En el número 10 de la bonita calle de Mirail, en Burdeos, Francia, detrás de una puerta de garaje cualquiera se esconde un tesoro
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Si las piedras pudieran hablar, contarían con elocuencia y garbo la formidable epopeya del hospital-priorato Saint-Jacques de Burdeos. Invisible tras la calle a la vista de los transeúntes, este edificio, que mide unos sesenta metros de largo y que hoy sirve de garaje, fue originalmente una iglesia. Es el último vestigio del hospital-priorato Saint-Jacques de Burdeos, construido en el siglo XII, que servía de establecimiento de acogida a los peregrinos de Santiago de Compostela.
“En los textos, al hospital se le llama más a menudo Saint-James que Saint-Jacques, según una grafía derivada del gascón Jacmes”, contaba hace unos años Samuel Drapeau, doctor en historia del arte medieval. Como la mayoría de hospitales de la periferia bordelesa y de Landas, este priorato-hospital fue fundado “para acoger a los peregrinos, pero también para pobres y mujeres encintas”. “Es Guillermo IX, llamado ‘el primer Trovador’, abuelo de Leonor de Aquitania, quien se encuentra en el origen de este edificio”, explica a Aleteia Guilhem Pépin, historiador medievalista titulado por la Universidad de Oxford y fundador del Colectivo 1120 – Salvemos la iglesia de Saint-Jacques de Burdeos, que intenta incluir el edificio en la clasificación de monumentos históricos franceses. “Era un hospital autónomo que dependía de la catedral con un prior y frailes”, detalla el historiador. “Se ocupaban de acoger a los peregrinos, alimentarlos, curarlos y, llegado el caso, de enterrarlos en su cementerio”.
En la segunda mitad del siglo XVI, los jesuitas tomaron el relevo. “En esta época, el número de peregrinos caía en picado”, explica Guilhem Pépin. “Y, por consiguiente, también el de donaciones”. Estando el hospital en bancarrota, los jesuitas se instalaron en él. Aunque continuaron en este lado de la calle con la acogida de peregrinos, por el otro crearon una escuela “que se ha convertido hoy en día en el liceo Montaigne”.
“¡Sin duda se trata del conjunto medieval más desconocido de la ciudad!”
Sin embargo, en un nuevo vuelco histórico, en los años 1760, Luis XV expulsó a los jesuitas de Francia y sus bienes fueron confiscados. “El edificio fue vendido a particulares antes de la Revolución francesa. No se sabe gran cosa además de que la iglesia fue transformada en un momento dado en teatro”, reanuda el historiador. “Una fotografía tomada a finales de los años 1970 nos permite pensar que en aquel momento se transformó en garaje”. En 2001, la bóveda del coro se derrumbó a causa de una viga de la techumbre, arrojando al suelo una estatua policromada de Santiago que data del siglo XV. “Por fortuna, resultó poco dañada”, suspira Guilhem Pépin. Sin embargo, se siente la urgencia de preservar este lugar cargado de historia.
Fue hace dos o tres años cuando él mismo se interesó realmente por el edificio. “¡Sin duda se trata del conjunto medieval más desconocido de la ciudad!”, exclama. “Y ni siquiera está clasificado, lo que quiere decir que puede desaparecer de un día para otro”. Para preservar este patrimonio, Guilhem Pépin organizó hace unas semanas un colectivo para dar a conocer este pequeño tesoro. “Burdeos ya está inscrita en el patrimonio mundial de la Unesco dentro de los caminos de Santiago de Compostela gracias a tres iglesias vinculadas a esta peregrinación, pero la paradoja es que la iglesia más significativa de esta peregrinación no está incluida. Este edificio es un testimonio privilegiado de la historia de Burdeos y, sobre todo, de la historia de sus gentes”.