Nadie pregunta identidad partidaria al curar las ampollas en los más de 40 puestos asistenciales, nadie pide ADN partidario al ofrecer un poco de agua cuando al pasar escucha que el de al lado tiene sed, ni indaga a quién votará antes de decirle “Vamos que falta poco”.
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La imagen cabecera salió de San Cayetano a las 11 de la mañana del sábado, y estuvo en la misa central a las 7. Pero varias horas antes ya había grupos de peregrinos caminando a Luján para llegar antes del anochecer. Por eso, por 24 horas decenas de miles de argentinos caminaron hasta el santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján.
Se trata de la peregrinación Juvenil de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Pero de la que participan no sólo jóvenes, como Raúl que la caminó por 34 ta vez y parecía fresco como la primera. Y que tampoco es sólo de la arquidiócesis de Buenos Aires, porque desde todo el Gran Buenos Aires llegaron hasta San Cayetano a 60 kilómetros del santuario mariano, o partieron desde distintos puntos no sólo para peregrinar, sino también para peregrinar unidos a otros.
“Nuestra peregrinación es como un signo del caminar del pueblo argentino en el que no solo es importante el destino al que se llega, sino el mismo caminar, que no hacemos solos, sino con los otros, compañeros de ruta, peregrinos como nosotros. Entonces se trata de aprender a ‘caminar juntos’, lo cual implica el esfuerzo por dejar de lado las actitudes individualistas y abrirnos al compartir y a valorar la riqueza que los otros nos aportan”, expresó el Obispo Jorge Vázquez, obispo de Morón, a cargo de la homilía de cierre, a las 7, en el Santuario.
Segundos antes había proclamado que este pueblo argentino que peregrinó a Luján “no quiere ningún tipo de grieta y enfrentamiento estéril, un pueblo cansado de divisiones”. Verdaderamente pocos de los temas que surgían del diálogo con los peregrinos tenían que ver con esos que supuestamente dominan la agenda pública. Agradecer la cirugía de mi tío, decía Camila, por la familia decía Dylan, por el país- a secas- dice Elvira, por la hija de un amigo dice Martín, por haber curado de su adicción dice un diputado bonaerense que discretamente camina entre los peregrinos… y sí, hinchas de River Plate cumpliendo promesas por haber ganado la Copa Libertadores, a pocos metros de uno que contento caminaba luciendo la camiseta de Boca. Todos hijos de María al fin.
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“Madre, ayúdanos a unirnos como pueblo”, fue el lema de este año y ese fue el espíritu, y lo es en realidad desde hace años. Porque quienes más han caminado difícilmente hayan encontrado algún conflicto entre argentinos como los que se ve en la televisión o en las redes sociales. Caminando a la casa de la Madre los hermanos no se pelean, “ésa es la ley primera”, dice el Martín Fierro, e incluso alguno expresa lo mismo al ver pasar un minúsculo grupo que decidió caminar animado por la marcha peronista.
Nadie pregunta identidad partidaria al curar las ampollas en los más de 40 puestos asistenciales, nadie pide ADN partidario al ofrecer un poco de agua cuando al pasar escucha que el de al lado tiene sed, ni indaga a quién votará antes de decirle “Vamos que falta poco”.
Contra todo pronóstico físico el peregrino camina sin parar, se sacrifica, va sintiendo progresivamente la presión de los dedos de los pies contra las zapatillas o el punzante tirón de los gemelos. Pero ayuda y es ayudado, y llega. Y disfruta. Y llora. Y se ríe. Y reza, aunque todo durante la jornada fue oración. Y después de muchas horas, descansa. Para seguir caminando… Esto es Luján. Y por esto se vuelve año a año.
El pueblo argentino camina unido sin grietas ni divisiones. Lo hace peregrinando a Luján, la casa de su Madre.
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