Esta es una pregunta aparentemente sencilla, y sin embargo, resulta difícil de contestar.
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La Fundación Catalana del Síndrome de Down (FCDS) ha querido dar luz a éste interrogante a través de un vídeo titulado “¿Discriminas o respetas?” en el que varias personas con discapacidad intelectual, nombran los diferentes tópicos que se han utilizado hasta ahora para referirse a las personas con su misma condición intelectual.
Hoy en día son muchos los que intentan eliminar expresiones de nuestro vocabulario que pueden herir la sensibilidad y autoestima de quienes tienen algún trastorno o discapacidad. Así, diferentes colectivos y asociaciones, así como profesionales, familiares y los propios implicados lanzan campañas de sensibilización como esta que nos habla de la importancia de referirse correctamente a una persona con discapacidad.
Esto es tan simple como darle naturalidad a la situación. Como bien dicen en el vídeo de FCSD, estamos hablando de personas, con sus virtudes y sus defectos, con limitaciones en ciertos ámbitos pero también con capacidad para hacer muchas cosas en otros.
Personas como cualquier otra, iguales en derechos en nuestra sociedad, pero ¿son normales?
Expertos en Psicología de la Universidad de Yale, Avram J. Holmes y Lauren M. Patrick, aseguran en un artículo publicado en la revista Cell, que “nadie es normal”. En dicho artículo, titulado “El mito de la optimalidad en la neurociencia clínica“, se habla del mal uso de la palabra “normal” cuando hace referencia a una persona.
Se considera normal lo frecuente según las estadísticas, pero si tenemos en cuenta que no hay dos individuos iguales (con o sin discapacidad) y que todos somos diferentes entre nosotros, nadie es normal.
Estos científicos explican que una persona normal sería por lo tanto “una caricatura, una mera construcción”, un individuo que reuniera el promedio de todos los parámetros que podríamos analizar con respecto a las dimensiones del ser humano (biológica, afectiva, social, psicológica, espiritual): una persona con una estatura y peso medios, con una inteligencia media, con una salud metal situada también en la media, etcétera.
Sin embargo, todos tenemos los mismos derechos y la obligación de trabajar por una sociedad justa en la que cualquiera pueda desarrollarse sea como sea, para tener una vida digna y feliz.
Apostemos pues por construir una sociedad empática donde nos respetemos los unos a los otros, una sociedad inclusiva en la que, entre otras cuestiones, las personas con discapacidad se sientan bien y a gusto en ella.
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