Si mamá está bien, entonces todo va bien. Y si está mal…Como madres, deseamos asegurar el bienestar de nuestra familia. ¡Que todo vaya bien, para todos y para siempre! Y por eso lo abarcamos todo.
Desde que nos levantamos, empieza la carrera. Quizás antes incluso, tal vez a las 3 de la madrugada nuestro cerebro ya esté en marcha para recordarnos todo lo que olvidamos hacer la noche anterior o todo lo que debemos realizar al día siguiente…
- Pedir cita con el médico para el Uno.
- Luego, hacer la compra porque el frigorífico está desesperadamente vacío.
- Organizar las próximas vacaciones.
- Comprar un regalo de cumpleaños para el Dos y para la prima del Tres.
- Preparar la merienda para la excursión escolar al museo.
- Llamar a Fulanita, que no le va del todo bien
- Y, ya está, ¡he olvidado tender la colada!
En definitiva, de poco sirve que os dé más detalles. Las madres corren en su cabeza y en la vida, intentan conciliar, a menudo como equilibristas prodigiosos, su vida personal, profesional, de pareja y de madre. Y a menudo con noches inquietas. El agotamiento llama a la puerta…
¿Eres Marta?
Miremos ahora a Marta y a María, en el Evangelio de Lucas. ¿Cómo no compadecerse de Marta con toda su actividad, que organiza, piensa y actúa en todo? ¿Cómo no comprender su irritación al ver que María parece no querer hacer su parte? ¡Que levante la mano quien nunca haya vivido una situación así con su cónyuge o sus hijos! (Por no lanzar la primera piedra…).
Miremos cómo refunfuña y expresa sin disimulo su enfado a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”.
Seamos sinceras, ¿no habríamos hecho lo mismo en su caso? ¡Jesús también podría haber hecho algo por el reparto honesto de las tareas domésticas! Creo que todas estamos de acuerdo en que hay algo injusto en que Marta se deje el lomo trabajando.
Solo una cosa es necesaria
Bueno, ahora que hemos identificado ese sentimiento que tan bien conocemos, miremos la respuesta de Jesús, que debió de sorprender mucho a Marta: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.
Os propongo dejar resonar en vosotras estas palabras de Jesús. Una sola cosa es necesaria. Esta cosa es lo contrario a la agitación y al estrés. Es pararse. Es sentarse a los pies de Jesús, escucharle en una conversación de corazón a corazón, para recuperar el aliento junto a Él.
Estas palabras, después de molestarme primero, me agradaron. Jesús nos muestra el camino a las madres que somos campeonas por someternos a la enorme presión de que todo sea perfecto.
Y recuerdo ahora la famosa frase de san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”. Encontraremos el reposo únicamente en Él, la paz del corazón volverá si le entregamos a Él todos los quehaceres.
¿Y no está aquí la clave para nuestra familia? Si mamá tiene el corazón en paz, entonces nos sentimos seguros y amados por quienes somos, por imperfectos que seamos. Si mamá es perfecta en todo, entonces ¿hace falta que nosotros los hijos lo seamos también? ¡Cuánto estrés familiar!
Dedicar tiempo a revitalizarse
Dediquemos pues tiempo para revitalizarnos y recuperar fuerzas.
- Algunas podrán tomarse 30 minutos al día.
- Otras podrán robar cinco minutos de aquí y de allá.
- Un té en el sofá repleto de ropa.
- Una página de un libro antes de que el último se levante de la siesta.
- Un paseo por el barrio para tomar el aire.
- Unos segundos de rodillas ante Jesús
- Una canción que reitere nuestra confianza mientras mecemos al bebé
- Una oración al Espíritu Santo antes de tomar una decisión o para confiarle a un hijo que pasa por dificultades…
Cada una podrá encontrar aquello que le sea posible hacer para enviar a paseo a esa culpabilidad que nos corroe tan rápido a las madres cuando no estamos al 100 % de nuestra capacidad. Jesús nos conoce y solamente espera una cosa: que vayamos más a menudo a Su lado para relajarnos y reposar.
Infravaloramos los momentos de amistad, que nos hacen tanto bien. En pocas palabras: permitamos que nos amen y dediquemos tiempo a amarnos a nosotras mismas cuidando de nosotras. Porque ¿cómo si no podríamos cuidar de nuestro esposo y nuestros hijos? ¡Jesús sabe bien que esa es la primera cosa que necesitamos!
Atrevámonos a ser imperfectas, atrevámonos a ser nosotras mismas, atrevámonos a acostarnos sin haberlo resuelto todo, a decir lo que necesitamos, a pedir ayuda con sencillez.
El Señor nos colmará si tenemos la humildad de dejarlo todo en sus manos y si hacemos de nuestra vida interior nuestra prioridad. Si mamá está bien, entonces todo va bien. La paz vuelve al hogar. Y tú, ¿qué haces hoy? Yo, ¡una pausa!
Eline Landone, es madre de cinco hijos y autora de ‘Burn-out maternel et épuisement spirituel’ (“Burn-out materal y agotamiento espiritual”), de la editorial francesa Artège.