Ben Affleck transmite un dolor inmenso en el drama deportivo ‘The Way Back’
Cuando el Padre Edward Devine (John Aylward) llama a Jack Cunningham (Ben Affleck) para pedirle que vuelva a la escuela secundaria Bishop Hayes y se convierta en el nuevo entrenador del equipo de baloncesto, ignora los problemas de dolor y autodestrucción que ahogan al protagonista: perdió a un hijo a causa de una enfermedad, se quebró su matrimonio y él se dio a la bebida hasta convertirse en una especie de alcohólico encubierto. Por las mañanas acude a trabajar como obrero de la construcción, pero siempre lleva cervezas escondidas y alcohol camuflado en termos.
Jack, en sus tiempos de estudiante, fue el mejor jugador de baloncesto de la localidad y llevó al equipo de la secundaria a la gloria: tanto que la gente de la localidad aún recuerda aquellos días de éxito y jugadas magistrales. Escéptico al principio, y a punto de rechazar el puesto, al final acepta hacerse cargo de ese equipo de muchachos que van de fracaso en fracaso. Quizá ser entrenador empiece a salvarle de la bebida y le sirva como método para enderezar su vida. ¿O tal vez no?
The Way Back podría parecer, a priori, una película sobre el baloncesto, el esfuerzo y el sacrificio como lo fue, por ejemplo, Hoosiers en los 80. Pero pronto advertimos que el baloncesto es sólo el marco, el eje sobre el que el personaje de Affleck gravitará para recuperarse: igual podrían haberse servido del béisbol, el fútbol o el rugby.
Lo que le importa al director no son los partidos, resumidos en el montaje y que filma a menudo a distancia y sin entretenerse en detalles: lo que le importa es cómo ese personaje dolorido va recuperándose mediante la enseñanza, que también implica aprendizaje para él mismo. En una escena crucial, mientras suelta exabruptos a los jugadores, uno de los sacerdotes del Bishop Hayes le advierte sobre sus blasfemias. Más tarde, reprendido de nuevo en el autobús del equipo, Jack replica que a Dios no le importa si le habla mal a los muchachos, y entonces el padre responde que no puede subestimar la influencia que él puede ejercer en los chicos, educados en la fe. Él es un modelo para ellos y debe comportarse como tal.
Dos de las películas más interesantes de Gavin O’Connor (Warrior y Cuestión de honor) ya empleaban similares recursos sobre la importancia de la fe, la familia y la superación personal. La diferencia es que, en aquellos dos filmes, el conflicto surgía entre hermanos o entre amigos, mientras que en The Way Back predomina el conflicto interior del protagonista: la lucha contra sí mismo en una travesía heroica para adaptarse al dolor sin tener que recurrir al alcohol y a la autodestrucción.
Gavin O’Connor dirige el filme con ritmo, con solidez, dosificando la información en torno a Jack y su tragedia. El esquema argumental, en cambio, está un poco manido porque lo hemos a menudo en la pantalla: la clásica historia de un individuo al borde del abismo que deberá centrarse en otros objetivos (fundamentalmente humanos) para resurgir de sus cenizas.
Pero esta vez es el gran trabajo de Ben Affleck el que aporta el valor principal a la película: en contadas ocasiones lo hemos visto como aquí, a la altura de su personaje y logrando una interpretación equilibrada y repleta de matices: el retrato de un hombre roto en pedazos, caído en desgracia, que se mueve por el largometraje como uno de esos perdedores de los libros de Larry Brown y Raymond Carver. Uno sospecha que hay mucho de autobiográfico en su composición porque el actor también se hundió en el alcoholismo y logró salir de allí y recuperar su vida.
FICHA:
Título original: The Way Back
País: Estados Unidos
Director: Gavin O’Connor
Guión: Brad Ingelsby
Música: Rob Simonsen
Género: Drama / Deporte
Duración: 108 min.
Reparto: Ben Affleck, John Aylward, Jeremy Radin, Hayes MacArthur, Janina Gavankar, Rachael Carpani, Jay Abdo, T.K. Carter, Lukas Gage, Al Madrigal, Marlene Forte, Melvin Gregg, Brandon Wilson