Este joven venezolano está convencido de que una sociedad no se construye con el estómago vacío; por eso emprendió “Proyecta País de las 3 R: Recicla, Recrea y Reconcilia”, para colaborar con las causas sociales, especialmente con los que más sufren
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Son las 10 de la mañana del 12 de mayo 2020. En esta fecha, el gobierno de Nicolás Maduro extendió por un mes más la “cuarentena social” ahora llamada “estado de alarma”, que desde el 13 de marzo fue declarada en Venezuela para prevenir del Covid-19. La “flexibilidad” no es oficialmente explicada en profundidad, pero permite permanecer en las calles hasta las 12 del mediodía para buscar alimentos. Para los ciudadanos venezolanos, el hambre genera más temor que la misma pandemia.
Este día, la temperatura es muy alta en la avenida principal de El Cementerio, al sur de Caracas, la cual debe su nombre al camposanto ubicado al final de la vía. En la medida en que se acerca el mediodía, el calor es más sofocante y húmedo, creando una atmósfera de desespero entre quienes la transitan comprando alimentos y medicinas.
El boulevard parece un centro comercial a cielo abierto, atestado de compradores y vendedores, pero se acerca el mediodía y poco a poco debe quedar vacío y en silencio.
A las tres de la tarde no hay un alma en el lugar y el sigilo se hace necesario. Entonces, como siluetas creadas por el espejismo, se van divisando personas que salen desde sus lugares de descanso. Son unas 150 entre niños, jóvenes y adultos –varones y hembras- que viven en situación de calle. De ellos, 60 habitan dentro del Cementerio General del Sur, donde duermen en los huecos de las tumbas vacías y otros recovecos. Salen para hurgar las bolsas de basura y buscar algo de comida.
Ángelo Gonzalo Rangel Ferrer y su equipo de jóvenes ya los conocen y se aprestan a recibirlos. Ellos buscan darles de comer a esos vecinos más necesitados y olvidados por el Estado; a esos menesterosos, que no existen en las cifras oficiales. Con el estómago vacío no les vendrá mal una arepa rellena, un envase de sopa, un vaso de jugo de frutas o un tapabocas para que se prevengan de la pandemia. Además, les darán aliento, cercanía y calor humano, razones suficientes para que encuentren la alegría de vivir y de nuevo abriguen la esperanza de que un día ¡Todo será mejor!
“Ojalá la caridad y la solidaridad se pueda viralizar entre nosotros”, fue el deseo de Ángelo al conocer la intención de Aleteia de difundir lo que realiza en El Cementerio. Él lo llama “Proyecta País de las 3 R: Recicla, Recrea y Reconcilia”, y tiene como epicentro la parroquia “San Miguel Arcángel”, el boulevard y sus alrededores. “Queremos incentivar a la comunidad a construir el país desde su espacio para colaborar con las causas sociales, especialmente con los que más sufren”, dijo.
Destinatarios del “Ángel de El Cementerio”
Atilio Navas, con 70 años de edad, es uno de los destinatarios más urgidos del apoyo de Ángelo. “La obra de caridad que realizan es humanizante”, afirmó en conversación con Aleteia. La “arepita” que recibe tres veces a la semana, desde hace más de dos años, viene a ser “un resuelve ante la crisis de hambruna que azota al país, y que cada día se agrava más”, dijo. Sostenido con un palo que le sirve de bastón, confesó que tiene severos problemas de salud que le impiden trabajar para ganarse la vida como lo ha hecho en el pasado a través de la confección de títeres e impartiendo clases de teatro y música.
Relató que tiene tres fracturas en la cervical y en la región lumbar debido a una golpiza recibida hace 16 años por uno de sus hermanos, cuando aquél discutía con su madre a la que golpeó hasta morir. Pese a ello, afirmó: “No odio a nadie, me dedico a leer los pasajes de la Biblia que me dan paz a mi corazón, y me permiten vivir feliz”.
Este hombre no goza de la caja Clap, ya que no está incorporado al beneficio social que otorga el gobierno de Nicolás Maduro. La pensión del seguro “no alcanza ni para comprar un kilo de carne, un pollo, un kilo de queso, y mucho menos un cartón de huevos para soportar el hambre que cada día ataca más el estómago del venezolano”.
Noel Rodríguez, de 60 años, también agradeció el trabajo de Ángelo. Narró que trabaja esporádicamente en la albañilería y pintura para sobrevivir. Desde que comenzó la cuarentena recibe la comida que entregan los jóvenes. “Bendigo y agradezco el esfuerzo que realizan ellos y la comunidad en repartir comida a las personas que viven solas, en situación de calle y no tienen la posibilidad de comer todos los días”.
José Rafael Ávila, de 62 años, se sumó y desde su silla de ruedas, narró parte de su vida. Él se gana la vida reparando autos en un taller cerca de su residencia ubicada en la zona conocida como “Los Alpes”, aledaña a El Cementerio. Igualmente, reconoció “la labor de la iglesia católica y a la gente solidaria como Ángelo que, como un ángel, siempre tiene la disponibilidad de tenderle la mano a los más necesitados”.
¿Proyecto de vida con hambre?
Ángelo Rangel, apenas llega a los 27 años. La obra humanitaria que desarrolla consiste en la repartición de arepas y otros platos de comida que elabora la comunidad para compartir con las personas en situación de calle. La actividad se desarrolla tres veces a la semana (martes, jueves y sábado) a partir de las 4 y media de la tarde.
Hace dos años, antes de iniciar su proyecto país, coordinó la olla solidaria que diariamente se entrega en la parroquia “San Miguel Arcángel” de esta zona. Esa Cuaresma el llamado eclesial era abstenerse de consumir muchos alimentos. Ángelo pensó que los creyentes que no los iban a consumir los podían donar a quienes se encuentran en situación de calle y ayunan por necesidad.
“Primero les pedí a vecinos de esta comunidad que entregara una comida. Al día siguiente me llevaron 30 comidas, luego fueron 60. Posteriormente, las donaciones comenzaron a multiplicarse hasta que logramos crear el comedor”, declaró.
Está consciente de que “ante la crisis humanitaria que aqueja a Venezuela no se puede lograr ningún proyecto de vida con hambre”. Inicialmente, junto a él participaban tres jóvenes pero ha inspirado a otros que se han integrado a la obra.
“No queremos hacer el trabajo del gobierno que tiene la obligación de atender a la población vulnerable de la sociedad. Esta ayuda viene a ser como un paliativo para ayudar al prójimo a saciar su necesidad física; e igualmente, busca dignificar al ser humano que merece comer dignamente, ya que la gran mayoría lo obtiene de los desperdicios echados en las calles, poniendo en peligro su salud y su vida”, explica.
Rangel ratificó que no son financiados por ninguna ONG ni por el gobierno de turno. “Es la propia comunidad la que hace los aportes económicos, en insumos y en la confección de los alimentos. La arepa que reparten la rellenan de acuerdo a las posibilidades que se tengan: huevo, mortadela, queso y carne”.
Entre 40 y 60 personas se benefician directamente de ellos, pero “elaboramos un poquito más de comida para que nadie se quede sin probar el alimento”.
Trabajó junto al concejal Fernando Albán
Expresó que en el inicio de la pandemia la labor social ha sido “muy ruda” porque no se permitía la aglomeración de personas en las calles. “Gracias a Dios, las autoridades paulatinamente han flexibilizado sus actuaciones y permitido que la actividad se desarrolle sin ningún problema. Además procuramos que los beneficiarios se pongan sus tapabocas y cumplan la distancia requerida para evitar los contagios”.
El proyecto también dona medicamentos a las personas, a los hospitales, CDI, centros asistenciales afiliados al Seguro Social; e igualmente crean espacios en apoyo al deporte para rescatar a los jóvenes de los vicios como la droga y el alcohol. “La gente reconoce la labor social que desarrollamos a través de nuestro proyecto país. Luchamos porque otras comunidades se contagien de solidaridad con los más pobres”.
Hay un detalle que ha marcado la vida de Ángelo Rangel: trabajó durante nueve años como asistente del concejal Fernando Albán, cuya muerte ocurrida en instalaciones del Servicio Bolivariano de Inteligencia, en Caracas, aún no está muy clara. “La política es tan buena o tan mala, eso depende de la vocación que se le quiera dar; y en Albán, solo observé el servicio positivo en favor de la comunidad”.
Una de las cosas que lo han ayudado a emprender en su labor hacia el prójimo, es la experiencia del perdón y reconciliación, actualmente experimentada en Colombia por la guerrilla, el Estado y el gobierno. Junto al edil Albán, estudió las redes sociales y su uso adecuado en la comunicación social. “Una de mis preocupaciones e intereses es estudiar la sociedad venezolana para conocer en profundidad su situación y actuar”.
Finalmente, Ángelo Rangel envió un mensaje a las comunidades ante “la urgente necesidad de contagiar la solidaridad” hacia el prójimo: “valoremos nuestra existencia aquí en la tierra, y segamos confiando en Dios que todo lo puede”. Para colaborar es sencillo: contactar a través de sus redes sociales: @AngeloRanFer.
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