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María Auxiliadora y Padre Pío unidos para salvar la vida de un bebé

BABY
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Maria Paola Daud - publicado el 23/09/19
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Un milagro extraordinario que te dejará sin palabras

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Siempre es una gran alegría la llegada muy esperada de un bebé a una familia. Así fue con Lucas (nombre imaginario).

Su mamá Silvia y su marido estaban muy contentos con el nacimiento de su tercer hijo. Pero lamentablemente, apenas nació, el pequeño contrajo un virus letal.

Los médicos comprendiendo su grave estado de salud, tuvieron que hacerle tres cirugías de urgencia, pero Lucas no mejoraba. Y prepararon a los padres para lo peor.

Silvia, muy triste y desesperada, corrió a pedirle un milagro a Padre Pío, santo de quien era muy devota y en cuyo honor había creado un grupo de oración. También le rezó a la Virgen María, convencida de que como madre escucharía sus plegarias.

A Lucas, por la gravedad de su estado, lo pusieron en observación en un régimen restringido de visitas. Sus padres podían verlo solo algunos minutos durante el día y a través de un vidrio, situación que agravaba más el dolor de Silvia y de su marido.

Entonces sucedió que un día que el padre fue a ver a su pequeño niño, sus lágrimas se le escaparon al ver a Lucas tan sereno y tierno como si no padeciera ninguna enfermedad. Era tan dulce como todos los recién nacidos.

Con gran tristeza le envía un beso a través del vidrio y se dirige a la puerta de salida, mirando hacia el suelo, y encuentra una estampita de la Virgen María Auxiliadora, cosa que le pareció extraña porque mantenían el hospital siempre con una limpieza impecable.

Volvió sobre sus pasos y le pidió a una enfermera que por favor pusiera la estampita en la incubadora donde se encontraba Lucas. Ella amablemente acepta su pedido.

Al salir del hospital el papá sintió una insólita serenidad. Le comentó lo sucedido a su esposa y ella esa misma noche sueña con Padre Pío que sin hablarle sólo la miró y le sonrió.

Al día siguiente los padres fueron convocados por los médicos, que les anunciaron que inexplicablemente Lucas había mejorado tanto, que en poco días podría ya estar en casa con sus otros hermanos.

Al año siguiente para agradecer a Padre Pío el milagro de la vida de Lucas, los padres y el niño fueron a visitar al santo a San Giovanni Rotondo.

Cuando llegan a la iglesia, como siempre repleta de fieles, unos voluntarios sin conocerlos los hacen pasar delante de toda la gente, para hacerlos llegar enseguida a la tumba del santo.

En ese momento llega un fraile capuchino anciano, bendice a la mamá y toma a Lucas en sus brazos diciendo:

Finalmente me trajiste al niño del milagro, pensé que nunca lo vería … y moriría sin poder darle un beso y una bendición especial. Me hicieron esperar tanto, ya estaba preocupado. De todos maneras hija, reza siempre y educa al niño de la mejor manera posible. Tiene una gran misión en el mundo”.

Antes de despedirse, el fraile regala a la madre una medalla, para que se la ponga a Lucas, pidiéndole que nunca se la saque, porque lo protegerá siempre a lo largo de su vida.

Sin darle tiempo a Silvia que maravillada por lo sucedido, a hacerle ninguna pregunta, saluda a los padres y se va.

Llegando a casa el niño ve una estampita de Padre Pío, y comienza a llamarlo: “abuelito, abuelito”. Su madre cariñosamente le explica que el señor en la imagen era Padre Pío y no su abuelo, a lo que el niño la corrigió: “No, es el abuelo, abuelo Pío”.

 

Padre Pío es alguien muy especial que lleva la magia del amor a donde va…

Fuente: “Il mio Papa”, Año 6, número 39, pag. 64-67

 

 

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