Pocos dolores son tan fuertes como el que provoca la persona que más amamos
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Y ahí estaba ella sentada en mi oficina con el corazón desgarrado contándome la infidelidad que acababa de descubrir de su esposo. El llanto casi no le permitía articular palabra.
Por más que mi lado sensible de mujer me empujaba a consolarla, a abrazarla, no pude hacerlo. Necesitaba permitir que se desahogara y no cortar su emoción.
Solo sé que ninguna persona merece pasar por ese tipo de dolor que hace que el corazón se rompa a pedazos.
Uno sabe dónde tiene el alma porque justo ahí se siente una espantosa descarga de adrenalina atravesando todo el pecho.
¿Cómo es posible que la persona que más amas y que se supone más te ama sea la que te haya provocado sufrir así? ¡No tiene lógica!
Desafortunadamente, en mi práctica como Orientador Familiar y Matrimonial este cuadro lo vivo con mucha frecuencia en mis consultas.
Hay una estadística alarmante. Para este año 6 de cada 10 parejas estarán divorciadas y en los próximos años serán 8 de cada 10. A veces la causa es la infidelidad. ¿Pero qué está sucediendo?
El grave error que las parejas estamos cometiendo es que, primero, no nos estamos educando para amar.
Y segundo: estamos dejando nuestras decisiones a merced de nuestras pasiones, de nuestro egoísmo y de nuestra sensibilidad. Es decir, estamos dejando que estas nos dominen en vez de ser nosotros quienes las dominemos. Estamos dejando nuestra voluntad a merced de nuestros instintos y al “sentir”.
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Hoy en día a todo lo queremos llamar amor. Y en ese contexto, todo vale. Pero esto no es verdad.
No se vale ser infiel porque siento amar a otro (a) o porque siento que tú ya no me haces feliz. O porque mi hormona pudo más que mi neurona y ¡ups, caí! No se vale. Es más, la infidelidad en ninguna circunstancia es permitida.
Si la persona infiel pudiera llegar a comprender en su totalidad el daño tan tremendo que hace a su pareja cuando comete infidelidad y, peor aún, cuando de plano la deja por otra persona…
La persona que ama lo hace todo por hacer feliz a su pareja -la suya- y tiene la suficiente entereza para decir que no a la tentación y, en su caso pedir perdón y apoyo para no volver a caer. Es decir, tiene palabra de honor.
Hay tanto hombres como mujeres que están dejando hogar y cónyuge por otra pareja.
Alta traición
Lo que es común a hombres y mujeres es el dolor de esta terrible experiencia.
Soy una convencida de que una infidelidad no se da de la noche a la mañana. Solo una persona loca y enferma del alma amanecería diciendo: hoy voy a ser infiel porque así soy, y qué…
En un matrimonio, la infidelidad ya es la punta del iceberg. Es decir, no es el problema real.
Pero no voy a enfocarme tanto en esto como en que la persona que pasa o pasó por esta terrible experiencia evite cometer ciertos errores cuando descubre que el cónyuge ha andado de cascos ligeros.
Lo primero es que dejes de culparte.
El “qué hice” o “qué dejé de hacer” que solo te sirvan para tomar la parte de tu responsabilidad -no culpabilidad- y hacer los cambios personales necesarios para salir adelante y, mejor aún, para perdonar y salvar tu matrimonio.
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Porque es posible salvarlo después de vivir una experiencia como esta. No es nada fácil, pero créeme que sí se logra.
Un buen acompañamiento profesional con personas que le apuesten al perdón y al matrimonio es fundamental.
Lo primero, si acabas de descubrir que tu pareja te fue o te está siendo ahora mismo infiel, respira. Intenta tranquilizarte.
Luego, habla con ella, pero con tranquilidad. Intenta no reaccionar de forma agresiva. Evita lo más que puedas cualquier enfrentamiento.
Sé que lo que te pido no es fácil y quizás lo que te surja es agresividad, pero no te conviene. Es a ti en primer lugar a quien no te conviene perder el control.
Dile a tu pareja cómo te sientes: herido/a, traicionado/a, desilusionado/a… Háblale de manera respetuosa. Si tú tratas de manera despectiva, vuestro distanciamiento se hará más grande. Aunque hayas sido la persona lastimada, eres tú quien tiene la sartén por el mango.
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Errores que debes evitar cuando descubres la infidelidad
- Evita armar un escándalo. Evita la confrontación directa y las amenazas. El diálogo calmado y en paz es tu principal herramienta de combate.
- Evita buscar a la tercera en discordia. Ni se te ocurra. Tú eres su cónyuge. Y sí, hay a quien no le importa meterse con personas casadas, no se respetan ni a sí mismos. Pero tenlo claro: el responsable de la infidelidad no es el tercero, es tu pareja, por no haber respetado su compromiso matrimonial.
- Evita pedir opiniones a personas no cualificadas para ayudarte.
- Evita poner al descubierto el problema ante tus hijos y familiares. Es inconveniente involucrar a los hijos en esto. Ellos no tienen por qué ser partícipes del problema que está viviendo tu matrimonio o de que el papá o la mamá fue infiel.
- Evita jugar al detective. Si también está dispuesto/a a arreglar esta situación y a participar en las sesiones de un consejero matrimonial, puedes tener esperanza porque los dos están intentando rescatar su matrimonio. Confía en tu cónyuge. No te desgastes en saber más de lo necesario: podrías estar cavando tu tumba.
- Evita ir al plan de reconquista de una manera desesperada. Una infidelidad se supera ambos tomados de la mano y de adentro hacia afuera. Es decir, sanando el interior de ambos.
- Piénsalo bien antes de correr al abogado, echar a tu pareja de la casa o salirte del hogar. No tomes decisiones irreflexivas. Créeme que una infidelidad se puede superar, se puede perdonar y no necesariamente alcanza para destruir un hogar. Es posible tener la capacidad de perdonar y de dar otra oportunidad.
No le quito mérito a tu dolor, es horrible pasar por eso. Lo que quiero decir es que, si consiguen superar esa crisis de infidelidad su matrimonio saldrá fortalecido.
Solo quien reconoce su verdadera dignidad como persona es capaz de reconocer que está casado con un ser imperfecto para poder así darle la oportunidad para restaurar las heridas gracias en parte a su apoyo, misericordia y compasión.
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