Un venezolano universal cuya gestión fue clave para los derechos humanos en América Latina
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En 1997, Butros Butros-Ghali, secretario general de Naciones Unidas, dio por finalizado el proceso de paz en El Salvador. El hombre para culminar exitosamente ese propósito fue Pedro Nikken, consejero legal de ONU y hombre clave de Butros-Ghali para procesos difíciles donde estuvieran en juegos los derechos humanos.
Lo acompañó a Ruanda y Burundi; también a las Balcanes: esa estrecha relación estableció una corriente de confianza que hizo más fácil y eficiente la colaboración en momentos muy álgidos para la paz de territorios en permanente conflicto.
Pedro Nikken era abogado. Había estudiado en Francia y, por supuesto, en Venezuela. Un creyente de profundas raíces católicas, promotor incansable del diálogo y la reconciliación.
En El Salvador, país centroamericano que vivió una cruenta guerra civil que se prolongó por 40 años, Pedro era reconocido, admirado y muy querido por ambos bandos. La guerrilla salvadoreña vio en él a un promotor sincero y justo de la paz. El Perú de Sendero Luminoso fue igualmente preocupación y esmero de este insigne promotor de comprensión entre bandos enfrentados.
Era hábil negociador. En Venezuela, hoy, constituía un discreto factor de primera línea en los esfuerzos que se han venido desarrollando para encontrar una salida de paz y entendimiento que pudiera alejar las probabilidades de enfrentamientos intestinos. Era un sabio defensor de los derechos humanos y sus cualidades y brillante capacidad de discernimiento lo hacía indispensable en todas las iniciativas de justicia y pacificación, tanto en los escenarios nacionales como internacionales.
Fue profesor universitario, juez (1980-1989) , vicepresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (1983-1985), Miembro de la Comisión Andina de Juristas (1986) y Vicepresidente del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (1988).
En una entrevista, realizada hace exactamente un año en el portal ProDavinci de Caracas – y que hoy reeditan en su honor-, abordó el tema de la persecución contra los defensores de derechos humanos en el continente:
“En los litigios ante la Corte Interamericana escuché decir cosas como ¿qué había detrás de x organización de Derechos Humanos? ¿Qué cuál era el propósito oculto? Acusándolas de ser modos de vida o de tener un propósito subversivo. Ahora es peor, la persecución es mayor, las limitaciones al financiamiento de las organizaciones son mucho mayores, la descalificación es mucho más agresiva y para eso tenemos que estar preparados porque en definitiva el defensor de Derechos Humanos lucha contra el poder siempre, para exigirle que haga lo que no ha hecho o para que deje de hacer lo que hace, siempre lo va a incomodar. Entonces, no diría que se le reste importancia, sino que nos demos cuenta que así son las cosas y que eso significa que los gobernantes tienen una dosis más pequeña o más grande de cinismo y de perjurio respecto a cumplir y hacer cumplir la constitución”.
Sobre Venezuela, fue enfático al declarar que vivimos una situación”de facto, no de iure“:
“Venezuela está en una situación precaria. Venezuela ha denunciado la Convención Americana de Derechos Humanos, ha denunciado a la OEA. Es decir el país no cumple con ninguna de sus obligaciones internacionales en materia de Derechos Humanos, el gobierno quiere deshacerse de cualquier compromiso en esa materia, marcando un distanciamiento franco y claro con el derecho internacional en materia de Derechos Humanos, que significa el abandono de una de las grandes conquistas de la humanidad. No recibe a nadie de la OEA, no recibe a nadie de la ONU, descalifica a las organizaciones de Derechos Humanos, en ese sentido el gobierno se encuentra en las antípodas de la Declaración Universal”.
En uno de esos incomprensibles giros del destino, una caída desafortunada le causó la muerte cuando apenas pasaba de los 70 años de edad. En pocas horas se fue durante la mañana de ayer día 9 de diciembre. La tristeza, consternación y sensación de haber perdido uno de los más destacados juristas y orientadores en estos tiempos confusos y peligrosos, se apoderó ayer de la colectividad, apenas se supo la noticia.
Para todos quienes lo conocimos y pudimos disfrutar de su amistad y confianza, de su sonrisa fácil y franca, de su conversación inteligente y sus recomendaciones tan acertadas, recordaremos para siempre a un hombre comprometido con lo mejor del ser humano, lo cual sabía hacer aflorar cuando lo peor de los sentimientos se hacía dueño de la situación.
Era su secreto para acercar a la gente, para tender puentes, como recomienda el papa Francisco. Su alegría, talante amistoso y su elevada estatura, coronada con grandes ojos azules, hacían recordar al descendiente de inmigrantes holandeses, tan refinado como sencillo, tan discreto como entusiasta.
Dios permita que, si bien ya Pedro descansa en Su paz, el valioso legado que deja haga posible rendirle el mejor tributo: que Venezuela siga la ruta del reencuentro.
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