Héroes que dan lo mejor de sí. Hombres y mujeres muestran en estos días grises su humanidad más luminosa
Andamos en un mar de dudas que nos desasosiegan. Estamos sufriendo desorientados ante una pandemia de unas dimensiones planetarias y no sabemos hacia dónde vamos.
Incertidumbre, miedo, la maquinaria productiva se desacelera y aumenta la pérdida de puestos de trabajo, aunque muchos de ellos se recuperarán cuando este virus empiece a ser controlado. Otros quizá se perderán. Es una auténtica acumulación de malos augurios para la economía que podría andar hacia una nueva recesión. No lo sabemos.
Sin embargo, lo que sí estamos constatando es que muchos hombres y mujeres manifiestan estos días su humanidad más luminosa. Se multiplican los casos de solidaridad, de generosidad. En los peores momentos resplandece la entrega y la voluntad de servicio incondicional.
Ilustremos estos hechos. Y vayamos, cómo no, al mundo de la atención sanitaria donde cada día emergen nuevos héroes y heroínas. Vamos a relatar tres acontecimientos muy expresivos, dos en España y uno en Argentina que, en tres residencias de ancianos, cuentan con un denominador común: el servicio sin cálculo.
En los tres casos el personal que atiende a los mayores ha decidido quedarse con ellos y no volver a casa para que el contagio no se propague en la residencia con las salidas y entradas. Se trata del personal de la residencia de ancianos de San Jerónimo de Estella en Navarra que, al ritmo de la canción Resistiré del Dúo Dinámico, los trabajadores unidos a los ancianos aplauden este gesto de cerrar el edificio ante cualquier contacto exterior. También en Lérida, en el Centre Geriàtric Lleida, los trabajadores se han confinado con los ancianos para que no entre el Covid-19 y de este modo defender a los residentes que sabemos que son muy vulnerables. Para encontrar el tercer caso nos hemos de ir a Argentina, en la localidad de Bahía Blanca, allí, el Hogar del anciano ha cerrado sus puertas a las visitas y ya sólo “entran” los familiares a través de videollamadas.
En los tres casos el hilo conductor es evitar el trasiego de personas que vienen de la calle, las entradas y salidas de trabajadores y familiares. La apuesta es radical: el geriátrico, la residencia se convierte en un castillo inexpugnable defendido por unos profesionales, no sé si llamarles ángeles o héroes, que con su actitud defienden la vida de los mayores.
Estos sanitarios, enfermeras, auxiliares, técnicos geriátricos se han olvidado de los horarios, de volver a casa, de ver a los suyos cada día. Están todo el día velando, también descansando pero implícitamente de guardia, cuidando y asistiendo a cada residente.
Criterios como el sueldo, las horas, los derechos laborales quedan entre paréntesis. Hay algo más grande que empuja a este personal a ir más allá. Han descubierto que las vidas de los mayores están literalmente en sus manos y han decidido apretarlas fuerte para sostenerlos vivos.
El corazón ensanchado puede más. Un testimonio de una médica que está en la trinchera, en un hospital, dice lo siguiente: “Tenemos el miedo del contagio y los riesgos que supone contraer la enfermedad. Pero por otro lado sentirnos útiles, poder salvar a un paciente y tratarle profesional y humanamente no tiene precio. Soy una afortunada. Es brutal pero con esta epidemia se desarrolla un sentimiento de amor por los demás muy grande”.
Mala época para los cínicos y los escépticos que juzgan la naturaleza humana como incapaz de darse a los demás. Quizá se pueden quejar de la insolidaridad de algunos estados del norte de la Unión Europea con los estados del sur más afectados. Pero que no vuelquen su incredulidad sobre las personas concretas.
A veces se ríen del altruismo y sospechan de conductas tan profundas como la solidaridad, el servicio, el cuidado, la ternura, la entrega y, al final, el amor. La realidad de estos tiempos nos está haciendo reconocer abundantes casos de héroes y ángeles que aumentan cada día y no solo en el mundo sanitario. Donaciones, ayudas, voluntarios. Recojamos estos testimonios y repensémoslos vencida la pandemia. Es probable que descubramos actitudes humanas que creíamos perdidas y que cada vez son más necesarias.
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