Pedro Manuel Salado de Alba dio su vida en Ecuador, donde atendió a más de 500 niños en la escuela que fundó en Quinindé.Chiclana es una ciudad costera de la provincia de Cádiz (España). El turismo ha hecho de esta localidad un punto de encuentro de famosos en las vacaciones. A menos de 100 kilómetros se encuentra Palos de la Frontera, de donde partió la expedición de Cristóbal Colón que le llevaría al descubrimiento de América en 1492.
La mirada al océano y el deseo de llegar a otras tierras movió hace cinco siglos a muchos aventureros. Pero también en el siglo XX el corazón de un joven de Chiclana, Pedro Manuel Salado, se encendía por emprender viaje y cruzar el Atlántico para llevar a Dios a otras personas.
Pedro Manuel era un muchacho sencillo, que nació en 1968. Era inquieto y le gustaba la música. Desde pequeño se había involucrado activamente en las actividades de su parroquia y del colegio.
Perteneció al coro de la iglesia de san Juan Bautista, luego aprendió guitarra y la tocaba en las misas del Hogar de Nazaret… Su inquietud espiritual le llevó a ser catequista y a darse cada día más a los demás.
Le invitaron a viajar a Taizé y aquello supuso un antes y un después: allí descubrió su vocación misionera. En 1990, a los 22 años, se consagró a Dios.
La aventura más maravillosa de su vida
Las playas de Cádiz le iban a parecer desde entonces el puerto para embarcarse en la aventura más maravillosa de su vida, la de ser misionero en América. Pero antes, la misión también estaba entre los de su tierra andaluza, por eso hasta 1998 vivió en el Hogar de Nazaret de Córdoba.
Enamorado de Ecuador
Llegado el momento, cuando contaba 30 años, fue destinado a Ecuador. Allí la muerte le estaba esperando, pero una muerte que dejaría un rastro imperecedero.
“Era un gran trabajador”
¡Qué hermoso era Quinindé, en la provincia de Esmeraldas, con sus playas y su vegetación exuberante, llena de color y de vida, de plantas y animales que nunca había visto antes!
La población, en cambio, necesitaba ayuda para salir adelante y para muchos niños no había posibilidad siquiera de recibir alfabetización.
El hermano Pedro Manuel levantó en Quinindé un Hogar y la Escuela Sagrada Familia de Nazaret.
Con los niños el misionero se volcaba para que recibieran educación humana y espiritual. Era, según recuerda Manuel Jiménez, otro misionero, “una persona tímida, llena de humildad y gran trabajador”.
Héroe sin buscarlo
El día 5 de febrero de 2012 fue su última jornada de labor. Pedro Manuel fue con un grupo de niños a la playa de Atacames. Estaban jugando y se metieron en el agua, pero la corriente arrastró a los niños mar adentro. En muy poco tiempo, los pequeños se vieron engullidos.
Salvar a los siete niños
Pedro Manuel se lanzó al agua y fue sacando a los niños uno a uno. No paró hasta que los siete estuvieron a salvo. Inmediatamente después, el misionero fallecía de un paro cardíaco a causa del esfuerzo.
Pedro Manuel murió así dando su vida por los demás.
El 12 de octubre de 2012 se abrió la causa de canonización de Pedro Manuel Salado en el obispado de Córdoba (España). En Chiclana, su ciudad natal, un monumento recuerda a este misionero. Se le ve de pie, en movimiento, con un niño y una niña tomados de la mano.
Mañana, domingo día 9 de febrero, en la parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza de Chiclana, a las 12.00 horas se celebrará una misa de aniversario de la muerte del hermano Pedro Manuel.
A un lado y otro del océano, la huella del misionero lejos de ahogarse emerge con más fuerza.