Algunas personas piensan que ser cortés es anticuado, pero no es así
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Recientemente escuché a un grupo de madres quejándose de una niña de la escuela sus hijas (nota: estaba escribiendo en una cafetería, a un paso de ellas; no quise escuchar, pero hablaron en voz alta). Al parecer, esta chica nunca dice “por favor” o “gracias”.
Aunque me molestaba la forma en que estas mujeres cotilleaban hipócritamente sobre una niña y su madre, traté de entenderlas. Sobre todo porque he estado escuchando que más y más padres admiten que no esperan buenos modales de sus hijos. Sería “anticuado”, oigo decir.
En un artículo reciente, otra madre afirma que “obligar” a sus hijos a tener buenos modales les haría dejar de ser “auténticos”.
Ella quiere que estén agradecidos en lugar de expresar su gratitud. En el artículo, cita a una amiga que una vez le dijo: “‘Quiero’ es lo más auténtico que alguien puede decir. El énfasis en el discurso cortés y la necesidad de decir ‘por favor’ y cualquier corrección a este respecto le enseñan al niño que pedir lo que se desea no es aceptable. Creo que este tipo de tratamiento provoca que los adultos no puedan expresar directamente lo que desean. Estos adultos aprenden a utilizar la manipulación en un intento de satisfacer sus necesidades”.
Si bien ciertamente quiero que mis hijos crezcan capaces y dispuestos a expresar lo que necesitan y desean en la vida, y que realmente sientan su gratitud, francamente, leer el artículo de esta madre me ha hecho comprender mejor el lamento de esas otras madres. Aunque bien intencionada, la idea de que enseñar a nuestros hijos buenos modales les roba su autenticidad no podría estar más equivocada.
Los “buenos modales” no suponen en absoluto que no podamos decir lo que sentimos. Los “modales” tienen que ver con los demás, haciéndoles saber que son dignos de gratitud, dignos de una palabra amable. Los “buenos modales” tienen que ver con el respeto a los demás. Tienen que ver con tratar y ser tratados de manera correcta.
¿Sinceramente? A menudo no tengo ganas de ser cortés. A menudo no tengo ganas de sonreír y decir “por favor” cuando estoy huyendo del supermercado. Pero lo hago porque demuestra educación y respeto mutuo.
Repito: los buenos modales tienen que ver con los demás. Esto es lo que quiero que mis hijos aprendan. Valoramos la buena educación porque valoramos la bondad. Y practicamos ambos, nos guste o no.
En algunos círculos esto se llama la “Regla de oro”. Para los cristianos, se llama “amar a tu prójimo”. En los círculos de la alta sociedad, se llama “etiqueta”. Pero en todos los casos, tiene que ver con tratar a los demás de la forma en que a ti te gustaría ser tratado. Y esta idea puede ser cualquier cosa menos anticuada o no auténtica. Especialmente porque sucede algo mágico cuando hacemos esto: comenzamos a sentir las palabras que decimos.
Cuanto más abro la puerta a una persona mayor, más aprecio a las personas que pasan. Cuantas más veces digo por favor, más valoro a las personas que pregunto. Cuanto más doy las gracias a mi familia, más agradecido me siento por ellos. Los sentimientos siguen a las palabras.
Si quiero que mis hijos sean agradecidos y amables, les enseñaré a hacerlo también a través de las palabras.