La dependencia emocional de una amistad conlleva varios peligros. Entre ellos, la pérdida de libertad para tener una relación amorosa
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Con 37 años, Clara acaba de romper con su prometido. El confinamiento precipitó su decisión. En vez de pensar en la boda, en su matrimonio y una vida de familia que pretendía construir junto a su novio, se siente devastada por lo que le está pasando. En cuanto a su vida, le está costando reponerse de la ruptura y creer que podrá protagonizar algún día otra historia de amor. Lo bueno de toda esta triste situación es que ha descubierto el incondicional apoyo de sus amigas. Clara está tan agradecida como impresionada por su amistad, tan importante para ella en estos momentos.
“Han estado a mi lado sin que yo les pidiera ayuda. De forma sencilla y natural me han ayudado con pequeños gestos: llamadas de teléfono, mensajes que suben la moral, intenciones de oración… Ellas han enjugado mis lágrimas, han escuchado mis quejas y me han aliviado en momentos especialmente dolorosos”, confiesa a Aleteia.
Esta experiencia le ha dado tanto de qué pensar que la joven reconoce que, como no quiere ser herida de nuevo, ahora se dedicará a cuidar a estas amigas, cuyas relaciones son más seguras, más fáciles de mantener y menos peligrosas que una relación amorosa. (Aunque no siempre están fuera de peligro.)
En las adversidades de la vida es cuando nos damos cuenta de la fidelidad de ciertos amigos. No obstante, en esos momentos delicados, podemos inconscientemente tejer un vínculo de amistad de sustitución o incluso de dependencia afectiva que puede dificultar un futuro encuentro amoroso.
“Aunque la inclinación hacia cierta seguridad afectiva es natural, puede convertirse en una lacra cuando busca evitar todo riesgo”, explica Claire de Saint Lager, escritora experta en relaciones de pareja.
En su última obra, titulada en francés Comme des colonnes sculptées, le célibat, un chemin d’espérance (“Como columnas esculpidas: la soltería, un camino de esperanza”), de Saint Lager afirma que 2en esos fracasos sentimentales, podemos ver la oportunidad de un ajuste de nuestros deseos, nuestras emociones y nuestra afectividad. Es una oportunidad también para un ajuste en todas nuestras relaciones” pero cuidado porque, según dice, entre los solteros existe la gran tentación de “querer mantenerse en un estado de vida rígido”.
Para muchos solteros y solteras, el lugar que ocupan en su entorno, “los papeles inconscientes que pueden desempeñar ante alguno o ambos padres y entre los hermanos, aunque también en un grupo de amigos, puede convertirse en un obstáculo para la plenitud de su vida afectiva. Cuando un padre es omnipresente en la vida de un hijo adulto, ¿qué lugar queda para el otro en la relación amorosa?”, se pregunta Claire de Saint Lager.
Los vínculos absorbentes hacen repetir relaciones frágiles donde la entrega de uno mismo es imposible. Esta huida hacia una fusión afectiva familiar o amistosa impide a veces encontrar la libertad interior o abrirse a la futura vocación del matrimonio.
Según el cardenal Newman, un gran teólogo del siglo XIX que tuvo el talento de establecer auténticas amistades, el arte de cultivarlas consiste en querer que el otro se convierta en mejor persona. Apuntar al alma del otro es la condición sine qua non de una amistad profunda, una amistad duradera. Sirve para hacer crecer al otro al tiempo que se crece mutuamente. De este modo, la verdadera amistad da libertad y es transformadora.
Tras de una ruptura sentimental o a la espera de una historia de amor que tarda en presentarse, los solteros acuden gustosamente a sus amigos. Más duradera, la amistad les aporta un apoyo incondicional y gratificante pero, es importante conocer los límites de esta relación para que no sea demasiado absorbente ni se convierta en un obstáculo para conocer a otras personas e incluso, enamorarnos.