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Sacerdote y hortelano: “El trabajo de la tierra cambia a las personas”

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Javier González García - publicado el 30/06/20
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Emiliano Tapia nació y creció en el campo. Hoy dirige un huerto con el que ayuda a personas en riesgo de exclusión social

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Emiliano Tapia tiene 68 años. Nació en un pueblo pequeñito de campesinos de la provincia española de Salamanca llamado Torresmenudas. Sus padres trabajaban en el campo y con 11 años decidió ser sacerdote. Cuando entró en el seminario “el medio rural”, desaparece de su vida… pero su vuelta ha cambiado la vida a muchas personas.

Emiliano tiene cuatro hermanos, un origen humilde y una familia trabajadora. Por eso sus padres cuando era niño, querían que estudiara para que pudiera salir del lugar donde le criaron. Pero, tras varios años de estudios y servicio, el obispo de la Diócesis de Salamanca, le envió de nuevo al lugar donde creció: “Volví después de muchos años y he recuperado mis raíces”.

Ser sacerdote en el medio rural es “una experiencia tremendamente positiva. El Evangelio es una realidad que tiene que estar enraizada en la vida de la gente. No encerrado en las iglesias ni en nuestro ámbito jerárquico. El Evangelio se descubre en contacto con las personas. Lo vivo en las luchas de la gente “.

Así Emiliano se convierte en el cura del pueblos españoles donde no hay agua corriente y donde la escuela rural empieza a desaparecer.

Vuelta al campo

Emiliano se reencuentra consigo mismo al volver al ambiente en el que se educó. Pero entonces se encuentra con diferentes problemas que sufre la gente: “Uno de los problemas que tenemos en el medio urbano es la alimentación. No porque no haya, sino porque es un problema de expolio de la agroindustria. Se ha mercantilizado tanto la realimentación, que hay personas que no tienen acceso”.

Entonces Emiliano se pone manos a la obra. Trabaja en una parroquia de un barrio con “narcotráfico y problemático, pero con mucha gente con ilusiones”. Empieza a tener “presencia también en la cárcel” y crea un proyecto de “acogida de personas que están en la calle y que tienen dificultades familiares, de drogas, alcohol, inmigración…”.

Abre las puertas de la casa parroquial y llega a convivir con 27 personas.

A los problemas de alimentación, de pobreza y de drogas, no podía faltar el desempleo. Por eso pone “en marcha un catering llamado ‘Algo nuevo’, que es a la vez una empresa de inserción. Comienza con seis servicios de comida a domicilio, y hoy hablamos de una realidad de 500 comidas al día, con 30 personas trabajando y el 60% de las personas contratadas están en riesgo de exclusión social”.

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Un huerto solidario

Con este proyecto, conocen a muchas personas necesitadas y también tierras que han sido abandonadas por la crisis. Así que Emiliano crea una nueva iniciativa para trabajar en el catering con sus propios productos. “Comenzamos con la primera explotación de tierra cerca de mi pueblo y nos dejaron un pequeño invernadero abandonado. Lo ponemos en marcha con la gente acogida en la casa y de esta forma conseguimos hacer del trabajo un elemento importante para recuperar sus vidas”.

Emiliano dirige ahora un huerto de ocho hectáreas con un invernadero de 2.000 m2. La mañana en la que hablo con él para hacer esta entrevista, está en el campo, trabajando con 19 personas. Asegura que esta labor es “un elemento fundamental para recuperar las vidas que ya no pueden ser autónomas. Añadir el elemento trabajo, es fundamental para fortalecer las relaciones humanas”.

Dice que él es “la cara visible” de este proyecto, pero que “esto no funciona sino hay un equipo de personas”. Hoy convive en estos proyectos con 27 personas diferentes de “una media de edad de unos 53 o 54 años. Cada mañana salimos hasta las ocho de la tarde para trabajar la tierra”. Y Emiliano asegura que además “lo compartimos con ilusión, nos autoabastecemos de una forma importante en nuestra alimentación y gracias a este proyecto muchas personas encuentran sentido a su vida”.

Asegura que el primero que le ha encontrado sentido a su vida es él mismo: “Cuando uno ve estas realidades, necesariamente ve que tiene que cambiar la mentalidad. Hemos hecho camino comunitariamente y sobre todo el trabajo de la tierra te transforma y cambia a las personas”.

“Esta experiencia de compartir, es el rostro del Padre y el rostro del amor. Es la teología que me mueve. Lo que se está haciendo con el campo es un estropicio y una situación preocupante: los fertilizantes o los pesticidas que se usan… está generando cosas sin control. Está generando un problema gravísimo”. Por eso sus productos son totalmente naturales y afirma que de una calidad excelente. Igual que la importante labor que realizan con tantas personas que lo necesitan.

 



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