Ideas para que sepas reconducir el mal genio en el día a día y, sobre todo, con los que más quieres.
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Levantarse por la mañana con mal humor, regresar del trabajo cansado y de mal humor, estar de mal humor por una contrariedad… Son situaciones frecuentes que por lo general acaban afectando a quienes más queremos: la familia, porque son quienes están más cerca de nosotros.
Cuando estamos con los hijos, la mujer o el marido, los padres y los hermanos, nos encontramos en un entorno cómodo. Sabemos que nos quieren por lo que somos y no por lo que tenemos o lo que aparentamos. Pero esa tranquilidad puede llevarnos a un relajamiento a la hora de comportarnos.
Si estamos de mal humor, puede ocurrir que ciertas palabras o gestos que frenaríamos si estuviéramos en un entorno profesional o social, salgan de nosotros y acaben perjudicando a nuestros seres más queridos.
¿Qué hacer si suelto mi dosis de mal humor diaria a la hora del desayuno? ¿Qué hacer si discuto por cosas que luego veo que no tenían importancia? ¿Qué hacer para no ser una malamadre (o un malpadre) que, en vez de serenar el ambiente, pierde los estribos en momentos críticos?
Antes de que sea tarde y lastime a mi familia por este aspecto del mal carácter, puedo tener en cuenta estas ideas:
Reconocer que el mal carácter es algo negativo
Si pienso que el mal genio es propio de personas importantes que logran grandes objetivos en la vida, como Barbazul, Atila o Calígula, entonces nunca lucharé por mejorar ese rasgo. Es necesario, en primer lugar, no excusarse y reconocer (al menos interiormente) que el mal humor es incompatible con la mejor versión de mí mismo.
Decidirse a luchar por controlar el mal humor
Para dar un paso hacia el hábito bueno de controlar el mal humor, necesito que previamente mi inteligencia reconozca mi defecto y que mi voluntad decida actuar: “Quiero cambiar”.
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En marcha: detectar los momentos críticos
Una vez he decidido cambiar, me ayudará saber en qué momentos soy más débil y tiendo a estar de mal humor. Por ejemplo, momentos antes de las comidas cuando tengo hambre; el día de la semana en que hay más trabajo y se acumula el estrés; cuando la situación económica no está fácil…
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Poner patas al propósito de mejorar
Determina qué vas a hacer cuando estés de mal humor. Ahora que no lo estás, es más fácil pensar con la cabeza fría y establecer cuáles van a ser los actos concretos para controlar el mal genio. Por ejemplo, antes de soltar una filípica a tus hijos, vete a tu habitación y deja que pasen unos minutos. O hacer un rato de deporte diaria o semanalmente, para rebajar el estrés. O si ves que estás levantando la voz al hablar con tu esposa o esposo, ve al baño y lávate la cara con agua fría mientras por dentro te dices que esa es la persona que más amas en el mundo.
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El gran remedio está en pedir perdón
Una verdadera demostración de amor consiste en pedir perdón cuando hayamos estado de mal humor y eso haya perjudicado a nuestros seres queridos. Para curar las heridas emocionales que hayamos podido ocasionar (un disgusto, una tristeza en el hijo que queda compungido, un silencio tenso…), nada mejor que dar la cara y reconocer nuestro error.
Voy a hacer el propósito de pedir perdón antes de que acabe el día y nos vayamos a dormir. De este modo, los demás ven que aplacamos nuestro orgullo que, por encima de todo, en casa prevalece el amor.
Haz tu propio kit de emergencias
Llena tu depósito de cosas buenas para que, cuando aparezca el mal humor, puedas darle la vuelta. Cosas buenas en la memoria como recuerdos entrañables y llenos de cariño, situaciones divertidas, la memoria de un antepasado que falleció pero sigue siendo un referente en cuanto a la conducta familiar… También te puede ayudar una fotografía que te ponga de buen humor.
No olvides el propósito de tu vida
No pierdas nunca de vista cuál es el sentido de tu existencia. Tu mujer, tu esposo, tus hijos forman parte del mejor plan que Dios pensó para ti.
Cuida ese tesoro que está en tu camino y pide ayuda al cielo para saber hacerlo con maestría. Quien puso a estas personas a tu lado sigue cuidando de ti y de ellos, pero cuenta con tu colaboración.
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