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¿Qué siente un bebé nada más nacer?

KARMIENIE PIERSIĄ
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Aleteia Team - publicado el 30/10/19
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La leche materna proporciona anticuerpos, endorfinas y felicidad

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Nacer no es una broma. Durante el parto, el bebé es escupido de las paredes uterinas que caen sobre él y lo empujan a salir a través de la vagina que, en condiciones normales, tiene una circunferencia más pequeña que su cabeza. La vagina afortunadamente es elástica y la cabecita logra superarla y salir.

Nacer no es divertido. El bebé pasa de una temperatura de 37º a 24º, si todo va bien; o a 12º, si nace en Mongolia y estamos en invierno; o directamente a 0º, si es un pequeño esquimal y nace en un iglú.

Luego está el problema del oxígeno. Dentro de la madre, el oxígeno le llegaba a través del cordón umbilical. Ahora, el bebé debe respirar con sus pulmones. Las primeras respiraciones son agotadoras y llenas de dolor.

Y, como si todo esto no bastara, está la gravedad. Ha estado nueve meses flotando y ahora el peso lo empuja hacia abajo.

Todos estos cambios generan en el recién nacido, angustia y ansiedad. Un pico de desesperación que, de repente, en pocos instantes, desaparece.

Lo colocan contra el pecho de su madre y todo cambia. Escucha el corazón que ha estado escuchando 9 meses. Eso le alivia, le tranquiliza, le da paz.

El niño recobra el bienestar y la felicidad que tranquiliza su corazón. Esta felicidad le permite pasar página al parto, aquel proceso que le hizo marcharse del paraíso en el que estuvo durante 9 meses, sumergido en líquido amniótico.

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Pixabay

Cerca de él, un pezón que la madre le ofrece y del que sale, poco a poco unas gotitas. El calostro al principio, leche a continuación. Su boca se abre y siente paz.

La leche materna le llena la boca y aumenta su felicidad y alegría. Aporta anticuerpos, endorfinas. Protege del dolor y de la enfermedad. Es alimento que combate tanto del hambre como la sed. Es cálido y, por lo tanto, protege del frío.

Su composición es absolutamente perfecta y cambia día a día a medida que el niño crece para adaptarse a sus muchas necesidades modificadas.

A la hora de amamantarlo, su mamá, (también aquella que no amamanta) lo toma en brazos. ¡Qué gusto estar en brazos de mamá! Además del sabor de leche y de llenar su barriga, el bebé disfruta del olor de la madre, de su voz, de su rostro, de su pelo en el que se enredan sus deditos. Y el niño se enamora, se enamora de su madre.

 

 

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shutterstock
A veces, por diferentes razones, no es posible amamantar al bebé. Sabemos que la lactancia materna no es una condición ni necesaria ni suficiente para ser una buena madre pero, al mismo tiempo, la valoramos mucho pues está comprobado que es buena tanto para la salud de la madre como para la de su hijo.

Este artículo de Silvana de Mari ha sido traducido y editado para los lectores de Aleteia en español

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