De hecho, las pandemias de los siglos I y II condujeron a la expansión de la Iglesia
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¿Sabías que el cristianismo se convirtió en la fuerza dominante que llegó a ser en Occidente debido a dos pandemias?
En su libro La expansión del cristianismo, el investigador Rodney Stark señala que fueron dos grandes enfermedades epidémicas, en el 165 y luego cien años después, las que cimentaron el camino de la cristianización de Occidente.
“Si la sociedad clásica no se hubiera visto perturbada y desmoralizada por estas catástrofes, el cristianismo quizás nunca se hubiera convertido en una fe tan dominante”, afirma el experto.
¿Cómo sucedió y qué podemos aprender de estos cristianos del pasado?
Primero, los cristianos tenían esperanza frente a la adversidad.
Los dioses paganos en quienes confiaban los romanos les fallaron en tiempos difíciles. “En cambio, el cristianismo ofreció un relato más satisfactorio de por qué esos tiempos terribles habían caído sobre la humanidad”, escribe Stark. “Proyectó un retrato esperanzador, incluso entusiasta, del futuro”.
Los cristianos saben que la adversidad vendrá y, en cualquier caso, sabemos que la vida está repleta de belleza y gracia.
Segundo, los cristianos tenían esperanza frente a la muerte.
Stark afirma que probablemente encontró por primera vez la idea de que el cristianismo creció en medio de pandemias en el libro de William McNeill Plagas y pueblos.
“Otra ventaja que los cristianos disfrutaban sobre los paganos era que las enseñanzas de su fe daban sentido a la vida incluso en medio de una muerte repentina y sorpresiva”, escribió McNeill. “Incluso un remanente deshecho de supervivientes que de alguna manera superara la guerra o la pestilencia o ambas podía encontrar un consuelo cálido, inmediato y sanador en la visión de una existencia celestial para los familiares y amigos difuntos”.
Tercero, los cristianos destacaban en la construcción de la comunidad.
Tal y como estamos aprendiendo, por las malas, en nuestra propia época, la comunidad es absolutamente necesaria para la supervivencia humana. Lo que a nosotros nos resulta una dolorosa lección sobre lo que habíamos olvidado, a los primeros cristianos les pareció un descubrimiento emocionante.
“El cristianismo no creció debido a obras milagrosas en los mercados (…) o porque Constantino dijera que así debía ser, tampoco siquiera porque los mártires le concedieran tal credibilidad. Creció porque los cristianos constituyeron una comunidad intensa”, escribió Stark.
Los cristianos ofrecieron cuidados y dignidad a los sintechos y a los pobres, permitieron que los forasteros encontraran sitio en una ciudad nueva y fueron constructores de paz en medio de la violencia étnica.
“Los valores cristianos de amor y caridad se tradujeron, desde el principio, en normas de servicio social y solidaridad comunitaria”, escribió Stark. Su amor y atención hacia el prójimo antes, durante y después de las pandemias fue tan fuerte que nada podía romperlos.
Cuarto, al cristianismo le fue muy bien porque los cristianos eran muy caritativos.
Los cristianos servían a los demás con cuidado e intención, fomentando la salud y la esperanza.
Stark menciona una carta de Pascua de Dionisio, obispo de Alejandría, donde celebraba el servicio de los cristianos a los enfermos en la pandemia: el primer tributo a los héroes de la sanidad, a falta de un hashtag en la época.
Dionisio escribió: “La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron amor y lealtad ilimitados, sin escatimar esfuerzos y solo pensando los unos en los otros. Sin prestar atención al peligro, se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo todas sus necesidades y ministrándolos en Cristo”.
Quinto, los primeros cristianos se entusiasmaban por el camino que habían encontrado. Eran grandes evangelizadores.
Sin embargo, el rasgo más importante de todos, según explica Stark, era la tendencia del cristianismo a compartir la Buena Nueva.
“[E]l principal medio de su crecimiento fue a través de los esfuerzos unificados y motivados del creciente número de creyentes cristianos, que invitaban a sus amigos, familiares y vecinos a compartir la ‘buena nueva’”, afirmó.
Lo cual me lleva a preguntarme: ¿Esta descripción sigue ajustándose a los cristianos hoy día? ¿O quizás describa a otros?
¿Los cristianos han afrontado la adversidad e incluso la muerte con una esperanza indómita? ¿Todavía construyen los cristianos comunidades fuertes? ¿Estamos deseosos y entusiasmados por evangelizar?
Podría ser que la esperanza en la pandemia viniera de otros lugares, como del programa Some Good News de John Krasinski y de los esfuerzos por ofrecer noticias positivas en su iniciativa.
Y podría ser que hiciéramos demasiado poco, que hiciéramos lo mínimo, o menos, y que no motiváramos y evangelizáramos, sino que acusáramos, nos quejáramos y criticáramos.
Lo cual me lleva a otra forma en que los primeros cristianos triunfaron: a través del perdón.
La primera Iglesia no era perfecta. En el año 250, el emperador Decio exigía a todos los ciudadanos romanos que hicieran sacrificios públicos a ídolos. Muchos cristianos —incluyendo líderes eclesiásticos— bien participaron o huyeron, dejando abandonados a sus rebaños.
Para poder avanzar, la Iglesia tuvo que encontrar una manera de perdonar los “deslices”, a aquellos que se habían comportado con cobardía y capitulación. Y no solo lo hizo así, sino que todo ese esfuerzo contribuyó a dar al Sacramento de la Reconciliación su actual forma.
Quizás nosotros también estemos enfadados con la Iglesia o con nuestros prójimos o con nosotros mismos por cómo nos hemos comportado en la pandemia. Suficiente.
Lo que se necesita ahora mismo por encima de todo es esperanza. Construir comunidad. Servir. Evangelizar. Perdonar.
Es un nuevo día y la mies está lista para la cosecha.