Es curioso…
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Es curioso que mientras los adultos se amontonaban en las tiendas para hacer acopio de papel higiénico y alimentos antes de que comenzase la cuarentena ningún niño fue a la tienda de chucherías para dejarla sin existencias por miedo de que no hubiera suficientes chuches para todos los niños.
Es curioso que mientras algunos adultos se saltan la cuarentena para tomar el aire o hacer jogging los niños, que necesitan mucho más el movimiento, no se hayan escapado de casa a saltar, correr o tomar el parque con sus juegos y algarabías.
Es curioso que mientras los adultos pasamos el día colgados del móvil o el ordenador, como tú ahora, los más pequeños de la casa se entretienen haciendo cabañas, dibujando, hablando entre ellos o jugando con su imaginación.
Es curioso que estén haciendo deberes cuando se lo pedimos, ayudándonos en casa sin que se lo pidamos o celebrando cumples sin amigos, y sigan regalándonos cada día sus mejores sonrisas mientras sobrellevan la frustración.
Es curioso que cuando comenzó el estado de alarma muchos pensaron que el mayor problema serían los niños recluidos en sus casas y que ahora nos estén dando a los adultos una lección de civismo, calma y paciencia.
Es curioso que hasta ahora no nos hayamos dado cuenta de que los niños son seres maravillosos, resistentes, resilientes, colaborativos, solidarios, imaginativos, pacientes, afectuosos y que todavía les tratemos muchas veces con amenazas, gritos o con castigos.
Ellos no piden mucho. Se conforman con poco. Solo necesitan que los adultos seamos capaces de entenderlos, de hablarles con respeto y de dedicarles un poco de nuestro tiempo para demostrarnos lo maravillosos que son, curiosamente, en muchos casos, más respetuosos, pacientes, solidarios y resilientes que los propios adultos.
Solo espero que cuando acabe esto tengamos un poco más de tiempo para hablarles y explicarles en lugar de mandarles y apresurarles porque así les estaremos mostrando no sólo el respeto que se merecen por ser niños sino también el que se han ganado con esta gran lección que nos están dando a todos los adultos.
Por Álvaro Bilbao
Neuropsicólogo, autor de “El cerebro del niño explicado a los padres”