Esta es la auténtica guerra mundial del siglo XXI donde un ejército formado por sanitarios y voluntarios lucha contra un virus invisible y desconocido
Nadie duda que el coronavirus es un azote para nuestra gente, para la gente de todo el mundo, en este siglo XXI. Pero no hay que olvidar que toda crisis tiene sus oportunidades.
Vamos al hoy y cada uno se hace muchas preguntas. Hemos escogido unas cuantas en este breve artículo.
- ¿Y si no pago la hipoteca?
- ¿Cómo pagar el alquiler del piso? ¿Cómo pagar los recibos de la compra del coche o carro?
- ¿Cómo pago los salarios a los pocos trabajadores que tengo en mi pequeño negocio?
- Si los clientes no me pagan o no los tengo porque he tenido que cerrar, ¿Cómo pago a los proveedores?
- ¿Cómo pago los impuestos del IVA, las retenciones del IRPF, la Seguridad Social de los trabajadores si no tengo ingresos?
- ¿Quién y cómo voy a percibir las ayudas oficiales que se hagan cargo de mi situación de estrangulamiento económico? Se habla de muchos miles y miles de millones, ¿dónde están?
- Si la empresa no me paga el salario, ¿quién y cómo voy a percibir un salario a fin de mes, aunque sea el 70 por ciento?
- Preveo que mis hijos no irán al colegio antes del verano, ¿qué hago con ellos tanto tiempo en casa? Y si me obligan a ir al trabajo ¿quién cuidará de mis hijos en casa?
- Y los novios se preguntan, ¿nos podremos casar este año sin invitados a la boda, sin poder salir de casa?
- ¿Cuánto durará el confinamiento? ¿Por qué hay gente que sale a la calle por tener un perro y yo no puedo salir? ¿Los perros sí y las personas no?
Son algunas preguntas –hay muchas más– no exentas de preocupaciones.
El papa Francisco ha dicho que hay gente, hoy, que empieza a pasar hambre. Son los olvidados. No solo los ancianos o personas solas, sino todos aquellos que no tienen ingresos por no poder trabajar por la calle o quienes no pueden trabajar a causa del confinamiento. Empiezan a pasar hambre y a racionar lo poco que tienen o les dan.
En Italia, y en algunas zonas de España, los supermercados han visto vaciar sus estanterías, como en tiempo de guerra. No tenían nada que vender, especialmente papel higiénico, pero también fruta y comida: toda clase de comida.
El alcalde de Milán, Giuseppe Sala, tuvo que intervenir y pedir a sus conciudadanos que “en lugar de pensar acaparar alimentos, gastemos nuestro tiempo en cuidar a los más débiles, a nuestros ancianos en particular que están en riesgo. Esto es lo que hace una sociedad sensible y madura”.
El 30 de marzo el número de infectados en el mundo alcanzaba rondando los 800.000 con 35.000 muertos. Los países más afectados son los Estados Unidos con 140.000 contagiados, Italia, con 100.000 y España con 80.000. En Europa parece que la curva se está en un punto de inflexión, pero no así en Estados Unidos.
Por su parte, la BBC, la emisora de Gran Bretaña, afirma que existe el temor de un colapso de los sistemas sanitarios en el mundo, y por vez primera el hombre descubre que lo más importante no es la economía, sino la salud.
La televisión británica reporta también unas declaraciones de Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) de las Naciones Unidas, en las que advierte un decrecimiento global del PIB en la región, un aumento del desempleo y donde millones de personas se sumen a los índices de pobreza.
La crisis es tan profunda, añade, que nos obligará a repensar la globalización y nuestro sistema económico.
Porque aquí estamos en una guerra, en una guerra contra un enemigo invisible y desconocido: el coronavirus. Y el ejército que libra esta guerra es el personal sanitario y voluntarios que luchan cada día y caen heridos (enfermos contagiados) o muertos: son las bajas del frente de esta guerra.
Ellos son nuestro “ejército” y su campo de batalla son los hospitales, los supermercados, las fuerzas del orden, el ejército… cuyos servicios recibimos cada día. Debemos aplaudirlos como aplaudían a los soldados victoriosos al final de la guerra y entonaba el pueblo con trompetas una Marcha Triunfal, como escribió Rubén Darío.
Hemos de alegrarnos porque tenemos un “ejército” con la moral muy alta, que asegura que la victoria final llegará. No se sabe cuándo, pero llegará. Es la guerra del siglo XXI, una guerra sin disparos, ni terrorismo, ni… Es una guerra contra un enemigo invisible, silencioso y desconocido, pero que sabemos que está ahí, recorriendo las calles vacías de las ciudades y los pueblos en busca de presas a las que atacar.
Todos dicen que el coronavirus nos ha hecho mejores a todos: mejores padres, mejores hijos, mejores esposos y esposas… ¿Será así también después del coronavirus?