Nahuel Pennisi acompaña a la Orquesta de Colón en un ejemplo de solidaridad para toda la humanidad herida
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Otro capítulo de la novela de la Pandemia protagonizada por esta generación está a cargo de los músicos y artistas que se animaron a co-crear e interpretar respetando las cuarentenas y los aislamientos. Gran ejemplo de este tipo de donación cultural a una humanidad herida es la versión de Zamba de mi Esperanza ejecutada por la Orquesta Estable del Teatro Colón junto con la voz de Nahuel Pennisi y arreglos de Popi Spatocco.
No son los finos telares del magno escenario porteño los que arropan a los músicos en esta ocasión, sino las bibliotecas, salas de estar, escritorios, comedores, rincones varios de la intimidad de su hogar. Pero ellos y sus instrumentos- violines, contrabajos, flautas, arpas, tubas, entre otros- se las arreglan pese a ser más de 60 para hilvanar los sonidos del himno a la esperanza más difundido del repertorio folclórico argentino.
“Grabamos desde nuestras casas esta hermosa zamba que está desde siempre en el corazón de todos. Sigamos cuidándonos para que pronto nos volvamos a encontrar”, cuentan. Aunque añaden a la Zamba una línea final, que no interpretan pero sí proclaman con carteles: “Nuestra fuerza es la Esperanza”.
La música de Zamba de mi Esperanza, joya concebida por Luis Profili, florecida por Jorge Cafrune, e inmortalizada y popularizada mundialmente por Los Chalchaleros, encuentra en esta versión sinfónica la voz de Nahuel Pennisi, talentoso joven cantautor, cuya vida en sí misma es un ejemplo de esperanza.
Nahuel es ciego de nacimiento. Posee oído absoluto, y es un eximio guitarrista, además de notable cantante. Sus orígenes son muy humildes, y no le ha huido a las tablas improvisadas de la calle, en la que más de joven interpretaba para llevar un pan al hogar. Su estilo poco ortodoxo de tocar la guitarra, desarrollado por él mismo en la medida en que no lo corregían, fue autodefinido como “Técnica pennisiana”. Su imposibilidad de ver es casi anecdótica en el desarrollo de su carrera. Incluso en más de una ocasión bromea con su ceguera. Con talento y trabajo ya es una figura consagrada de la música argentina, pero en esta ocasión humilde deja de lado la guitarra y se limita en a dar voz y recitar versos que alegran y son como “caricia de pañuelo que envuelve el corazón”.
La propia Zamba de mi Esperanza como canción, independientemente de su letra, es un símbolo de la esperanza. Su autor Luis Profili era un músico amateur, que reservaba su talento no profesionalizado, que había que pulir con muchas clases, para peñas y encuentros familiares. Lo ayudaron a arreglarla, a escribirla, a registrarla. Humilde don Luis, le avergonzaba inscribir una canción con apellido italiano, y se lo cambió para la formalidad a Morales.
A diferencia de otras versiones, en la que con un solo músico que se la arregle para el canto se sale adelante, en esta versión de Zamba de mi Esperanza sinfónica se necesita de absolutamente todos. No sobra ni uno solo de los instrumentos y solos no dicen nada. La fuerza es la esperanza, como dicen, pero esa esperanza no se canta sino cantan todos.