Repasamos la desconocida historia de algunas mujeres católicas que se unieron a la causa feminista en Inglaterra
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La historia de las sufragistas británicas, conocidas popularmente como suffragettes, es quizás la más conocida de todas las experiencias feministas del pasado. Sus métodos totalmente distintos a los que se habían utilizado hasta el momento pusieron en jaque a las autoridades y consiguieron el foco mediático. Atentados contra edificios públicos, hostigamiento a políticos en plena calle o encadenarse fueron algunos de aquellos métodos considerados “poco femeninos”. Las Suffragettes, lideradas por la carismática saga de las Pankhurst empezaron siendo un pequeño grupo a las que en poco tiempo se les unieron más y más mujeres de todos los rincones de Inglaterra, de todas las clases sociales, ideologías y creencias.
En la Inglaterra Victoriana, el protestantismo era la fe más extendida pero las mujeres católicas, a pesar de ser minoría, se unieron a sus compañeras colaborando para alcanzar un objetivo común, el voto femenino. Muchas de aquellas mujeres han permanecido en el anonimato pues fueron multitudes las que se unieron al movimiento sufragista. Pero algunas de ellas consiguieron cierta notoriedad o, por lo menos, sus nombres fueron recordados.
Tal fue el caso de Alice Morrissey, una católica británica que abanderó el movimiento sufragista en Liverpool. Allí se unió a la Liverpool Women’s Suffrage Society, una rama de la primera gran unión sufragista en Inglaterra, la National Union of Women’s Suffrage Societies (NUWSS), liderada por Millicent Fawcett. Como otras mujeres, Alice abandonó la NUWSS para unirse a la nueva y más radical organización creada a principios del siglo XX por Emmeline Pankhurst, la Women’s Social and Political Union (WSPU). Alice Morrissey fue la encargada de impulsar la delegación de la WSPU en Liverpool como su presidenta en dicha ciudad y participó en distintas protestas convirtiéndose en una de las primeras sufragistas católicas en ser encarcelada. Morrissey fue llevaba a la terrible prisión de Holloway, una experiencia que relataría en el Catholic Herald en un artículo en el que mostró su determinación para continuar luchando por la igualdad entre hombres y mujeres: “La historia nos enseña que solo con el sacrificio de algunas personas, las mujeres podremos alcanzar la libertad”.
Junto a ella, Patricia Woodlock, que nació y creció en el seno de una familia católica de Liverpool, ayudó a fundar la WSPU en aquella ciudad y también llegó a ser encarcelada por sus actividades como sufragista. Bertha Quinn ostentó ostentó el terrible honor de haber sido la primera sufragista católica en someter su cuerpo a una huelga de hambre para denunciar su encarcelamiento. Bertha aseguró que con su determinación, daría “testimonio de sus convicciones políticas pero también de su fe”. Llegó a ser detenida hasta en cinco ocasiones. Como muchas otras mujeres, sufrió la agresiva técnica de ser alimentada a la fuerza. Otras sufrieron no solo encarcelamiento en prisiones de condiciones deplorables, sino que, además, fueron castigadas en celdas de aislamiento, como Violet Bryant, una enfermera que permaneció más de dos semanas en una de ellas después de haber sido obligada a comer tras iniciar una huelga de hambre.
Enfermeras, costureras, trabajadoras de las fábricas, madres de familia, mujeres de todas las condiciones sociales y de creencias católicas se unieron a la causa feminista. Incluso una monja, la Madre Mary Frances perteneciente a un convento agustino de Londres, llegó a encadenarse ella misma y a participar en altercados en los que tiraban piedras a edificios públicos para alcanzar lo que durante siglos se les había negado.
Sin embargo, un grupo de mujeres católicas se dio cuenta que aquella senda violenta era demasiado peligrosa y no era coherente con sus creencias y optaron por crear una organización sufragista basada en el pacifismo y el rechazo a la violencia. Además, aquellas mujeres creían necesario visibilizarse como católicas dentro del colectivo feminista y demostrar al mundo que feminismo y catolicismo no tenían por qué ser ideas incompatibles. Para ello, en 1911 nacía la Catholic Women’s Suffrage Society (CWSS), la primera organización sufragista católica de la historia impulsada por feministas católicas como Mary Kendall, Gabrielle Jeffery o Alice Meynell. Las mujeres de la CWSS adoptaron a Santa Juana de Arco como su patrona y guía en la causa feminista. Días después de su creación, las mujeres de la CWSS se unieron a la gran manifestación sufragista que tuvo lugar en Londres el 17 de junio de 1911 y que fue bautizada como la Women’s Coronation Procession en honor al rey Jorge V que sería coronado poco después para pedir al nuevo soberano que en su reinado las mujeres pudieran por fin votar. Este fue un ejemplo de la unión de miles de mujeres que, organizadas en distintas asociaciones pero poniendo el acento en una u otra idea, tenían un objetivo común, el sufragio femenino.
Una de las principales activistas de la CWSS fue Elisabeth Christitch, una periodista católica nacida en Irlanda con ascendencia serbia. Durante la Guerra de los Balcanes de 1913 y durante la Primera Guerra Mundial, ella y su hija Annie tuvieron una participación activa como enfermeras de la Cruz Roja y llegaron a ser encarceladas. En 1919, Elisabeth y Annie fueron recibidas por el Papa Benedicto XV quien, además de haber mediado para que ambas fueran liberadas, les transmitió su deseo de que las mujeres pudieran alcanzar algún día el derecho al voto.
El movimiento feminista tuvo defensores y detractores. De la misma manera que había muchos hombres que ridiculizaban a las mujeres que salían a las calles reclamando igualdad, también había quienes se pusieron de su lado apoyando sus ideas. En el seno de la Iglesia católica en Inglaterra, uno de los principales defensores de la causa feminista fue el cardenal Vaughan quien no dudó en afirmar que sería una medida beneficiosa para la sociedad que las mujeres pudieran votar.
A principios de 1918, se aprobaba en Inglaterra la primera ley que permitía el sufragio femenino a las mujeres mayores de treinta años. Para celebrarlo, la CWSS celebró una ceremonia de acción de gracias en la abadía de Westminster a la que acudieron muchas feministas católicas y otras mujeres de distintas creencias, como la líder de la NWUSS, Millicent Fawcett. Cuando las inglesas alcanzaron el derecho al voto, la CWSS se transformó en la St. Joan’s International Alliance y continuó trabajando para expandir sus ideales de igualdad y derechos humanos a lo largo y ancho del planeta como abanderadas del feminismo católico.
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