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Falta el pan a los discípulos que subieron a la barca con Jesús y les entra la preocupación por la gestión de algo material: "Discutían entre sí –dice el evangelio– porque no tenían pan".
Jesús, dándose cuenta de esto, les amonesta: "¿Por qué discuten de que no tenéis pan? ¿No entienden aún y no comprenden? ¿Tienen el corazón endurecido? ¿Tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen? ¿No recuerdan, cuando partí los cinco panes para los cinco mil, cuántas cestas llenas de pedazos se llevaron?".
Donde falta la compasión hay idolatría e ideología.
El papa Francisco parte de esta escena del evangelio para explicar la diferencia entre un "corazón endurecido", como el de los discípulos, y un "corazón compasivo" como el del Señor, el que expresa su voluntad.
Cuando no hay lugar para la compasión
Y la voluntad del Señor es la compasión: “Misericordia quiero y no sacrificios”.
Y un corazón sin compasión es un corazón idólatra, es un corazón autosuficiente, que sigue adelante sostenido por su egoísmo, que se hace fuerte solo con las ideologías.
Pensemos en los cuatro grupos ideológicos del tiempo de Jesús: los fariseos, los saduceos, los esenios, los zelotas.
Cuatro grupos que tenían endurecido el corazón para llevar adelante un proyecto que no era el de Dios; no había sitio para el proyecto de Dios, no había sitio para la compasión.
La medicina que cura la dureza de corazón
Pero existe una "medicina" contra la dureza del corazón y es la memoria.
Por esto en el evangelio, y en tantos pasajes de la Biblia que el Papa recorre, vuelve como una especie de "estribillo" el recuerdo del poder salvífico de la memoria, una "gracia" que pedir – dice Francisco– porque "mantiene el corazón abierto y fiel".
Cuando el corazón se endurece, cuando el corazón está duro, se olvida… Se olvida de la gracia de la salvación, se olvida de la gratuidad.
El corazón duro lleva a las peleas, lleva a las guerras, lleva al egoísmo, lleva a la destrucción del hermano, porque no es compasión.
Y el mensaje de salvación más grande es que Dios ha tenido compasión de nosotros. Este se repite en el evangelio, cuando Jesús ve a una persona, una situación dolorosa: “tuvo compasión”.
Jesús es la compasión del Padre; Jesús es la bofetada a toda dureza de corazón.
Tener un corazón abierto
Pedir por tanto la gracia de tener un corazón "no ideologizado" y por tanto endurecido, sino "abierto y compasivo" frente a lo que sucede en el mundo.
Porque –recuerda el Papa– por esto seremos juzgados el día del juicio, no por nuestras "ideas" o por nuestras "ideologías".
"Tuve hambre y me diste de comer, estaba prisionero y viniste a visitarme; estaba afligido y me consolaste", dice el evangelio.
Y "esta –subraya Francisco– es la compasión, esta es la no-dureza de corazón". Y la humildad, la memoria de nuestras raíces y de nuestra salvación, nos ayudarán a conservarlo así.
Cada uno de nosotros tiene algo que se ha endurecido en el corazón. Hagamos memoria, y que sea el Señor el que nos dé un corazón recto y sincero –como hemos pedido en la oración colecta– donde vive el Señor.
En los corazones duros no puede entrar el Señor; en los corazones ideológicos no puede entrar el Señor.
El Señor entra solo en los corazones que son como su corazón: los corazones compasivos, los corazones que tienen compasión, los corazones abiertos. Que el Señor nos dé esta gracia.