El Pontífice ha celebrado la Misa en Casa de Santa Marta para dar consuelo a los fieles que desde casa, debido a la cuarentena o por respeto de las normas sanitaria por el coronavirus siguen la eucaristía a través de internet, la radio o la televisión.
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Segunda misa del papa Francisco en directa desde la capilla de casa Santa Marta, en la que pidió rezar juntos por los “enfermos, los operadores sanitarios, por las personas que sufren debido a la epidemia” del coronavirus.
Este martes, 10 de marzo de 2020, exhortó a rezar también por los sacerdotes para que tengan la “valentía de salir” a buscar a los enfermos para que lleven la “fuerza de la palabra de Dios y de la “Eucaristía”.
Invitó a rezar por los curas para que con coraje acompañen a los “operadores sanitarios, los voluntarios, en este trabajo que realizan”.
Lo dijo a primera hora de esta mañana (Hora de Roma: 7 a.m), delante de las cámaras acompañado por pocos colaboradores, cuidadosos de mantener un metro de distancia entre ellos, como sugieren las normas sanitarias de prevención del Covid-19 en la Ciudad del Vaticano, donde ha habido solo un caso positivo de una persona externa.
El portavoz vaticano, Matteo Bruni, aclaró, esta tarde, que la “oración” del Papa y el llamado a “los sacerdotes”, se debe considerar “claramente en cumplimiento de las medidas sanitarias establecidas por las autoridades italianas”.
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En su predicación, alentó para que “nuestra palabra sea una oración real, que parta de nuestra realidad, de nuestros pecados, de nuestras miserias y hablar con el Señor. Él sabe lo que somos, nosotros lo sabemos, pero la vanidad nos invita siempre a tapar. ¡El Señor nos ayude!”, dijo.
“Señor, ilumina nuestros ojos para que no me duerma en la muerte, para que mi enemigo no diga: he prevalecido sobre él”, así, inició la misa en la pequeña capilla de Santa Marta, seguida del acto penitencial delante de la Asamblea.
La homilía del Papa se basó en las lecturas del Evangelio de día: “¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!” (Isaías 1, 10. 16-20). “Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” fue la lectura del Evangelio según San Marcos (23, 1-12).
Vergüenza
En su homilía, en primer lugar, el Papa resaltó el valor de la vergüenza delante a Dios. “Ayer la Palabra de Dios nos enseñaba a reconocer nuestros pecados y a confesarlos, pero no solo con la mente, sino también con el corazón, con un espíritu de vergüenza; la vergüenza, la actitud más noble delante del Señor y por nuestros pecados”.
“Hoy el Señor llama a nosotros que somos pecadores a dialogar con él, porque el pecado nos encierra en nosotros mismos, nos hace esconder, o esconder la verdad que tenemos dentro, es eso lo que sucedió a Adán y Eva, después del pecado se escondieron porque tenían vergüenza, estaban desnudos”.
El Papa citó a Isaías: “El pecador cuando siente vergüenza, luego tiene la tentación de esconderse, el Señor llama: “Vengan, y discutamos -dice el Señor- hablemos de tu pecado, conversemos de tu situación, no tengas miedo”.
“Y -continúa – : Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana”. Francisco subrayó que Dios llama porque es capaz de “cambiarlo todo”, y se refirió a la valentía de ir delante a Él con “nuestras miserias”.
El santo enojado
El Obispo de Roma recordó a un santo penitente que – dijo – “rezaba tanto y buscaba de darle al Señor todo lo que le pedía. Pero, el Señor no estaba contento. Un día, él se enojó con el Señor- porque este santo tenía un mal carácter- y le dice al Señor: ‘Señor, yo no te entiendo, yo hago todo lo que me pides y estás como insatisfecho, como si faltara algo. ‘Dame tus pecados. Esto es lo que falta’, le respondió”.
Francisco insistió que Dios se agrada del valiente que le lleva sus propios pecados y miserias, mientras que existe el riesgo del engaño; “en cambio de ir a hablar con el Señor, se finge de no ser un pecador”.
Vanidad
El Papa recordó que esto es lo que Dios reprueba de los “señores de la ley”. “Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar ‘mi maestro’ por la gente” (San Marcos 23, 1-12).
“La apariencia, la vanidad, cubrir la verdad de nuestro corazón. La vanidad no cura, al contrario es venenosa, sigue adelante enfermando el corazón, endureciendo el corazón, que – te dice- no vayas a buscar al Señor”.
Francisco lamentó que la “vanidad es precisamente el lugar para encerrarse y no escuchar la llamada del Señor. En cambio, la invitación del Señor, como un padre, como un hermano: “Vengan, y discutamos -dice el Señor- porque, al final, yo soy capaz de cambiar tu vida del rojo al blanco”.
En su predicación, alentó para que “nuestra palabra sea una oración real, que parta de nuestra realidad, de nuestros pecados, de nuestras miserias y hablar con el Señor”. Así, invitó a no dejar que la vanidad gane nuestro corazón tapando nuestros pecados y siendo obstáculo de un diálogo verdadero con Dios.
[Ultima actualización: 10.03.2020 – Hr. 17:30 de Roma]