El padre Fernando Prado cfm habla sin tapujos de la muerte: ¿qué podemos decir?
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“Te acompaño en el sentimiento”. Es una frase hecha ante el fallecimiento de alguien. ¿Tiene sentido mandarla por Whatsapp o email? Ante la falta de abrazos y gestos de cariño, a veces las palabras sí son importantes. El padre Fernando Prado, claretiano, director de Publicaciones Claretianas, lo explica a Aleteia a raíz de su nuevo libro en plena pandemia, Cuando perdemos a un ser querido
Ante un fallecimiento, fallan las palabras y se impone el silencio y un abrazo… ¿o es necesario intentar apalabrar el dolor?
El momento de la pérdida tiene sus tiempos. Quizá en un primer momento, las palabras más bien sobran. Entonces, la cercanía, el gesto, el abrazo es lo que más necesitamos.
Son momentos en que las palabras no sirven de mucho. Cuando uno se pone en la piel del otro, o cuando ha pasado por estas circunstancias sabe que es más auténtico y más útil un gesto o una mirada que el más bello de los discursos. Con el tiempo, las palabras que explican y dan el justo sentido a las cosas también se hacen necesarias. Necesitamos también verbalizar los sentimientos.
Somos más bien torpes, dando el pésame.
Somos personas y la palabra es algo propio de nuestra naturaleza. Pero yo diría que hemos de huir siempre de la “logorrea” nerviosa que, en verdad, busca tal vez inconscientemente espantar el dolor más que integrarlo. Es un mecanismo psicológico de defensa que en verdad no ayuda. El discurso en los procesos de duelo ha de ser siempre real, bien encarnado, cercano, empático y muy, muy respetuoso. Si no es así, sobra.
Quien sufre lo tiene que contar. Hay que darle su espacio. El que acompaña ha de escuchar sin forzar, sin querer cambiar la manera en que siente la persona que sufre, ni redirigir sus sentimientos. El que acompaña ha de tener sensibilidad para ajustar sus palabras a lo que realmente necesita el que sufre la pérdida del ser querido. Hay, pues, momentos diferentes.
El duelo es un proceso en el que se va como “digiriendo” un mal trago. Cada persona es un mundo y, aunque suele haber cierto denominador común, cada uno lo vive de diferente forma.
¿Qué oportunidad pastoral ofrece acompañar un fallecimiento en tiempos de COVID?
La cercanía de la Iglesia es fundamental siempre. En los momentos difíciles, aún más. Es así como la Iglesia muestra su verdadero rostro materno. La Iglesia es, fundamentalmente, madre. Una madre sabe de cuidar, de caricias, de besos, de ternura hacia sus hijos. Cuando la Iglesia pierde esta perspectiva y solo ofrece “servicios” o respuestas enlatadas, frías o distantes, creo que pierde su verdadera perspectiva y su verdadera naturaleza.
Si la Iglesia no acompaña a sus hijos en estos difíciles momentos, además de faltar a la misericordia, esteriliza su misión. Una iglesia que no sirve a las personas en sus circunstancias… ¿para qué sirve? Los pastores tienen su papel, pero el resto de miembros de la comunidad cristiana también.
Creo que en España falta que se constituya en cada parroquia y en cada pequeña comunidad un ministerio de acompañamiento a las personas que han perdido un ser querido. Lo mismo que hay personas que acompañan enfermos y llevan la comunión a los que no pueden ir a la Iglesia, podrían instituirse grupos de colaboradores organizados para acompañar desde la cercanía a los que atraviesan el momento del duelo en sus diferentes fases: velatorio, celebración, seguimiento…
En estos momentos de COVID, las tecnologías están ayudando mucho a los pastores y a los demás miembros del pueblo de Dios a mantener un contacto cercano con los que esperan un día celebrar el funeral de sus seres queridos de forma más solemne junto con la comunidad cristiana.
¿Por qué no se entiende que la vida es la otra cara de la muerte, y cuando llega la muerte estamos tan asustados y en shock?
Porque el amor forma parte de nuestra naturaleza más profunda como seres humanos. Somos imagen de Dios y Él ha grabado esto a fuego en nuestro corazón. Y este amor no es algo etéreo, como en nebulosa. El amor siempre es concreto y por eso nuestro corazón crea lazos.
El corazón quiere amar con carácter definitivo y nos duele perder el vínculo. Esto nos habla de una esperanza futura más allá de la vida terrena. La muerte no interrumpe el amor. La fe nos hace confiar en que un día aquello que amamos de verdad en la tierra, continuará para siempre en el cielo. El amor es eterno. Esperamos y confiamos en ello. Es una certeza existencial que el Señor nos ha concedido como un don. Es una suerte haber sido bendecidos con este don del cielo.