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Así afronta esta familia la muerte del padre por coronavirus

GUILLERMO GOMEZ
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Cecilia Zinicola - publicado el 23/03/20
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En pruebas tan difíciles como estas el amor nos da la vida

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Pilar Carmena Ayuso acaba de perder a su marido, Guillermo Gómez. Se casaron hace más de 23 años y juntos tuvieron 5 hijos y formaron una hermosa familia. Hoy, a los 50 años de edad, el coronavirus se ha llevado a Guillermo. La vida les separa físicamente pero ellos están más unidos que nunca.

Todo empezó con un malestar, el día del cumpleaños de una de sus hijas. Guillermo se despertó con una fiebre bastante alta. Tenía síntomas de gripe, congestión y una tos que pensaban sería pasajera. Sin embargo, con el pasar de las horas el cuadro se fue complicando.

No había dificultades respiratorias, pero estaba sufriendo mareos y fue necesario que una doctora de familia viniera a su casa para auscultarlo. Llamaron a una ambulancia y fue ingresado al Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid. 

Al principio estuvo en observación. No sospechaban en absoluto que fuera coronavirus. En ese momento tampoco contaban con el material necesario para hacerle la prueba del COVID-19. De todos modos, esa misma noche lo aislaron en una sala como medida preventiva.

Al día siguiente lo subieron a la UCI donde le hicieron la prueba. Los médicos indicaron a su esposa que ya no podía quedarse con él, que tenía que irse a casa. Poco tiempo después la llamaron para que regresara al hospital a despedirse de su marido porque su estado era muy delicado.

Pilar llegó al hospital con un sacerdote para que pueda recibir el sacramento de la unción de los enfermos y se despidió de él. Esa misma tarde se enteraron que la prueba de coronavirus era positiva y desde entonces, se quedó con sus hijos haciendo ya la cuarentena en casa mientras Guillermo pasaba sus últimas horas en el hospital.

Pilar cuenta que durante todo ese tiempo lo más duro ha sido no poder ir a verle, estar con él y hablarle. Estaba aislado y no dejaban entrar a nadie. Todo el hospital, y sobre todo la UCI, tenía enfermos con coronavirus y nadie podía entrar. 

Mientras, en casa, Pilar ha vivido ese dolor con un corazón enorme. “Es muy duro pero a mí me está sosteniendo Cristo. Sentir que Él está conmigo en la cruz y yo con Él y que nos acompañamos, y saber que Guillermo está en sus manos es lo que me da fuerzas”, confiesa a Aleteia. 

Pilar y sus hijos se volcaron en la oración y encontraron consuelo: “Rezamos cada día el rosario y estamos haciendo una novena a San José que hemos terminado y recomenzado. También pedimos por todos los que están en situaciones similares”.

Con una fe admirable Pilar comparte que “hay días que he estado muy mal, pero ahora lo estoy viendo con más paz, con aceptación. El vivirlo con aceptación te ayuda a vivir todo con menos desesperación, con el sufrimiento de no verle pero con la paz de que al final es la voluntad de Dios pase lo que pase”.

Unos días antes del fallecimiento de Guillermo, Pilar sentía que quería compartir con los demás cómo lo estaban viviendo en familia. Quería compartirlo con personas que están pasando por lo mismo que ellos o que tendrán que pasarlo en un futuro y quiere que se sientan apoyados.

Su testimonio nos enseña que aunque no estemos preparados para pruebas difíciles como estas, tener a Dios nos da la vida y nos ayuda a vivir este sufrimiento “con menos desesperación”, como indica Pilar, una mujer que sabe que el amor no conoce límites y que es importante agarrarse a la cruz especialmente en momentos como estos.

Dos días antes de la muerte de Guillermo enviaba este mensaje:

“Agradezco tantos mensajes de apoyo y oración. Esto a mí me da la vida. El saber que hay mucha gente rezando por él. Que al final si no se cura, es porque hay un bien mayor. Es algo muy duro, muy fuerte, pero también a la vez Dios te concede ver el amor de los demás, de cómo nos quiere. Y eso, es algo muy grande”.

Entre los mensajes de apoyo está el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, prima de Pilar que ayer comunicaba a través de Twitter la muerte de Guillermo, que también consideraba su primo. 

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El amor materializado en la unión de la familia, en los mensajes de apoyo de la gente, en los amigos que rezan los unos por los otros, en la entrega de los médicos que acompañan a nuestros enfermos, es lo que nos permite mirar la realidad con otros ojos. Nos transforma en testigos de algo superior y más grande que nosotros mismos para encontramos con los demás.

Pilar y su familia han recibido la noticia de que Guillermo ha fallecido y están más unidos que nunca. Continúan respirando de ese amor con la confianza de que no están solos. Solo con las palabras de un corazón que ama profundamente Pilar dice: “Ha pasado al cielo, con Jesús. Me fío de Dios, quien me da fuerza y paz”.


STRACH
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