Una de las consecuencias más preocupantes para el ser humano es que se instale la sospecha hacia los demás como una nueva forma de vida
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Para todo el mundo, vivir una pandemia es algo novedoso y, por tanto, acarrea las emociones propias de las experiencias desconocidas: miedo, incertidumbre, agitación, nervios, etc.
La confusión en la información recibida – tan cambiante por momentos en función de lo que las autoridades van decidiendo – tampoco ayuda en este proceso de asimilación y adaptación que atravesamos.
Sin embargo, una de las consecuencias más preocupantes para el ser humano es que se instale la sospecha hacia los demás como una nueva forma de vida. Esto se puede ver reflejado en numerosas situaciones y conviene vigilar nuestra actitud a la hora de afrontarlas para no caer en la deshumanización y en el egoísmo autojustificado.
¿De qué se disfraza la sospecha?
- Egoísmo: Ante el temor del desabastecimiento de productos de primera necesidad, llegó a existir en las primeras semanas del confinamiento una especie de competición por garantizar la propia supervivencia, comprando incluso productos que ya teníamos en nuestras casas. Este instinto de supervivencia – que en principio es sano – puede convertirse en un egoísmo generalizado que no tiene en cuenta las necesidades de aquellos que no pueden estar a primera hora en los supermercados.
- Desconfianza: En todo y en todos. Encontrarse con un vecino en el área del ascensor se ha convertido en algo poco deseado por todos. Si bien el instinto de protección hace su función y tomamos la precaución de poner distancia y coger el ascensor por turnos, no podemos permitir que esto nos lleve a mirar mal a las personas de nuestro entorno. No son enemigos a los que hay que evitar, sino personas a las que, en esta ocasión, solo podemos cuidar mediante esta medida.
- Falta de empatía y violencia verbal: Desde las ventanas, todos observamos a personas que tienen que salir por diversas necesidades inaplazables: medicamentos, cuidadores de ancianos, trabajadores sanitarios, etc. No obstante, algunas personas han agredido verbalmente a otras ante comportamientos que no les parecían adecuados a la situación. Si bien es cierto que no todo el mundo ha respetado las normas, caer en el insulto tampoco nos proporciona el equilibrio psicológico que necesitamos para afrontar la situación de la mejor manera.
Sospecha vs. respeto
Es importante recordar que, ante las precauciones que tomamos con el objetivo de evitar el contagio del virus, no estamos actuando solo en favor nuestro, sino de todos. Más que sospechar de nuestros vecinos y personas cercanas, la actitud que nos ayuda es pensar en la mejor forma de amarles en este momento. Aunque parezca un cambio sin importancia, la forma de reaccionar será completamente distinta con un enfoque que con el otro.
Así, cuando actuamos desde la sospecha de que el otro “pueda contagiarme”, es más fácil que nuestra distancia vaya acompañada de malas caras, miradas asustadizas, disgusto, egoísmo, competición, reproche, etc. Pero cuando optamos por una distancia que “protege también al otro”, nuestra experiencia es más calmada, permitimos el paso, nos miramos de otra forma y, en definitiva, nos tratamos como personas que buscan cuidarse unas a otras.
La situación no es fácil y todos estamos en continuo aprendizaje. Pero conviene revisar las actitudes que adoptamos y el porqué de estas para tomar conciencia de que, lo que de verdad proporciona equilibrio emocional es poner el amor y el respeto a los demás y a uno mismo por encima de las emociones desproporcionadas que sentimos.