Dice la leyenda que se instauró para que no hubiese “sorpresas” como con la “papisa” Juana…
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La basílica de san Juan de Letrán conserva innumerables objetos sagrados y reliquias que cuentan por sí solos gran parte de la historia del cristianismo.
En esta que fue la primera sede episcopal con título honorífico de Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput (madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra), podemos ver ,más precisamente en su claustro, un objeto muy particular: la silla “obstétrica” .
Esta silla obstétrica no tiene nada que ver con las embarazadas sino más bien con los Papas; bueno en realidad con una embarazada sí, la “papisa” Juana.
Según la leyenda, en un momento de la historia de la Iglesia entre los años 855 y 857, estuvo en el poder un papa con el nombre de Benedicto III o Juan VIII (como aclaramos, es una leyenda por lo tantos los datos son siempre inciertos).
Durante una procesión solemne el papa de repente cayó de su caballo, con fuertes dolores. El Santo Padre estaba por convertirse en “madre” y delante de una gran gentío que participaba al evento. Algunos dicen que ante el escándalo la gente la linchó hasta matarla y otros dicen que murió durante el mismo parto.
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¿Hubo una papisa en la Iglesia?
Desde entonces para evitar próximas “sorpresas”, a cada elección de un nuevo papa, este era obligado a sentarse en esta silla al decir bien, poco de elegante, para que mostrara en un ritual público sus “atributos masculinos”.
En realidad, como ven en foto, esta silla realmente existió, pero no tenía nada que ver con la historia de la papisa Juana, sino que se trataba de un ritual simbólico que representaba a la Iglesia en su rol de Madre (Ecclesia Mater) a través de un gran gesto de humildad con la humillación pública.
Apenas se elegía el papa, este finge de no querer aceptar el cargo, escondiéndose de los obispos y rechazando su nuevo encargo. Luego todos entran solemnemente a Letrán y se invita al papa a sentarse en esta curiosa silla, también llamada estercolara.
La silla poseía un agujero en el centro y el papa tenía que sentarse un poco reclinado justamente como una mujer a punto de dar a luz, mientras los obispos recitaban un salmo, para recordarle que Dios lo había elevado del polvo y el estiércol de su humana condición a la dignidad del Patriarcado. Luego una persona comprobaba la virilidad del papa.
Se dice que esta usanza duró por casi siete siglos hasta que fue suprimida por el papa Adriano VI, y que otra silla obstétrica se encuentra en el Vaticano, sólo que esta es de madera y la de Letrán es de mármol.