Uno de los mejores cantantes cantautores cristianos vivos hoy día transmite la majestad de la Creación
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Hay una hermosa escena en la película Despertares en la que Leonard, un hombre que ha sido liberado de repente de un estado catatónico en el que llevaba décadas sumergido, pide ver a su médico en mitad de la noche. “Tenemos que decírselo a todos”, dice Leonard a su médico. “Tenemos que recordarles lo maravilloso que es”. Y coge un periódico. “¿Y qué lees? Malas noticias, todas malas. La gente se ha olvidado de lo que es la vida, ha olvidado el milagro de estar vivo, necesitan que se lo digan. Necesitan que alguien les diga lo que tienen y lo que pueden perder. Necesitan que le hablen de la alegría de vivir. ¡El don de la vida!”.
Es una descripción muy apropiada de lo que tratan los últimos discos del británico Bill Fay, incluyendo el recién publicado Countless Branches.
Fay se ganó a su público por primera vez después de la publicación de un álbum sinfónico con su nombre en 1970 y, un año después, con el más experimental Time of the Last Persecution, definido por las extravagancias musicales de la época. Una mezcla de McCartney, Dylan y Cohen, las canciones de Fay se distinguían de las de sus contemporáneos por una visión del mundo profundamente espiritual y abiertamente cristiana, especialmente en Time of the Last Persecution. En canciones como la que da nombre al disco y “‘Til the Christ Comes Back”, encontramos a un hombre de pelo indomable contemplando el caos de un mundo fallido con una fiereza profética. Sin embargo, también encontramos a un poeta mirando maravillado el misterio de la vida misma. “Naciste, aunque no era obligado haber nacido aquí en absoluto”, canta en el tema “Plan D.”. “¿Y acaso no es eso causa de alabanza, haber nacido entre estos árboles?”.
Fay, también, cayó en un silencio que duró décadas. Cuando resurgió en 2012 con el disco Life Is People, volvió con un sentimiento más profundo aún de la belleza y la maravilla de la vida (como en “The Never Ending Happening”), en especial la vida humana. En el tema “Cosmic Concerto”, canta como si estuviera en el banco de un parque observando a abuelos, padres y niños jugando: “Hay milagros allá donde vas… Como dijo mi padre: la vida es la gente”. La perspectiva profética seguía ahí, en especial en el disco siguiente, más oscuro, Who Is the Sender? Temas como “War Machine”, “Order of the Day” y “The Freedom to Read” —un tributo al traductor bíblico William Tyndale que habla de las autoridades religiosas y seculares de la época—, revela a un hombre que sigue dispuesto a enseñar los dientes en cualquier instante. No obstante, la visión de Fay del mundo no era, en última instancia, poética o política; seguía siendo muy cristiana (“Thank You Lord”, “A Frail and Broken One” y una de mis favoritas “There Is a Valley”). De hecho, podría decirse que es uno de los mejores cantantes cantautores cristianos vivos hoy día, aunque la mayoría de cristianos probablemente nunca haya escuchado su nombre.
Countless Branches, el tercer álbum de Fay con la discográfica Dead Oceans, continúa esta trayectoria. Sin embargo, la voz profética aparece ahora canalizada casi por entero hacia revelar la majestad de la creación, y el piano acústico, más amable y desnudo, nos ofrece a Fay en su faceta más sobrecogida y humilde.
Comienza con unas palabras familiares de advertencia: “Todo el mundo lo sabe, es evidente / Este mundo no está seguro en manos humanas”. Pero aunque un pensamiento así podría llevar a desesperar al ateo, Fay sigue siendo un hombre marcado por la fe bíblica (como nos recuerdan los temas “Salt of the Earth” y el tema que titula el disco). Así, rápidamente, Countless Branches se convierte en un álbum de esperanza. En el libro Surprised by Hope, el también británico N.T. Wright presenta un argumento convincente en torno a que la palabra “esperanza” se ha visto distorsionada en el cristianismo a lo largo de los siglos, hasta llegar a significar un anhelo platónico de escapar de la tierra al paraíso, para siempre. Deberíamos querer ir al paraíso al morir, claro, pero eso es solo una parte de la historia. La esperanza cristiana, sostiene Wright, es que, en última instancia, estemos en la tierra como en el paraíso; que el nuevo mundo prometido por la Resurrección de Cristo se llene con la renovación de toda la creación; que Dios sea, como dice Pablo, “todo en todos” (1 Cor 15,28). Este tema aparece en los dos álbumes previos de Fay (“The Healing Day”, “A Page Incomplete”), pero asume una mayor importancia en Countless Branches. Canciones como “How Long, How Long”, “Time’s Going Somewhere” y, en especial, “Love Will Remain” expresan la esperanza paulina de Fay. “El amor permanecerá cuando el conocimiento haya expirado”, canta. “El amor permanecerá cuando otras lenguas hayan fallado”. Es una expresión encantadora de una verdad articulada por el obispo Barron en The Priority of Christ: “En el mismo cielo, la fe se desvanecerá (porque veremos la esencia de Dios), y la esperanza se esfumará (porque habremos alcanzado lo que esperábamos), pero el amor permanecerá, porque el amor es lo que es el paraíso”.
Pero, una vez más, Fay muestra su faceta más poderosa al cantar sobre el don precioso e incomprensible de la vida misma (“Filled with Wonder Once Again”, “One Life”). Y el don de la nueva vida parece estar en especial en su mente. El tema extra “Tiny” es maravilloso, pero “Your Little Face” —en particular la versión adicional acústica, profundamente conmovedora— es un momento destacado. Es una oda impactante y hermosa a la vida pequeña, una celebración del misterio de un ser humano a la luz de la grandeza del cosmos:
En los límites más lejanos del espacio exterior
Lento, pero seguro, se hizo el mundo
Pero el vasto cielo y el ondulante mar
No son nada comparado con los ojos que veo
En tu pequeño rostro
En tu pequeña cara…
Las estrellas no
Las estrellas no lloran
Las estrellas no
Las estrellas no sonríen
¡La alegría de la vida, el don de la vida, la libertad de la vida, el sobrecogimiento de la vida!
Bill Fay no lo ha olvidado, y es todo un regalo unirse a él en este recordar.