Los ancianos solos, tristes y en situación de calle que acuden a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de Caracas, reciben comida, ropa, medicamentos y aprenden a valorarse como personas
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La respuesta de la Iglesia a la crisis humanitaria que se vive en Venezuela, se deja ver por todos lados, incluso, en sectores considerados “pudientes” como la urbanización Las Mercedes en el “Este de Caracas”, una especie de “burbuja” donde supuestamente no se plasma el sufrimiento de la población, sin embargo, aquí también llega gente necesitada.
Uno de estos testimonios corresponde a la señora Herlgar Buzeck, de 71 años, quien vive en La Pastora (al noroeste de Caracas) y tiene un año recibiendo comida, ropa y medicamentos en esta iglesia. Ella elogió la labor evangelizadora y social que cumple los integrantes del programa de atención en estos tiempos de abundantes necesidades.
“Tengo un año comiendo en la Iglesia La Guadalupe y me han tratado muy bien. Yo me siento muy agradecida hacia ellos, por eso pido a Dios que bendiga a estos religiosos y a las mujeres que les acompañan porque son muy buenos”, dijo la anciana venezolana.
Efectivamente, la parroquia “Nuestra Señora de Guadalupe”, cumple desde hace 28 años un programa de atención al anciano a nombre de “Santo Tomás de Villanueva”, motivado por un grupo de mujeres que decidieron ser solidarias con los de la tercera edad, “porque no tienen un pan con qué alimentarse o un vestido para cubrir su cuerpo, además, necesitan palabras de aliento, un poco de calor humano y mucho respeto”.
Desde entonces se reúnen todos los viernes buscando entregarles el alimento para el alma y también para sus agotados cuerpos. Muchos comensales son de la zona y otros llegan de comunidades necesitadas de Caracas. La olla solidaria se distribuye a las 2 de la tarde, y regularmente acuden 60 personas, de acuerdo con las cifras de los organizadores.
Irma Morán de Herrera, de 94 años de edad, es una de las pioneras de esta causa en favor de sus congéneres ancianos. “Mientras viva continuaré ofreciendo mi apoyo al hermano que lo requiera”, dijo en conversación con Aleteia el pasado 7 de febrero. “Me siento muy feliz de poder servir a las personas que lo necesitan”, repetía entusiasmada la noble mujer.
Explicó que con la crisis del país, “éstos hermanos ancianos en mayor cantidad se encuentran en situación de calle, viven solos o fueron abandonados por sus familiares. Pero hay algo positivo: muchos han logrado transformar sus vidas y ahora se valoran mucho más como seres humanos”, indicó durante la entrega de alimentos en la Iglesia.
El milagro de Dios en los pobres
María de Los Ángeles, una de las evangelizadoras, les habló a los ancianos de “la necesidad de tener fe en Dios nuestro salvador, si queremos lograr milagros en nuestras vidas, y dar testimonio de ello al mundo que nos rodea”. Luego, los invitó a narrar sus experiencias.
Ramón Landaeta, de 69 años de edad, levantó sus manos para agradecer al padre José Alejandro y los hombres y mujeres que colaboran con la obra evangelizadora porque tiene 6 meses acudiendo a los almuerzos que ofrece la parroquia debido a que no tiene empleo fijo. “Esto es un verdadero milagro porque vivo solo a pesar de tener 15 hijos. Ninguno se ocupa de mí, en cambio ustedes sí lo hacen y me reciben como si fuera un familiar más”.
Por su parte, José Pullas, de 55 años de edad, contó que estuvo a punto de perder la vida en una barrida de Caracas al ser confundido con otra persona “pero Dios obró el milagro” y sigue con vida. “El atacante colocó su arma sobre mi cabeza y me amenazó con acabar con mi vida si no le decía donde se encontraba el sujeto que él andaba buscando. Le clamé a Dios para que no me dejara morir allí. El delincuente se dio cuenta que estaba equivocado, me retiró el arma de mi cabeza y se alejó del lugar sin hacerme daño”.
Puyas confesó que hace 25 años era un adicto a las drogas, alcohol y cigarrillo. Agradeció profundamente a Dios y a las personas de la parroquia La Guadalupe por haberlo rescatado del abismo en que se encontraba, a través de los retiros de Emaús que ha realizado, lo cual lo han orientado a cambiar de vida y a ser un hombre de bien.
“Tengo siete años desvinculado de los vicios que estaban acabando con mi existencia ya que asisto a las sesiones de alcohólicos y narcóticos anónimos de Venezuela y gracias a Dios me siento un ser humano nuevo”. Contó que lleva 16 años saboreando los manjares que preparan en la parroquia dirigida por los Agustinos Recoletos.
Agradecidos con “Corazones Solidarios”
Fray José Alejandro Martínez (Orden Agustinos Recoletos) agradeció la colaboración que recibe de la feligresía, de los movimientos de apostolado y empresas que donan alimentos, medicinas, ropa y artículos de higiene personal para poder atender las necesidades de este grupo humano urgido de solidaridad. Su congregación recibe ayuda a través de la Red Corazones Solidarios (Arcores) creada para dar respuesta a la situación venezolana.
Igualmente reciben colaboración extranjera de parroquias administradas por los Agustinos Recoletos, especialmente provenientes de España. Cada semana la feligresía se reúne con los integrantes del programa para coordinar todo lo referente a la confección de los alimentos que entregarán el viernes y visitan otras parroquias para resolver su alimento.
“Además de proveerles bienes materiales, se comparte la palabra de Dios con el fin de que no se sientan solos y tristes por su situación de vida. Cada tres a seis meses se les invita a que se conviertan a través de la confesión para que vivan en paz”, explicó el párroco.
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