En la fiesta de san Isidro Labrador, su ermita no pudo recibir visitas debido a la cuarentena, pero las flores testimoniaron el cariño de los madrileños a su patrón.
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Este año aparecerá en la Historia como el más silencioso de los vividos en la ermita de san Isidro. No pudo haber romería, ni se bebió “agua del santo” del manantial que brota cerca de allí, ni colas para asistir a la misa y rezar ante la tumba del santo.
Salud para todos
Pero silencioso no quiere decir abandonado. Los corazones de los madrileños estuvieron ayer, 15 de mayo, como una piña ante su patrón y en este año se le ha pedido especialmente “la salud”, como testimoniaba una madre que, con sus dos niñas vestidas de “chulapas”, se hincó de rodillas un momento ante la verja del templo.
La ermita de san Isidro Labrador, patrón de los agricultores, se encuentra en el barrio que lleva su nombre, en el distrito de Carabanchel. La misa se celebró a puerta cerrada, pero gracias al consiliario de la Real Colegiata, Jorge Matas, se pudo ver que el interior estaba engalanado con unos hermosísimos centros de flores.
Peonías, alas, hortensias, lirios… En suaves tonos blanco, rosa y malva contrastando con verdes y algún amarillo, las flores para adornar el presbiterio y la tumba del santo incorrupto llegaron desde el Real Jardín Botánico de Madrid, que este año ha decidido “salir a las calles”.
Ya que el Jardín no puede recibir visitas a causa del estado de emergencia que obliga al confinamiento, se supo días atrás que sus responsables habían decidido cortar los tulipanes y otras flores para llevarlos en ramos a los hospitales. Ayer volvieron a hacer un operativo similar, pero en este caso para poner las flores a los pies del patrón de Madrid e implorar su protección.
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Con este detalle, las flores del Real Jardín Botánico hacían que el interior de la ermita estuviera lleno de belleza y del cariño de muchos madrileños hacia su patrón. Con la misa seguida por los fieles y las familias desde sus casas por la televisión y las redes sociales, la celebración de San Isidro de ayer fue una fiesta silenciosa pero más vibrante que nunca.