La misa fue ofrecida por internet por primera vez desde Casa Santa Marta
Desde hoy, las misas del Papa Francisco en Santa Marta se transmiten online: es la iniciativa del Pontífice para estar cerca de los afectados por el coronavirus: invita a los fieles “a vivir este momento difícil con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad” buscando “un sentido evangélico a este momento de prueba y de dolor”.
En la homilía, comenta la prima lectura tomada del profeta Daniel, recordando la necesidad de reconocerse pecadores.
La primera lectura es una confesión de los pecados. El pueblo reconoce que ha pecado … “Señor, has sido fiel con nosotros pero hemos pecado, hemos actuado como malvados e impíos. Hemos sido rebeldes, nos hemos alejado de tus mandamientos y de tus leyes. No obedecimos a tus siervos, los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo”.
Hay una confesión de los pecados, un reconocer que hemos pecado. Y cuando nos preparamos a recibir el sacramento de la reconciliación, debemos hacer lo que se llama “examen de conciencia” y ver qué he hecho yo ante Dios: he pecado. Reconocer el pecado. Pero este reconocer el pecado no puede ser sólo hacer una lista de los pecados intelectuales, decir “he pecado”, luego le digo al padre y el padre me perdona. No es necesario, no es justo hacer esto. Esto sería como hacer una lista de las cosas que tengo que hacer o que tengo que tener o que he hecho mal, pero se queda en la cabeza.
Una verdadera confesión de los pecados debe quedarse en el corazón. Ir a confesarse no es sólo decir al sacerdote esta lista, “he hecho esto, esto, esto, esto …”, y luego me voy, me han perdonado. No, no es esto. Hace falta un paso más, que es la confesión de nuestras miserias, pero desde el corazón; es decir, que esa lista que he hecho de las cosas malas baje al corazón. Y esto hace Daniel, el profeta. “A ti, Señor, conviene la justicia; a nosotros, la vergüenza”.
Cuando reconozco que he pecado, que no he rezado bien y esto lo siento en el corazón, viene este sentimiento de vergüenza: “Me avergüenzo de haber hecho esto. Te pido perdón con vergüenza”. Y la vergüenza de nuestros pecados es una gracia, debemos pedirla: “Señor, que yo me avergüence”.
Una persona que ha perdido la vergüenza pierde la autoridad moral, pierde el respeto a los demás. Un desvergonzado. Lo mismo sucede con Dios: a nosotros la vergüenza. A ti la justicia, a nosotros la vergüenza. La vergüenza en el rostro, como hoy. “Señor – continua [Daniel] – la vergüenza en el rostro a nosotros, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti”. Al Señor nuestro Dios, primero dice la justicia, ahora dice la misericordia.
Cuando tenemos no sólo el recuerdo, la memoria de los pecados que hemos hecho, pero también el sentimiento de la vergüenza, esto toca el corazón de Dios y responde con misericordia. El camino para salir al encuentro de la misericordia de Dios, es avergonzarse de las cosas malas, de las cosas feas que hemos hecho. Así, cuando voy a confesarme, no digo solo la lista de pecados, sino los sentimientos de confusión, de vergüenza por haber hecho esto a un Dios tan bueno, tan misericordioso, tan justo.
Pidamos hoy la gracia de la vergüenza: avergonzarnos de nuestros pecados. Que el Señor nos conceda a todos esta gracia.