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¿La ideología de género ha superado el concepto de hombre y mujer?

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Michel Boyancé - publicado el 27/06/20
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Nuevas teorías filosóficas sobre el ser humano afirman haber “superado” la distinción entre el hombre y la mujer en aras de la igualdad y la libertad: ¿Nos hallamos ante una nueva etapa de la evolución, como algunos afirman?

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1. Las teorías llamadas “de género” han provocado en las sociedades actuales una “revolución” en el concepto de lo que es la persona humana, según el cual lo que vale es el deseo subjetivo de cada uno. Un concepto que las leyes apoyan en muchos casos.

¿Nos hallamos ante una crisis de los derechos del hombre y de la dignidad de la persona sexuada?

La cuestión de la identidad hombre/mujer, que durante siglos parecía simple y no había suscitado mayores preocupaciones, se ha convertido en los últimos años en una cuestión debatida.

Esta cuestión concierne al ser humano en su propia humanidad, y al futuro de las sociedades contemporáneas. Atravesamos actualmente una profunda crisis de los derechos del hombre por muchas razones. Parece que este ya no puede ser captado y definido.

Por otro lado, la sexualidad ya no se considera como vinculada a la procreación responsable, sino al deseo subjetivo de cada uno.

Finalmente los avances científicos desdibujan, al parecer, las fronteras entre lo humano y lo animal, y entre lo natural y lo artificial.



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La identidad hombre/mujer parece una noción desfasada para una cierta corriente feminista que percibe en esta distinción una dominación masculina oculta, y por tanto la considera como potencialmente peligrosa para las mujeres.

Nuestras sociedades democráticas aspiran efectivamente a la igualdad y a la libertad.

Pero, en materia de igualdad, hoy ya no se sabe si la justicia es la ausencia de diferencias (ser igual es lo mismo que ser idéntico) o si, al contrario, la igualdad consiste en aceptar las diferencias entre unos y otros.

Esta paradoja es clave y central en las cuestiones planteadas por el concepto de género.

En materia de libertad, se está pasando de una sociedad que nunca cuestionaba ciertos fundamentos, entre ellos la diferencia entre hombre y mujer, a una sociedad donde el derecho y la ciencia abren perspectivas radicalmente nuevas para organizar las relaciones sociales de manera puramente artificial, liberadas de cualquier límite natural.

Las biotecnologías (la fecundación in vitro, por ejemplo) ya no vienen a compensar una deficiencia de la naturaleza, sino a reemplazarla.

La ley tiende a oficializar este reemplazamiento afirmando que todos los individuos tienen derecho a estas técnicas. Esto da la idea de que nos hallamos ante un momento de la evolución en el que hay que repensar lo humano quitando todo fundamento que no sea la libertad y la igualdad basadas en los deseos individuales.

Las ciencias humanas y sociales modernas parecen confirmar esta evolución.



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2. Sin embargo, se trata de una teoría filosófica posterior a los estudios de género, que en sí misma no nace para “redefinir” a la persona, y que puede ayudar a una mejor comprensión de la realidad de la sexualidad humana.

¿Cuáles son los diferentes significados de la palabra género?

La distinción entre sexo (anatómico) y género (gender en el sentido del inglés clásico gramatical, psicológico y social) apareció en el campo de las ciencias humanas en los años 1950-1960.

Se estudiaron casos de nacimientos de niños intersexuales (una anomalía de la diferenciación sexual anatómica) y de personas transexuales (con dificultades psicológicas para reconocerse en su sexo anatómico). La medicina y la psicología determinaron así que el género podía no coincidir con el sexo.



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Esta noción de género aún evolucionó más para dar lugar (en los años 1970-1980) a una disciplina aparte: los estudios de género (gender studies), basados en el estudio de las representaciones sociales y psíquicas del sexo.

Se planteaba que para ser hombre o mujer, era necesario no solamente tener un sexo biológico, sino también y sobre todo sentirse, comprenderse y quererse hombre o mujer.

Estos gender studies no planteaban cuestiones esenciales, ni servían para otros fines, sino que se ceñían a la metodología propia de las ciencias sociales: se trataba de describir cómo los seres humanos se identifican sexualmente.

Se comprende a través de ellos que el sexo biológico no es la única realidad de la sexualidad humana; debe distinguirse del sexo sociológico o psicológico.

El género designa en este sentido la representación social y psíquica del sexo biológico.

Los estudios de género son así, en su orden propio, legítimos y pertinentes. Estos describen bien una realidad importante de la persona humana, pero sin llegar a definirla.

Estos estudios, sin embargo, han sido utilizados por algunos para elaborar una teoría filosófica. Al poco tiempo (entre los años 1990-2000), el concepto de queer (traducido como “extraño”, “sorprendente”) para referirse a comportamientos sexuales más allá del género (queer theory).

Al hablar de queer, se entra en una dimensión fluida, flexible, nómada al punto de defender la emancipación completa del individuo de cada definición sexual dada a priori.

Las clasificaciones consideradas rígidas ceden espacio a diversos matices, variables por grado e intensidad en el contexto tanto de la orientación sexual como de la identificación del propio género.

El problema no está en la distinción en sí, que podría ser interpretada rectamente, sino en una separación entre sexo y gender, indica el documento vaticano Varón y mujer los creópublicado el 10 de junio de 2019 por la Congregación para la Educación Católica.

“De esta separación surge la distinción entre diferentes “orientaciones sexuales” que no están definidas por la diferencia sexual entre hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente por el individuo radicalmente autónomo“, explica.

Se trata de un “alejamiento de la naturaleza hacia una opción total para la decisión del sujeto emocional” con el que “la identidad sexual y la familia se convierten en dimensiones de la “liquidez” y la “fluidez” posmodernas” y del relativismo.

Definir las relaciones hombre/mujer en base a conceptos absolutos de igualdad y libertad, puede llevar a pasar por alto a los niños o bien a convertirlos en un mero objeto de deseo.



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3. Lo biológico no ha sido superado, sino que necesita ser comprendido e integrado con la realidad psicológica y social de la persona, y con la realidad moral y espiritual.

Las relaciones entre hombre y mujer necesitan una comprensión particular.

En una filosofía de la persona que integre todas sus dimensiones, el concepto de género remite no a lo queer, sino más bien a la libertad de la persona humana, que al contrario que la de los animales, no está completamente sometida a los puros determinismos biológicos.

Existe una parte de adquisición cultural y social en la representación que uno se hace de lo masculino y de lo femenino. El riesgo de dar a la palabra género el sentido de queer hace desaparecer las diferencias entre hombre y mujer.

Si la igualdad consiste en la no diferenciación, ya no hay necesidad de comprender, y de hecho, ya no se comprende.

En fin, es forzoso constatar que sólo la escucha y el diálogo en el amor, por la vida moral y espiritual, permiten comprender estas diferencias y vivirlas sin dominación ni influencia de deseos desordenados.

La primera evidencia de la experiencia humana muestra que el cuerpo de la persona, dado por la generación, es sexuado. Es “un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares”, “es la subjetividad que comunica la identidad del ser”.

La diferencia sexual entre hombres y mujeres están probadas por las ciencias (la genética, la endocrinología, la neurología,…), y en casos de indeterminación sexual, es la medicina la que interviene para una terapia con fines terapéuticos, no una elección artibraria.

Sin embargo, la persona es compleja.

Forman parte de ella la vida del cuerpo (el sexo biológico, objeto de la ciencia biológica), la vida afectiva y simbólica (el género en el sentido psicológico y social, objeto de las ciencias humanas y sociales) y la vida moral y espiritual (objeto de la filosofía y de la fe).

Esta última es la más olvidada hoy, y permite unificar las otras dos en la búsqueda del amor.

En conclusión, las diferencias hombre/mujer no están superadas, sino que hay que redescubrirlas.

Esta cuestión de la identidad sexual puesta de manifiesto por el concepto de género es importante, pues se encuentra en el mismo centro de las relaciones sociales que brotan de la comprensión que la persona -hombre y mujer- tiene de sí misma.


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