El 23 de abril, Puigverd de Lleida celebra una procesión de Sant Jordi única en Cataluña. Este año era imposible que la gente saliera a la calle, pero idearon un sistema para salvaguardar la tradición.
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El estado de emergencia a causa del coronavirus en España no impidió que el 23 de abril se celebrara la fiesta de Sant Jordi en Puigverd de Lleida, aunque de un modo atípico. Es el único pueblo de Cataluña donde ese día hay procesión, nada menos que desde 1753.
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Debido a las medidas de seguridad para evitar el contagio del coronavirus, este año no era posible celebrar la fiesta mayor, que incluye una fiesta medieval así como el Día del Libro y la Rosa, pero el cariño del pueblo a su patrón despertó iniciativas que dejarán un recuerdo imborrable.
El Ayuntamiento de Puigverd de Lleida, la parroquia, la Associació L’Afany (que recupera el legado histórico) y la Associació d’Amics de Sant Jordi (encargada de promover la leyenda del santo), la Coral La Palometa, un equipo de voluntarios y el seguimiento de numerosas personas -aunque confinadas en sus casas- lo hicieron posible.
La imagen del santo recorrió las calles del pueblo, esta vez no en andas sostenidas por fieles, como es habitual, sino a bordo de una pickup engalanada con flores que hicieron llegar algunas familias y un ramo de rosas rojas de parte del consistorio.
Un voluntario, Macari de Torres, se prestó a conducirla por el pueblo y las urbanizaciones.
Solo iban con la imagen de Sant Jordi el párroco, Lucas Evung, y a cierta distancia la alcaldesa, Sandra Barberà, y la concejal de Cultura, Gemma Reñé. Ellas se encargaron de documentar el acto con vídeo y fotografías. Los tres iban con mascarilla.
La devoción de Puigverd a Sant Jordi se remonta al siglo XIII. En su tiempo hubo una ermita de origen románico, Vinferri, de la que hoy quedan unas pocas ruinas.
Se ha implorado al santo su intercesión en tiempos de sequía, de hambruna, de peste y de guerras. Este año, la pandemia del coronavirus se sumaba a la lista de desgracias.
El párroco vistió una capa pluvial roja, en honor a la sangre del caballero mártir, y se detuvo a saludar a todas las personas del pueblo que asomaban a las ventanas y balcones. En una de las plazoletas, impartió la bendición del término municipal. En otra calle, una voz de la coral cantó los Gozos desde el balcón de su casa.
Los voluntarios habían repartido, a primera hora de la mañana, una rosa roja y una espiga casa por casa. Es el detalle de los enamorados cada 23 de abril.
Sin olvidar a los ancianos
La procesión del confinamiento también se detuvo frente a la residencia de ancianos El Pati, y los mayores agradecieron la presencia de la imagen de Sant Jordi. Además, hablaron un momento con el sacerdote, ventana de por medio.
Recordó el antiguo toque de campanas
Las dificultades de este año han hecho que creciera la nostalgia: “Nos habíamos acostumbrado a la fiesta y de repente ves que puedes perder algo que dabas por hecho”, confesó una persona.
En el caso de Josep Maria Bosch, vecino del pueblo, la nostalgia agitó su memoria de oído y recordó cómo antaño se hacía el toque manual de campanas en vigilias y días de fiesta.
De pequeño, él era un monaguillo cuando todavía existía la figura del campanero, Joan, apodado “lo Santet”.
Con todo el pueblo en silencio
Este 2020, ayudado por el presidente de la Associació L’Afany, Felip Niubó, Josep Maria cargó unas sogas al hombro, subió al campanario y el 22 por la tarde hizo sonar las dos campanas que “dormían” desde que se instaló el sistema eléctrico.
En el pueblo se hizo un silencio y, al acabar de oír el toque, se rompió con un aplauso desde las casas.
https://www.facebook.com/associacio.lafanypuigverd.1/videos/544577826487051/
Lo mismo volvería a producirse el 23 al mediodía. Mossèn Lucas había celebrado la misa en privado en un altar con flores que una señora había cortado de su jardín. Luego comenzaría la procesión del confinamiento.
Un “cantivirus” lleno de esperanza
Este año no hubo jinetes a caballo, ni estandarte, ni tantas otras cosas, pero en el pueblo se ha notado que no hay diferencias políticas a la hora de enfrentar el coronavirus.
Cada día se sale al balcón o la ventana a las 12.00 y a las 20.00 horas. Es el momento del “cantivirus”: desde la megafonía municipal se dedican canciones unos vecinos a otros y no falta el aplauso en reconocimiento a la labor del personal sanitario que lucha por cuidarnos.
Un doctor que canta el “Resistiré”
El médico de atención primaria, Manuel Guiu, fue el primero en sumarse al “cantivirus” con una versión propia del “Resistiré” del Dúo Dinámico a la guitarra.
En la siguiente galería fotográfica pueden verse algunas imágenes del día:
La fiesta de Sant Jordi no dejó a nadie indiferente. Desde el respeto unos y la devoción otros, la mirada al campanario de todos estos días y la cercanía de la imagen del santo han reactivado la tradición.
El año que viene, sin duda, será apoteósico; pero es muy difícil que supere el impacto de este.
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