El Coronavirus en tiempos de la Edad Media de Tolkien
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Alguno tomará este ensayo como herético. Creo que tiene razón. Pero trabajo en un hospital, necesito entender lo que está pasando, y sobre todo, necesito tener esperanza.
En el mapa de la Tierra Media, la Comarca no existe. Pocos saben de su existencia. Eso no preocupa ni a sus habitantes los hobbits ni al resto de los pueblos. Grandes hombres, elfos, y orgullosos enanos no necesitan de ellos. O creían no necesitarlos. Hasta que al final de la Tercera Edad fueron los protagonistas.
En estos tiempos de la Comunidad del Anillo los hombres están divididos en pueblos: en general, no se llevan bien. Algunos hablan la misma lengua, otros no, otros hacen de cuenta que no. Tienen sistemas de comunicación, si se necesitan se convocan, pero nadie sabe a ciencia exacta si vendrán. Lo mismo los elfos, lo mismo los enanos. Hay pueblos de elfos, hay familias de enanos.
La avanzada de Sauron los unió a todos. Y algunos comenzaron la batalla antes, pues sus pueblos fueron los elegidos por los seres de Mordor por cercanía y por golpe moral. Algunos pueblos, como los Rohirrim, ya están agotados. Sus mismos reyes están sin rumbo. Ver a Théoden diezmado arruina la moral. Por su parte, el heredero de Gondor, Aragorn, no termina de asumir su responsabilidad, no termina de confiar en sí mismo. El enemigo es inteligente.
Esperanzas que se creían bastiones caen pronto encerradas en su propia torre y se convierten en el enemigo. Saruman no nos salva: él mismo necesita salvación, él mismo convierte a Isengard en casa de codicia que potencia al enemigo. Esa magia fácil de los poderosos, no nos salva de esta.
Sin alianzas fáciles, esos seres de la tierra comienzan a unirse, y a unirse incluso a ese medioambiente al que tantas veces arrasaron. Así las águilas comienzan a ser nuevamente invocadas, y los ents y ucornos necesarios: el clima nos tiene que ayudar, el medio ambiente tiene que hacer lo suyo en esta batalla, que se demore el invierno para los latinoamericanos, pensamos muchos.
Y así, sin fórmulas mágicas que nos salven, los pueblos se unen. Y en el Abismo de Helm, que hoy es un poco Europa, cuando todo parece perdido, aparecen con Gandalf los hombres dispersos para vencer a Isengard. Peter Jackson convoca a los elfos. Y en Minas Tirith el director involucra a los Muertos del Sagrario, el Ejército de los muertos. Semejante aliado se necesita para hacer frente a este mal.
Algunos estamos recién cruzando las minas de Moria. Nuestra primera batalla de esas en serio. Somos quizá los latinoamericanos. Pero antes de nosotros nuestros hermanos de Europa estuvieron en la misma ubicación. Todos pasamos por Moria y comenzamos a ver con claridad en el horizonte la Montaña de Fuego, el maldito ojo de Saurón.
Muy probablemente, todos estaremos en el Abismo de Helm, poniendo nuestro cuerpo para proteger a nuestras familias como hacen tantos nobles hombres europeos, norteamericanos y hace unas semanas chinos, de los más nobles que puede haber, los señores del mundo de la sanidad y la seguridad.
Nos encontraremos todos a las puertas de Mordor para la batalla de Morannon. Con nuestros pueblos diezmados, sí, agotados. Pero unidos. Daremos batalla. La estamos dando. Estamos actuando, antes o después, con esas maravillosas virtudes que nos sirven de estrategia, la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, aún con bajas que nos desmoronan a diario.
El ojo de Sauron, hoy maldito coronavirus, está pendiente de cada uno de nosotros y busca sacarnos de ese eje. Sabe que nuestras fuerzas no podrán contra su ejército de orcos y seres creados del mal. Pero nos sostenemos. Tan distraído está que no ve venir por atrás a Sam y Frodo.
Sam y Frodo son esos que no vemos, esos que no vamos a ver. En Sam y Frodo están en estado puro la plenitud de las virtudes teologales. Son Fe, Esperanza y Caridad. Con sus altibajos, pero que uno al otro se levantan. Son hombres de oración, que siguiendo otra trilogía basada sí en hechos reales, se inmolan como incienso quemado.
Todos somos en esto un poco hombres, elfos y enanos que combaten el coronavirus con nuestra cuarentena e incluso servicio ciudadano, desde la salud, la seguridad, la política, la comunicación… Pero sin esa parte de Frodo y Sam, no vamos a poder.
Fuimos Frodo y Sam unidos al Papa en la vacía Plaza San Pedro, lo somos unidos espiritualmente a las Misas que nuestros párrocos celebran en la soledad de sus parroquias, lo somos en nuestra oración improvisada si no sabemos bien en qué creemos pero sabemos que solos no estamos pudiendo, lo somos en el llamado al abuelo que está solo, en el aliento al enfermero que da la vida por salvar al moribundo, en esa bendición del médico al enfermo cuando sabe que su ciencia en él ya está agotada…
Confiemos en nuestras armas de hombres, las necesitamos. Pero también en esas del cielo con las que Sam y Frodo hacen pedazos a Sauron.