El coronavirus ha puesto patas arriba nuestras vidas y son muchas las bodas que han tenido que cancelarse… pero no el amor
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El coronavirus ha conseguido silenciar hasta las campanas de boda. Bodas de todo el mundo se cancelan, se retrasan o esperan con incertidumbre qué va a pasar. Eso sí, la covid-19 puede frenar caterings y banquetes pero no puede vencer aquello que hace tan especial el matrimonio.
Estas son algunas historias, de personas como tú y como yo, relatos de algunas parejas que se enfrentan a esta situación de diferentes maneras.
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Ignacio y Marta se iban a casar en Jerez en el mes de abril. Él es militar y habían fijado la fecha para que les diera tiempo a irse de luna de miel. Días después de la esperada boda, Ignacio partía de misión al extranjero con su sección de infantería.
Pero llegó el dichoso virus y sus planes se truncaron. A pesar de la espera y la esperanza, su boda tiene que posponerse. La misión de Ignacio también se retrasa, pero después de una cuarentena obligada, debe irse seis meses lejos de su futura esposa.
Con mucho pesar y sin saber cómo será su boda, han fijado una nueva fecha en diciembre. Marta esperará con paciencia hasta que Ignacio vuelva y por fin llegará el día.
La familia
Miguel y Rocío se iban a casar en junio, pero el silencio por parte de los proveedores de su boda no hacía presagiar nada bueno. A pesar de que se prevee que la situación mejore en verano, han decidido suspenderla.
“Tengo amigos que son como mi familia”, dice Miguel, que se había llegado a plantear la posibilidad de casarse en privado y recibir el sacramento. Pero Rocío no tenía ni siquiera el vestido de novia, y faltaban muchos cabos por atar.
No tienen casa donde vivir, ya que no pueden ni buscar pisos. Así que posponen la fecha a un domingo de septiembre, tres meses más tarde. Las medidas de prevención, casarse lejos de su casa y que todo el mundo trabaje al día siguiente, supondrá muchos sacrificios para la pareja… pero la boda se celebrará.
El matrimonio
Juan y Laura se casan en septiembre. Se han conocido siendo pasada ya la franja de los cuarenta. Pero el amor no conoce de edades y después de un año saliendo decidieron casarse.
Su fecha es septiembre. Y el coronavirus no lo va a cambiar. Ellos han decidido que “pase lo que pase” recibirán el sacramento del matrimonio. Aunque tenga que ser sin fiesta, sin amigos, sin todas esas cosas que rodean a las bodas de hoy en día. El sacramento es lo importante y lo único que quieren es ser marido y mujer a los ojos de Dios.
David y Marina en cambio, se casan en octubre y no parecen estar preocupados (al menos de momento). Aunque saben que las bodas como las conocíamos puede que se hayan terminado: límites de aforos, limpieza, mascarillas, distancia de seguridad…
Ellos mismos me cuentan que han asistido a una boda a través de ‘zoom’. Algo tan sencillo como una iglesia, un sacerdote, los novios, una cámara, Internet… y por supuesto Dios para hacer posible el matrimonio. Una ‘boda virtual’ para los amigos, pero que finalmente, sucedió lo que tenía que suceder: sus amigos se casaron.
El sacramento
Sea como sea, no hay más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que el coronavirus ha puesto patas arriba nuestra vida. Pero hay cosas a las que no puede vencer.
Puede pasar de todo en la historia. Las bodas de hecho, llevan existiendo muchos siglos, y son más antiguas que el persona por el que contamos el tiempo: Jesucristo.
Él también asistió a una boda y además de convertir el agua en vino (en el mejor vino) dio un significado más grande si cabe a la unión entre los esposos.
Desde entonces, a pesar de los años, las guerras, las modas, las tradiciones… son muchas las personas que eligen este camino: el camino de la santidad a través del matrimonio y la familia. Y algo así de grande, algo que trasciende incluso nuestra propia vida es invencible.
Una pandemia mundial puede poner en jaque nuestra economía, nuestra forma de vivir, nuestra manera de relacionarnos; puede incluso encerrarnos en nuestra casa, perjudicar nuestra salud, llevarse a un ser querido, pero ha sido incapaz de vencer a ese amor que sienten un hombre y una mujer, que quieren recibir junto a Dios un sacramento que Él mismo bendijo. Quererse para toda la vida. El coronavirus habrá vencido al modelo de negocio de las bodas… pero no al amor.
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