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Catharina van Hemessen: Pintora de hermosas escenas bíblicas

CATHARINA VAN HEMESSEN
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Sandra Ferrer - publicado el 26/06/20
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La historia del arte ha estado durante siglos al servicio de la religión. Grandes artistas utilizaron su genio para plasmar sobre un lienzo en blanco los momentos clave de la historia sagrada. Entre estos artistas, también las mujeres ensalzaron el nombre de Dios con su pincel. Tal fue el caso de Catharina van Hemessen

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La escuela flamenca legó a la historia del arte nombres tan conocidos como El Bosco, Durero o van Dyck.

En sus talleres, los pintores crearon infinidad de cuadros y tablas con inmortales pinturas religiosas; talleres en los que las nuevas generaciones de artistas aprendían de los maestros y aportaban su propio e incipiente talento.

En esos hermosos y caóticos lugares de creación artística, a veces se colaron mujeres, la mayoría de las veces hijas de pintores que les permitieron desarrollar su arte a pesar de su género.

Uno de los primeros nombres femeninos de los que se tiene constancia que lo hiciera y terminara siendo pintora profesional fue Catharina van Hemessen.

Nacida en la ciudad belga de Amberes hacia 1528, Catharina vivió entre pinturas y pinceles desde su más tierna infancia.

Su padre, el pintor manierista Jan Sanders van Hemessen, había llegado hasta lo más alto primero como maestro y posteriormente como decano del gremio de pintores de San Lucas de Amberes.

Buena parte de su obra se centraba en retratos y pinturas religiosas, temáticas que también asumiría su hija como propias.

Catharina aprendió rápido en el taller familiar y pronto pasó de ser aprendiz a colaboradora. Expertos en arte afirman que la joven pintora participó en la elaboración de algunos de los cuadros de su padre.

Catharina van Hemessen tuvo el privilegio de viajar junto a sus hermanos a Italia, por aquel entonces el epicentro del mundo artístico, donde se impregnó de la belleza de sus obras de arte y aprendió todo lo que pudo para convertirse ella también en una talentosa pintora.

La obra pictórica de Catharina van Hemessen es reducida, aunque no por ello menos brillante. Sus retratos y autorretratos se convirtieron en punto de referencia para otras artistas que emularían su estilo.

También pintó hermosas obras religiosas, inspiradas en lienzos como La Sagrada Familia pintada por su propio padre.

Dicha influencia se encuentra claramente en su preciosa obra  Descanso en la huida a Egipto, en la que la Virgen María abraza cariñosamente a su hijo.

Su Encuentro de Cristo con Verónica es una magnífica composición con muchos personajes de claro estilo flamenco en el que expresa con gran maestría el dolor y la solemnidad del momento.

ALTARPIECE

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En la actualidad, muy pocas personas saben de la existencia de esta mujer quien, en vida, recibió un amplio reconocimiento a su talento artístico y llegó incluso a vivir de él.

Tal fue su fama que, además de vivir de sus hermosos retratos, fue llamada a la corte de María de Hungría, reina viuda de aquel país que por aquel entonces ejercía de regente de los Países Bajos al servicio de su hermano, el emperador Carlos V.

En 1554, una reputada Catharina van Hemessen, convertida en pintora respetada por la alta sociedad de la ciudad, se casaba con Chrétien de Morien, organista de la catedral de Amberes, uno de los puestos más importantes por aquel entonces.

Por desgracia, no era extraño en aquella época que las pocas mujeres que desarrollaban algún talento artístico o alguna profesión, tuvieran que abandonarla cuando contraían matrimonio.

Después de esa fecha, desaparecen las obras firmadas por Catharina.  Sin embargo, expertas como Eleanor Tufts aseguran que Catharina no dejó nunca de pintar, sobre todo sus dos géneros preferidos, el retrato y la temática religiosa. 

Dos años después, el destino de la princesa regente cambiaría su vida. En 1556, María de Hungría abdicaba de su cargo en los Países Bajos y decidía marcharse a España para compartir el retiro de su hermano el emperador. María invitó a su querida Catharina y a su esposo a acompañarla y aceptaron la propuesta.

Al parecer, su padre, quien también había estado al servicio de María de Hungría, se encontraba así mismo en España, inmerso en la elaboración de un hermoso retablo para el Monasterio Jerónimo de Santa Ana en Tendilla.

Muchos expertos aseguran que algunas de las mejores piezas del mismo, como el Nacimiento de Cristo, el Calvario o algunos retratos de santos fueron obra del pincel de Catharina.

En 1558 fallecía la antigua regente de los Países Bajos. En su testamento, legaba a Catharina van Hemessen y su marido una pensión vitalicia que les permitiría vivir holgadamente el resto de sus vidas.

La pareja regresó entonces a Amberes, donde la artista tuvo una existencia tranquila hasta su muerte, acaecida en algún momento alrededor de 1587.



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