerpo y alma. Sólo le faltaba colocar una gran piedra para cerrar un hueco casi en la mitad del puente. Se percató de la fosa y fue al gallinero donde trajo un gallo y lo colocó delante de un espejo iluminado por una vela; al verse, el gallo canto minutos antes de la media noche. Al oírle, el diablo salió disparado, no regresando nunca y quedando el hueco en el puente.

Una piedra con los cascos de una mula maldita

La piedra está ubicada en un sitio llamado El Guayabal, también en el estado Trujillo, contiguo a Mérida. Es una piedra de grandes dimensiones, cuya mayor parte se encuentra enterrada y en sus partes visibles se suele apreciar los cascos de lo que los pobladores llaman la mula del diablo. La leyenda afirma que se trata de la huella impresa en piedra de los cascos del diablo. El pedrusco lo iban a dinamitar en una ocasión, pero sus vecinos se opusieron por los daños que podían causar a sus alrededores. Se puede ver al lado de la vía que conduce de La Vega de Chachique a Cabimbú.

Son cuentos que pasan de generación en generación de manera oral. Lo refieren los abuelos a los nietos, tal vez como una forma de mantener espíritus precavidos ante el mal. Pero lo cierto, sin lugar a dudas, es que son ejemplarizantes.

 


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