Encuentra paz en tu corazón
La Navidad es un tiempo de paz, un estado al que estamos invitados especialmente pero que muchas veces nos resulta difícil cuando nos afloran sentimientos de profunda pena, tristeza o rencor por situaciones cotidiana, por el estrés y también por capítulos dolorosos de nuestro pasado. Es el momento del año en el que puedes hacer el mejor regalo.
Buscar la serenidad en el día a día y sanar esas heridas es clave para poder aliviar nuestro corazón y encontrar la paz que tanto necesitamos. El perdón es uno de los mejores regalos que podemos hacernos a nosotros mismos para poder también compartirlo con los demás.
Así es cómo llega la verdadera paz, cuando no tratamos de olvidar lo que nos duele, sino cuando nos disponemos a trabajarlo.
¿Dónde están tus heridas?
Mucha gente piensa que perdonar es olvidar y al no poder olvidar cree que no es posible perdonar. Sin embargo, el perdón nada tiene que ver con el olvido. Si a uno le hicieron daño y siente que su corazón tiene cicatrices, por mucho que se intente, estas no desaparecerán.
Las situaciones de dolor dejan un recuerdo que tarde o temprano se harán presentes en algún momento de nuestra vida y, en cierto punto, sentir revivirlas. Lo que permite el perdón es que seamos capaces de recordarlas sin que nos duelan. Y esto se consigue cuando el trabajo se hace sobre el dolor y no sobre el recuerdo.
Es posible recordar con paz un acontecimiento a lo largo de toda la vida. Vincularse con la herida genera ese espacio para pensar por qué está allí y para qué; que nos ha enseñado y encontrarle un sentido. Siempre hay un aprendizaje del que podemos aprovecharnos hoy.
Abraza todas las experiencias de vida
El perdón nos permite hacer un trabajo interior con el que podemos aprender algo de una experiencia dolorosa y convertirnos en una mejor persona, encontrar plenitud y desarrollar nuestra mejor versión. Para poder llenar el corazón de buenos sentimientos, hay que hacer espacio limpiando lo que obstaculiza esta tarea.
Es importante perdonarse por los errores cometidos, por haber sido frágil, o incapaz de ver o tomar la decisión adecuada reconociendo lo más luminoso y lo más oscuro en nosotros. Al ser misericordioso con uno mismo primero, podremos perdonar más fácilmente a los demás por el daño que nos hayan causado.
Hay personas que son más dóciles, pero cuando hay más daño o más complejidad, el orgullo se enrosca en nuestro pecho. Perdonar es soltar. Uno decide liberarse de ello y entiende que en la foto más grande al final todos hacemos lo que podemos de acuerdo a las cosas que nos han tocado vivir y que no siempre es lo que hubiéramos elegido.
Como dice Chayanne en su canción “Madre Tierra”:
Debes brindar amor para después pedir
Hay que perdonar para poder seguir
Recuerda que tenemos sólo un viaje de ida
Y hay que darle gracias siempre a la vida
Elige convertirte en una mejor persona
Después de sanar uno se siente una mejor persona. Perdonar nos quita la rabia, el resentimiento, uno se vuelve diáfano, transparente, y sobre todo se quita un peso que aliviana nuestro camino por la vida y nos genera bienestar, ya que lo que nos ocurre en el alma, suele codificarse en el cuerpo por las angustias y los miedos.
Ayudar a los demás a que no pasen por lo que hemos pasado nosotros en primera persona es también muy sanador. Esto ocurre cuando logramos dar vuelta el dolor propio y el resentimiento para transformarlo en amor hacia los demás.
Muchos vuelcan alguna parte de su vida en ayudar a otras personas a que no pasen por lo que ellos han pasado. Se dedican a trabajar con niños desamparados, ayudando en el ámbito de la salud o en temas de abuso. Esta oportunidad de amar es reparadora y 100% sanadora y maravillosa cuando se experimenta.
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