“El venezolano dentro de la crisis, quiere ayudar. Aunque son los afectados, nos piden les permitamos convertirse en servidores”. Lo narra el coordinador del principal Hogar de Atención de Latinoamérica al descifrar para Aleteia la descomunal labor en la frontera
Los atienden física y pastoralmente en el marco de un complejo proyecto bautizado como Casa de Paso “Divina Providencia”. Es la fuente principal de alimentación y ánimo de los migrantes que llegan a Colombia tras huir de la crisis en Venezuela, lo que hace posible atender a diario de manera gratuita a unas 15 mil personas.
Además de una clara intervención divina, el milagro se sostiene gracias a la ayuda precisamente de venezolanos. Y es que un tercio del voluntariado que ejerce labores logísticas en el lugar lo conforman migrantes que ahora tienen allí una suerte de beca-trabajo.
La administración no es fácil. Lo confiesa el actual coordinador de la descomunal infraestructura de atención por la Iglesia Católica, el abogado Jean Carlos Andrade, quien recuerda en diálogo con Aleteia que la obra fue iniciativa del sacerdote colombiano David Cañas.
Los esfuerzos de la Diócesis de Cúcuta (Colombia), en comunión con su hermana venezolana, la Diócesis de San Cristóbal, son inéditos en toda norma. Es la responsable de movilizar a los cafeteros para lograr que tan sólo en Norte de Santander se repartan más de 13.000 raciones diarias de alimentos a lo largo de las parroquias de esa región fronteriza.
Va más allá de “comida gratis”
No es cualquier cosa. Desde su creación, los buenos samaritanos han obsequiado más de 2,5 millones de raciones a migrantes. Una atención que supera las meras cifras o el “alimento gratis”.
En la Casa hay atención médica integral, orientación legal con abogados especializados, apoyo psicológico y atención pastoral en todos los niveles. En el sitio despachan alrededor del millar de fórmulas médicas con sus respectivas medicinas. Aunque a veces no alcanza para todos.
Cuentan con el apoyo de médicos del hospital neogranadino “Erasmo Meoz”. A diario, al menos tres de sus galenos acuden a obsequiar su servicio. Cada uno atiende a veinte personas, abarcando una tasa promedio de 60 migrantes de manera integral y gratuita.
“El 80% de nuestra mano de obra es voluntariado”, reitera el abogado Andrade en conversación exclusiva con Aleteia desde Cúcuta, donde se encuentra el calificado por muchos como “oasis de la frontera”.
“Debe haber al menos 100 a 150 personas voluntarias diarias” para lograr el funcionamiento base de la Casa de Paso. “Se ha hecho un cronograma semanal con base en las indicaciones del padre David Ochoa y el obispo Víctor Manuel Ochoa Cadavid asignando un día a cada parroquia”.
“Los voluntarios son venezolanos”
Además “hay un grupo base” de unas 40 personas. “Todos son venezolanos”. Ellos “vienen todos los días. Junto con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), les dan 120 mil pesos mensuales. Además del desayuno, almuerzo integral y la posibilidad de llevarse la cena que por lo general comparten con integrantes de su núcleo familiar.
El monto es simbólico pero ayuda. “No es mucho acá, pero sí para ellos”. “Los venezolanos fueron escogidos entre los mismos beneficiarios que acudían a comer, quienes pidieron ofrecer su servicio y mano de obra en gratitud por los alimentos recibidos.
“El venezolano dentro de la crisis, quiere ayudar. Nos piden que si les podemos dar el cupo para poder ser servidores. Y dentro de esos servidores, eso es voluntariado; es decir, no implica un sueldo”, detalló Andrade al explicar el nuevo sistema de ayuda.
Laicos con apoyo de la Iglesia
Todo comenzó con una Olla Comunitaria, “fruto de la iniciativa de más de diez parroquias encabezadas por el padre David Cañas. Pero estaban solos, sin recursos de alguna institución. Fue el resultado del esfuerzo de los feligreses”, explica.
“Traía cada parroquia su aporte y hacían la famosa Olla Comunitaria. Luego del 5 de julio de 2017, ya toman la casa en arriendo hasta entregar un total acumulado de 15.280 almuerzos y entra Cáritas Internacional”.
El organismo de acción social de la Iglesia Católica moviliza a Cáritas Colombia y logra el patrocinio de varias de sus pares en el mundo; entre ellas Cáritas de Alemania, Cáritas de Hong Kong, Cáritas de Japón y Cáritas de España”.
El esfuerzo internacional dio sus frutos. “Implementaron un proyecto integral. Aparte de las raciones patrocinadas, incorporaron a trabajadores sociales y un abogado para dar asesorías jurídicas y orientación a los venezolanos; así como a los retornados colombianos”.
Incluso llegaron a “dar pasajes a aquel venezolano que quería seguir su camino hacia otros países de Sudamérica u otras regiones de Colombia, como Medellín y Bogotá”, una vez estudiados de manera individual los casos.
Atención pastoral y espiritual
En la actualidad incluyen atención pastoral. “Todos los días usted va a encontrar un sacerdote diferente encargado de la parte espiritual. Se les da la Palabra antes de cada comida, siempre respetando el culto de cada quien. Se les bendicen los alimentos”. El padre brinda atención espiritual a todo aquel que lo solicita.
“El venezolano viene con un semblante bajo, con una cara triste. Lo que necesita muchas veces es que sea escuchado, y aquí tratamos de dar esa atención integral, siempre desde la caridad”, explica el abogado.
“¿Qué me ha conmovido? Ver muchos niños en estado de desnutrición y malnutrición. Pero también es positivo ver su recuperación, y en muchos casos se ha logrado”.
Aunque le conmueve también el alto número de “adolescentes que en medio de su desesperación llegan a la prostitución; así como las violaciones de derechos humanos en ‘La Parada’ (Cúcuta) por instituciones del Estado”, celebra lo bueno a pesar de los dramas.
Alegrías en medio de la crisis
“Nos satisface ver personas que han logrado salir a Perú, Ecuador, Chile, otros países de Latinoamérica; o al interior de Colombia. Y confirmar que han cumplido sus metas”.
Consultado por Aleteia con respecto a las conversiones en el marco de la obra, Jean Carlos Andrade dice ser testigo de “muchos casos de fe y de milagros… Gente que ofrece su servicio y suplica a Dios conseguir trabajo, que al otro día obtiene las cosas buenas que ha clamado”.
Más que cifras, en Colombia se multiplican las bondades en medio de un cada vez más grande ejército de voluntarios que con caridad -y en particular silencio- se esmeran por dar amor a quien más lo necesita.
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