Entre las garantías que buscamos para que la relación tenga la oportunidad de sobrevivir se encuentra el mito de la compatibilidad sexual. Un mito cruel y falso que está causando estragos.
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Me llenan de tristeza y desacuerdo las historias en las que los años vuelan y las personas jóvenes (y luego mayores) siguen teniendo una relación detrás de otra, pero aún no tienen familia: marido, mujer, hijos.
Ya han experimentado la mayor parte de lo que sucede en una relación, desde enamorarse hasta compartir todos los rincones de la casa. Se demostraron a sí mismos que podían estar a la altura en todos los aspectos y luego rompieron.
La decisión de casarse es demasiado importante para ser tomada a la ligera. Al mismo tiempo, la expectativa de que otra persona satisfaga todas las necesidades y sueños no es madura, sino ingenua.
Entre las garantías que buscamos para que la relación tenga la oportunidad de sobrevivir se encuentra el mito de la compatibilidad sexual. Un mito cruel y falso que está causando estragos.
Hay algo en él extremadamente simplificador de una persona. Algo que lo reduce a un comportamiento externo, además de rígido, inmutable.
Nos hacemos la pregunta superficial: “¿Me sentiré bien contigo?” (por supuesto, se puede preguntar: “¿Te sentirás bien conmigo?”).
El cuerpo es importante
No quiero escribir que el cuerpo carece de importancia. Todo lo contrario, precisamente porque es extremadamente importante, merece ser tomado muy en serio. No es cualquier cosa. No es una herramienta para complacer a alguien.
El cuerpo no está hecho para experimentar con uno mismo y para comprobar si la otra persona está hecha para mí. Porque es parte de mí, de mi identidad.
No tengo un cuerpo, soy alma y cuerpo. Todo lo que pasa por mi cuerpo, toca mi alma. En la esfera sexual, me toca como a un ser vivo: la psique, las emociones, el espíritu. Todo lo más profundo dentro de mis límites.
Es cierto que fuera de estos límites no debería encontrarse uno cualquiera. Por eso es imposible “comprobarlo”, comenzando por compartir la intimidad física. Es como dejar que un extraño entre en tu propia casa para ver si es honesto o si es un ladrón o un asesino.
La memoria del cuerpo
El matrimonio conecta a personas cuyos cuerpos cuentan sus propias historias. A veces también muy duras. La memoria corporal puede incluir acoso, abuso, violencia y pornografía.
Tal vez experiencias de ser ridiculizado o avergonzado. Probablemente hay más personas que tienen heridas en esta esfera que aquellas que no las han experimentado.
¿Es la desnudez suficiente para revelar estas heridas? Después de todo, las personas esconden y las protegen las heridas más dolorosas por miedo al dolor y al rechazo.
A veces lleva mucho tiempo aceptarse a uno mismo en este campo. ¿Para acercarse a la seguridad de la aceptación mutua, es realmente necesario probar la solución drástica como estar juntos conviviendo durante dos años, pero solo a prueba?
El cuidado verdadero
La admisión condicional de la otra persona con todo lo que viene “a prueba”, porque si resulta que no hay compatibilidad, la arrojaremos a los deshechos, hace daño a ambas partes.
Me saltaré las relaciones que comenzaron con la búsqueda de una pareja sexualmente compatible en el dormitorio y se atascaron en algo frustrante por años.
Algo que ni promete ni realmente se sabe cómo romperlo, en cuentas comunes y en el grado de intimidad.
Hay algo tremendamente injusto, especialmente en el destino de las mujeres que, después de la segunda, tercera o posterior relación “a prueba”, están en camino a sus cuarenta años y la posible maternidad depende de un hilo, esperando que aparezca alguien que finalmente decida tener una relación seria.
Para saber si la otra persona es “sexualmente compatible contigo”, debes aprender algo sobre él/ella desde un nivel completamente diferente. Y se necesitan otras preguntas para esto.
- ¿Podemos confiar el uno en el otro?
- ¿Estamos unidos en valores clave y objetivos de vida?
- ¿Queremos aceptarnos así cómo somos?
- ¿Podemos mirarnos con empatía?
Si nos preocupamos por la otra persona, encontraremos delicadeza y nos sentiremos libres y abiertos para hablar sobre las necesidades en cada área de la vida.
Por el deseo natural de no lastimarse y no tratarse mutuamente de manera instrumental, surge la posibilidad no solo de “compatibilidad” sexual, sino también de un vínculo real, profundo e íntimo. Y este necesita tiempo. En salud y enfermedad, para bien y para mal, en la seguridad del descubrimiento mutuo.