Gracias a una “montaña” de solidaridad hoy es ejemplo de esperanza. No se va de Venezuela y hará una canción con su historia. “¡No me rindo!”, exclama.
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Recibió disparos en una protesta en julio pasado. Disparos que llegaron directo a sus ojos. Impactó la imagen del joven Rufo Chacón, uno de los tantos que participaban en las manifestaciones de calle, con sus manos tapándose los ojos llenos de sangre.
“Fue muy fuerte –declaró en aquella oportunidad- perder la vista de una manera tan drástica. La sensación de no poder ver, cuando me toqué la cara y se me cayeron las partes de los ojos en la mano fue una sensación fea, pero mientras tenga vida, hay que seguir adelante”.
No era un decir. Rufo estuvo siempre lleno de optimismo y hablaba con la humildad que lo caracteriza. Todo lo veía como una prueba, una prueba que superaría. Y tiene a quien salir.
“¡No me rindo!”
Su madre, dueña de ese recio espíritu combativo de los hombres y mujeres de las montañas andinas venezolanas, se propuso sostener a su hijo anímicamente pero también emprender la búsqueda de ayuda para atenderlo con profesionales bien capacitados. Inmediatamente suscitó la solidaridad y se inició una campaña en las redes sociales. Fueron apareciendo empresas y particulares que dieron el frente a los gastos de Rufo y su madre para ir a España y ponerlo en manos de cirujanos oftalmólogos con la esperanza de recuperar su visión.
Cuando salía hacia España, el joven decía sentirse triste pues llegaría a un país que no conocía y no podría verlo. Pero enfatizó: “¡No me rindo!”.
Allá consiguieron lo que bien podríamos llamar un “milagro” de la medicina: unos dispositivos especiales que le han vuelto al joven el alma al cuerpo. No sólo recuperó su visión aunque perdió los globos oculares, sino que también la alegría.
Una nueva mirada
La operación la realizó el doctor Miguel Salinas, en Barcelona, y la financió la fundación venezolana Frigilux, la cual recaudó el dinero. Las prótesis oculares, dotadas con tecnología 3D e inteligencia artificial, según se dijo al principio, le proporcionarían autonomía, aunque “por el momento” no recuperaría la visión. La avanzada tecnología provee a las prótesis de “un sistema conectado a un pequeño aparato adosado a la patilla de una gafa, mecanismos que, en conjunto, traducen a un mensaje de voz las imágenes que captan”, según publicaba el diario ABC-Barcelona.
El joven recobró artificialmente la vista y, es cierto, ha ganado en calidad de vida. “La operación fue perfecta”, contaba a la prensa.
A estas alturas, Rufo está agradecido, no sólo con los médicos que lograron que pueda leer y distinguir las imágenes y personas, sino con sus benefactores. Tiene una nueva mirada, con movimiento ocular incluido, gracias a las prótesis implantadas en las cuencas de sus ojos. Su expresión es entusiasta y su energía más fuerte.
Reconoce haber tenido momentos de desesperanza pero repite “siempre recuerdo que tengo vida y que todo sigue. No hay que dejarse hundir por la marea”, manifestó en una entrevista ofrecida al diario caraqueño El Nacional. “La esperanza es lo último que se pierde”, se decía.
“Mi hijo es ejemplo de la Venezuela posible”
La madre del joven, a quien aún recordamos exigiendo un pasaporte para llevar a su hijo a España, ha declarado a los medios: “Mi hijo es hoy un ejemplo vivo de la Venezuela posible, la que a pesar de los maltratos e injusticias se levanta y lucha por seguir adelante”. En Instagram, ella colgó un mensaje con la foto de hijo, en el que afirma que el joven ha recibido “la bendición de lo más avanzado que ofrece la ciudad (Barcelona) hasta el momento para mejorar su calidad de vida e independencia”.
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El joven –antes de la tragedia- aspiraba estudiar Ingeniería en Informática pero ahora optará por la música, que es arte y sentimiento para comunicar, más allá de sentidos y limitaciones. Siempre me gustó la música aunque tenía problemas de pronunciación”, ha confesado.
A través de la música piensa compartir su experiencia. “Pienso hacer una canción de mi historia. Una vida dura, la cual ha sido de muchas caídas, y a futuro tiene que salir a flote”.
Nunca se dijo con más razón, que la fe mueve montañas. Rufo es un testimonio vivo de ello.
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