Claro que es posible una transformación interior de la persona, mira cómo estos seres espirituales han ayudado en la de santa Teresa y el Padre PíoEscribía Jacques Leclerq, teólogo moralista belga (1891-1971):
“Creo que un día, tu día, Dios mío, avanzaré hacia ti con pasos titubeantes, con todas mis lágrimas en la palma de la mano, pero también con este corazón maravilloso que nos has dado, este corazón demasiado grande para nosotros porque está hecho para ti”.
Y sí, el corazón del hombre es demasiado grande. En su interior se encuentra el deseo mismo de Dios, de buscar, encontrar y ver a Dios.
Jesús mismo llama a ese corazón, y Dios promete, por medio del profeta Ezequiel, renovar ese corazón, quitar el corazón de piedra y darnos un corazón nuevo, un corazón de carne.
Es precisamente este llamado a un nuevo corazón lo que nos brinda esperanza de poder cambiar, de abrirnos realmente para aquello a lo que estamos llamados: la verdad, la belleza, la justicia, el amor.
Es posible cambiar
Sin embargo, en la experiencia del día a día, pareciera que este deseo grande del corazón humano es poco realista e irrealizable.
Como si tuviéramos que simplemente “acomodarnos” o “resignarnos” a lo que en el mundo hay y lo que el mundo nos da.
Y lo que el mundo nos da y en lo que en el mundo hay, es un juicio y una condena constante del corazón humano. No puedes amar de manera pura, no puedes amar para siempre, etc, etc.
Esto es lo que Juan Pablo II ha llamado “los maestros de la sospecha”, y que identifica con las corrientes de pensamiento de Nietzsche, Freud y Marx.
En efecto, estas corrientes de pensamiento, o no creen, o no conocen, el poder transformador de la gracia de Dios y la promesa de un nuevo corazón.
Estos “maestros de la sospecha” proyectan sobre otros su prejuicio de que no se puede hacer, nada se puede cambiar, y que el corazón humano está destinado a ser dominado por sus deseos de lujuria, orgullo o soberbia de los ojos.
(Piensa por ejemplo en aquellos que niegan las llamadas terapias de recuperación a aquellos que lo solicitan, y piden ayuda para sanar las consecuencias de las heridas emocionales en sus vidas).
Estos “maestros” no ven esperanza de redención para el corazón del hombre.
La Sagrada Escritura nos abre a una nueva y esperanzadora imagen del hombre. El mensaje de Dios, la “Buena Nueva” de Jesús para el hombre, es que si hay redención y da posibilidades al hombre.
“La redención es una verdad, una realidad, en cuyo nombre debe sentirse llamado el hombre, y «llamado con eficacia»” (cfr. Juan Pablo II, Audiencia de Octubre 28 de 1980).
A esta redención a la cual se encuentra llamado todo hombre, sea la situación en la que se encuentra, los errores que haya cometido, las heridas que tenga, los santos ángeles son llamados a participar.
Santa Teresa de Ávila
Precisamente, si tenemos en cuenta que los fenómenos místicos de los santos, sin que se repitan en los demás cristianos, vienen a ser una luz que se nos da para entender el camino de amistad y de unión con Dios; entonces podemos aludir al fenómeno de la transverberación de santa Teresa de Jesús.
Este fenómeno místico, que la misma santa narra en su autobiografia, consiste en ser traspasado el corazón, dejándole “toda abrasada en amor grande de Dios” ( Vida, 29,13).
Fue un ángel. La santa menciona que fue un querubín, el segundo coro de los ángeles. Sin embargo, parece ser, por la descripción que hace Teresa del fenómeno, que debió de ser un serafín.
Para estos efectos, no importa el coro que haya sido. Lo que llama la atención es que se inflama el corazón de una mujer, de una persona, con el fuego del amor y la deja toda abrasada en amor.
Ya no es el amor lujurioso, codicioso, que pregonan los “maestros de la sospecha”. Es un corazón abrasado de un amor puro por Dios y el prójimo.
Esta experiencia de Teresa de Jesús da testimonio, como las de otros muchos santos, de que el corazón del hombre puede ser trasformado, redimido por la gracia de Dios.
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La amistad con el ángel nos lleva a ser heridos de amor, de amor divino. No de la misma manera que lo fue Teresa de Ávila pero sí con el mismo fin, que es que el deseo que llevamos en nuestro corazón se realice, esto es la búsqueda y la unión con Dios.
Y es que nada -oye bien-, nada de lo que afecta a los hombres deja indiferentes a los ángeles. Ellos se interesan por el corazón del hombre. La amistad con los santos ángeles nos lleva a encender nuestro corazón de amor.
Santo Tomás nos dice que “el solo contacto del ángel es suficiente para hacernos mejores. Así como el fuego irradia y extiende a su alrededor el calor; así como el contacto con una persona virtuosa nos hace mejores, del mismo modo si nos acercamos a los ángeles que irradian luz, calor, virtud, amor, recibiremos algo de ellos que nos comunican sus cualidades y perfecciones“.
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Hay que notar que el ángel hiere el corazón de santa Teresa, y el corazón es el centro de nuestros afectos, sentimientos, pensamientos, deseos.
Los ángeles tocan todo esto para formar nuestro corazón. No es necesario que los veamos; el hecho de no verlos no significa que no tengan esa influencia.
Cuando el ojo ve un árbol no ve sus raíces, pero no por ello el árbol carece de las mismas, nadie se atrevería a decir que las raíces no existen o que son una invención de los agrónomos.
La experiencia de santa Teresa nos da cuenta de que los ángeles se acercan al corazón del hombre.
Padre Pío
Otro de los santos con experiencias con los ángeles, san Pío de Pietrelcina, solía decir que cuando se tenga alguna necesidad del corazón, hay que dirigirse al ángel custodio.
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Esa cercanía de los ángeles al corazón del hombre es lo que también hace posible que en momentos difíciles con alguien, ya sea por malos entendidos o por cualquier otra razón, las personas se vean aligeradas al acudir a estos buenos compañeros espirituales.
Fue el consejo que el papa Pío XI trasmitió al Cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII.
Igualmente, los santos ángeles nos indican la fuente de este amor: Dios.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer para aceptar esta ayuda y cercanía, para permitir que el ángel trasforme nuestro corazón y lo haga arder con el fuego de amor de Dios?
Considero que la respuesta es disponer nuestra alma a recibir con gratitud y humildad la presencia y ayuda de este amigo fiel.
Esta disposición se manifiesta en una oración fervorosa, que busque alcanzar la ayuda y auxilio de los ángeles; y en una honra aquí en la tierra mediante la confianza y incondicional a aquellos enviados por Dios para guiarnos en nuestros caminos.
Acerquémonos, pues a estos compañeros y encendamos nuestro corazón con un amor de Dios, un amor divino.
Te comparto la poesía que santa Teresa escribió que narra de manera bella la experiencia que tuvo con el ángel que la hirió de amor:
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que es mi Amado para mi,
y yo soy para mi Amado.
Hirió con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mi,
y yo soy para mi amado.
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