Sucedió en la casa del filósofo Atenadoro, en Atenas. Y se remonta al primer siglo después de Cristo
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El término infestación se refiere a trastornos de naturaleza preternatural, por parte de diablos o espíritus malignos que se manifiestan en algunos lugares, por ejemplo – casas, oficinas, tiendas, huertos…, en diversos objetos – cama, almohadas, muñecas, automóviles…, e incluso en animales domésticos. En sus escritos, Orígenes dice que en estos casos, ya desde principios del Cristianismo se hacían exorcismos.
Sobre la infestación, el ritual del exorcismo afirma:
“La presencia del Diablo y de los demás demonios se manifiesta y se concreta no sólo en el caso de personas tentadas o poseídas, sino también cuando cosas y lugares se han hecho de alguna manera objeto de la acción diabólica…” (Ritual Romano, Rito de los exorcismos y oraciones por circunstancias particulares, Libreria Editrice Vaticana, 2001, pag. 89).
Ruidos inexplicables
Los demonios pueden atormentar al hombre de manera indirecta, o sea, en sus cosas; por ejemplo con ruidos inexplicables en casa, en el techo, en el suelo o en las paredes, en las puertas y ventanas y en los muebles.
La casa infestada del filósofo ateniense Atenodoro quizás es el primer episodio documentado de infestación (que se remonta al siglo I) y que pertenece a la clásica tradición de apariciones con el clásico ruido de cadenas.
¿Lo que había en la casa era un alma en pena, o era otra cosa? Lee más: ¿Existen realmente los fantasmas?
Enfermedad o muerte
En una carta, el orador y escritor latino Plinio el Joven (años 61-113 aproximadamente), sobrino de Plinio el Viejo, cuenta de una casa en Atenas infestada por un fantasma de aspecto misterioso que solía aparecer arrastrando gruesas cadenas, que le ataban las manos, y se lamentaba penosamente.
Quienes se aventuraban entre aquellas paredes sufrían enfermedades o incluso la muerte. Por este grave trastorno, la casa permaneció vacía mucho tiempo, decayendo poco a poco en ruinas.
La primera noche
A pesar de la mala fama de la vivienda, el filósofo Atenodoro, nacido en Tarso y que vivió durante un tiempo en Atenas, la alquiló, aprovechando las favorables condiciones económicas, sin importale lo que se decía sobre el fantasma.
Se dice que la primera noche, mientras escribía, el fantasma se le apareció, invitándole a seguirle; este no se dejó impresionar, protestando que estaba muy ocupado con su trabajo; pero questi non si lasciò impressionare protestando che era troppo impegnato nel suo lavoro; pero el fantasma insistió con rabia, así que Atenodoro siguió al espíritu, que le guió al jardín e indicó un lugar, desapareciendo a continuación.
El esqueleto de un hombre encadenado
El día después, Atenodoro contó lo sucedido a las autoridades, que hicieron excavar en ese punto exacto del jardín, donde encontraron el esqueleto de un hombre encadenado. Se dio a los pobres restos una sepultura digna, y el lugar fue purificado. Según Plinio, desde entonces cesaron las apariciones del fantasma y la mala suerte de aquella casa.
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